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No bajéis la guardia: ellos no lo harán

Maruja Torres

El envasado al vacío, o lo que sea que le hayan hecho al proyecto de Ley contra las Mujeres del ministro Gallardón, obedece más a una maniobra electoral que a un repentino ataque popular de centrismo, cosa que por otra parte ignoro en qué consiste. Pero el Gobierno cree que ello se da en sus senos peludos, o que pueden simularlo, amparándose en democristianos y otros excedentes de la UCD y el CDS refugiados en sus entrañas; o en sus comunistas arrepentidos. Y ahí está el Procedimiento Camuflaje, templándoles las gaitas a las partes blandas del partido –y de la sociedad más reaccionaria pero indecisa–, para que no se asusten: también lo intentan con el frenazo a lo de los alcaldes, y con lo de anunciar que se están pensando volver a pagar la extra de Navidad a los funcionarios, a partir de 2015. Son tretas, argucias, tácticas, añagazas y, también, aspavientos. No convicciones. Las suyas están muy claras desde que amasaron la mayoría absoluta, y son muy otras. Tarde o temprano acaban por sacudirse la harina que camufla sus zarpas.

Para mantener los estandartes –y los estándares– de su Inquisición cuentan, además, y muy adecuadamente, con la colaboración incorrupta de la Curia, ese esperpento que siempre puede amenazar con a salir a las calles –esta vez, supuestamente, sin los que ahora están en el Gabinete– como el Gobierno se les ponga flojo. Que las promesas electorales han sido dichas para cumplirse, es algo que ha recordado el propio monseñor Blázquez –al parecer, el único que cree en semejantes falacias, las promesas de los candidatos–, ese pedazo de aperturista que el sumo Francisco, la alegría del huerto de Getsemaní, ha colado como cabeza de la Conferencia Episcopal para que olvidemos la mueca agria de Rouco Varela.

Googleando para encontrar las palabras exactas que el sucesor pronunció –hay que ver con lo que tropieza una– me encontré con que el ciudadano Blázquez será uno de los muchos hombres castos y solteros que participará en el Sínodo extraordinario de obispos sobre la familia, a celebrar en octubre en Roma, que versará sobre el estimulante tema “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la nueva evangelización”. Evangelizar, en el sentido carpetocatólico de la palabra, incluye no interrumpir embarazos. Entre otras escalofriantes intrusiones.

Claro que a lo mejor no lo dijo en serio, porque sus palabras fueron pronunciadas en la Universidad Pontificia de Salamanca, lugar bastante exótico. Conviene destacar que en este centro privado, fundado por un papa en ¡1940! para compensar que en la gran Universidad de dicha ciudad los liberales españoles (buenos) del siglo XIX habían excluido de sus asignaturas el derecho canónico y la teología, se producen de vez en cuando escenas pintorescas.

Por ejemplo, un par de diestros –el Viti y otro que ahora no recuerdo– presentaron días atrás un libro sobre tauromaquia y reivindicación de los derechos de autor de los toreros en relación con sus faenas, sus pases y asuntos por el estilo. Más razonable –aunque igualmente innecesario y, sobre todo, menos sanguinario– me habría parecido que Marlon Brando patentara las camisetas rotas, a raíz de Un tranvía llamado deseo.

Por ejemplo, el propio señor Blázquez, en la misma conferencia, y refiriéndose a la crisis, dijo que estos son tiempos “recios” pero que cada generación tiene lo suyo, y que cuando Jesús también las cosas iban mal.

Por ejemplo, en medio de este despelote y ante un otoño que se empeñan en llamar caliente pero que preferiría definir como sofocante, volvamos al estribillo: no bajemos la guardia, que ellos no lo harán.

Y sobre pasarlo mal en tiempos de Jesús, preguntadle al pobre Brian, que se lo creyó todo y acabó cantando su mala muerte.

Por ejemplo.

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