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La balsa de los locos

La balsa de la Medusa, Théodore Géricault (1818 y 1819)

Rosa María Artal

¿Y si estuviéramos atrapados en una ratonera entre perturbados? ¿Y si se mantuviera al mando el sector de los sociópatas? Nos preguntamos, una y otra vez, cómo se puede seguir escenificando la ceremonia de la normalidad -con todos sus pasos cotidianos- como si nada de lo que realmente sucede en España estuviera pasando. La actualidad engulle hechos de tal magnitud que cada uno de ellos debería ser constitutivo de severas consecuencias y no ocurre absolutamente nada. Puede que nos encontremos fuera de la realidad, en una balsa a la deriva como la que pintó Théodore Géricault y, mareados, ya no sepamos que existe la tierra firme y la cordura.

En menos de una semana votamos al Parlamento europeo y el PP mantiene en cártel a un individuo medieval. A la defensa en su gestión de sus muchos intereses económicos de casta, une un machismo feroz por el que se considera superior intelectualmente a cualquier mujer quien, por serlo, se encuentra indefensa ante la supremacía del macho. Pero lo más patético es que hay que ver a ese macho: el candidato es un señor que babea, acogotado, mientras lee las respuestas. Ése es el hombre que se estima superior a una mujer. Cañete es uno de quienes comandan nuestra particular balsa de habrá quien le vote. Mujeres incluso.

Podemos recorrer, sumidos en el estupor, los saltitos de la ministra de Empleo cuando se encomienda a del Rocío para que arregle la crisis contando en su haber con la pérdida de un millón de puestos de trabajo y el desmorone de sueldos y derechos de prácticamente todo el empleo. Las muecas de Montoro y el que, con pasmosa desfachatez, anuncie una reforma fiscal en campaña que -pese a sus afirmaciones- consagra y aumenta la desigualdad a favor de los ricos como demuestra un grupo de prestigiosos economistas, infinitamente más creíbles que el ministro. Los insultos prepotentes del titular de Educación, tan abucheado que ya ni acude a los actos de su departamento.

Contamos con ministras de Sanidad que apuestan por los remedios naturales para curar enfermedades, instauran el repago con graves consecuencias, quitan la tarjeta sanitaria a seres humanos sin mover ni uno de sus bronceados músculos –hasta allí les penetra tanto sol-, han destrozada la sanidad pública en definitiva y… no ven coches de lujo regalados por en su propio garaje.

Tenemos malas actrices amateur en destacados puestos del gobierno, cuyas sobreactuaciones producen vergüenza ajena. Y tan paradójicas. Tras el llanto por los desahuciados y las presuntas medidas para atajar el problema, aumentan las familias que pierden su casa. Desalmados que dejan a los padres de niños enfermos de cáncer con la palabra en la boca, como han hecho concejales del PP en el Ayuntamiento de Toledo. Y, como portavoz, a ese genio de la comunicación y el rigor que es Carlos Floriano. Por no hablar del número 2 para Europa, González Pons. Estamos en buenas manos. Y ya, por la amplia geografía, el surtido se amplia con presidentes que veranean con narcotraficantes, especialistas en finiquitos diferidos, amantes de trajes, bolsos o simplemente amantes, una infractora de tráfico a la fuga y hasta ridículos internacionales regados con a cup of relaxing coffee. Relaxing, precisamente.

Falta hace. Este coro de muecas y tics, cuenta al ministro de economía entre sus más destacados puntales, y con el propio presidente, cuyo ojo izquierdo –por más señas- es incapaz de secundar tanta mentira y se dispara dando pistas a los menos avisados. Pero las evidencias físicas no dejan de ser sino síntomas de sus deficiencias interiores.

¿Qué decir del hombre a cuyo cargo está la Policía y que, en los ratos libres que le deja hablar personalmente con Dios o condecorar vírgenes o decretar que el pasamontañas es una prenda asociada a la comisión de delitos, ve twitter infectado de terrorismo yihadista e impulsa leyes que en Europa se consideran antidemocráticas? ¿Cómo explicar que siga en su puesto a pesar de los problemas que evidencia? O el ministro de Justicia en su cruzada contra la mujer y la propia justicia, como critican sus profesionales.

Ha pasado casi una semana desde que el juez Ruz certificó que el Partido Popular sí ha dispuesto de una contabilidad B, tal como reveló su extesorero Luis Bárcenas. Y que sus miembros destacados cobran sobresueldos en B, en sucio. Y que emanan de donaciones anónimas de empresarios que no estaban permitidas por ley porque excedían el límite y procedían de contratistas del Estado. Y no ha ocurrido nada. La mayor parte de los medios de comunicación al servicio del PP –llamémosles por su nombre- ni siquiera lo han mencionado. Como ha pasado sin consecuencias que el PP triplicara el sueldo de Bárcenas cuando fue imputado por la justicia. ¿Hace falta responderse por qué?

Con el mayor endeudamiento público de la historia de España (del 68,5% al 97% ya del PIB), el equipo de Rajoy presume de una recuperación macroeconómica que engrosa las cuentas de los ricos y empobrece a la mayoría. Es decir, la peor gestión posible para el común de sus representados. Y también parece haber gente que se tapa los ojos. Y, más aún, responden en su síndrome de Estocolmo agudo: ¿y a quién votas? Son todos iguales. El Hediondo torturado de Juego de Tronos no lo haría mejor.

La balsa de -cuadro basado en un hecho lamentable de la historia de Francia- muestra a sus náufragos a la deriva sumidos finalmente en la locura y hasta el canibalismo. ¿Y aquí? No cabe añadir mayor sin sentido a los ya descritos que lo sucedido en León. Dos militantes del Partido Popular descerrajan el cargador de una pistola a otra miembro del PP, la presidenta provincial y de la Diputación, y la rematan en el suelo. Un hecho que debería llevar a una oposición responsable –de existir- y a unos medios informativos rigurosos a preguntarse quién manda en España para que se maten entre ellos, se ha saldado con una persecución de la sociedad y su comunicación por Internet. De locos, textualmente. Y nadie le pone freno. ¿Por qué?

Puede que en estos vaivenes imposibles, noqueados por tanto impacto inasumible, haya quien no sea capaz de ver dónde estamos, por dónde vamos, quién dirige el rumbo y adónde nos lleva. Los demás andamos lívidos y con arcadas. Sintiéndonos en peligro a todos los niveles. Y sin ver un final a este inmenso desatino. Lo que tal mal se encamina, terriblemente acaba. Y al contrario. La cordura está fuera de esta zozobra.

Por cierto, en el debate europeo con los candidatos a la Comisión, la involución en España fue citada por Alexis Tsipras (Partido de europea) y Ska Keller (Verdes). Derecha y socialdemocracia pasaron de críticas. ¿También son cómplices? Porque muchos aquí han de preguntarse si lo están siendo y por qué. Locos o muy avispados (para sus intereses) en el timón, lo que realmente resulta “de locos” es secundar este monumental dislate.

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