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Una defensa crítica de Irene Montero

Imagen de archivo de la ministra de Igualdad, Irene Montero. EFE/ J.J.Guillen

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Defender el derecho a equivocarse sin que eso suponga una lapidación tendría que ser un ejercicio habitual en la política. No estaría mal que ese derecho viniese acompañado de un reconocimiento del error para que no fuera un lastre. Incluso sin reconocerlo, porque Irene Montero puede creer que no se ha equivocado y que todos los que pensamos que ha cometido un error seamos los errados. Esa es una opción que no podemos desestimar. Aun así, como el que escribe piensa que se ha equivocado, le toca defender que un error no puede ni debe sepultar el que está siendo un trabajo referencia en el ámbito de la ampliación de derechos y de ejecución de políticas feministas y al que aún le queda recorrido para seguir creciendo.

Un error no puede enterrar toda su labor al frente del Ministerio de Igualdad, pero convendría no encelarse en la estrategia. No sería justo que un efecto colateral no deseado de una ley imprescindible como la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual opacara la valía de la propia ley y de la labor total del Ministerio de Igualdad, que ha conseguido sacar adelante medidas valientes contra la reacción machista ultra y a veces contra la posición de sectores feministas dentro de su socio de Gobierno. La próxima aprobación de la 'Ley Trans' es un hito histórico a la altura de la aprobación de la Ley del Matrimonio Homosexual, que no puede ser empañado por un error de comunicación que pretende ver enemigos y machistas en cualquiera que interprete jurídicamente esta ley de manera divergente a como la redactó el Ministerio.

La reacción del Ministerio de Igualdad, de Podemos en general e Irene Montero en particular, al hecho de que multitud de jueces revisen las penas de condenados por agresión sexual ha sido desmesurada, atribulada y enconada al no aceptar que estaba ocurriendo algo que solo hace unas semanas habían negado que ocurriría. Irene Montero dijo que no habría revisiones a la baja y las está habiendo. Aceptar eso no debería ser una mancha y ayudaría a que las consecuencias de esas rebajas no recayeran en exclusiva sobre la imprescindible labor del Ministerio de Igualdad. Nadie dentro de Podemos le dirá nunca a uno de sus líderes que se ha podido equivocar, no es algo que ocurra con normalidad y se les hace un flaco favor. Nadie es infalible, ni siquiera el líder al que más se admira.

Los ataques sufridos por Irene Montero por ser pareja de Pablo Iglesias, negándole toda valía, y los que sufrieron en su seno familiar han podido provocar, con razón si lo miramos con empatía, una visión del mundo en la que todas las críticas son vistas como ataques a su persona y no como simples divergencias de posiciones. No podemos dudar ni negar que hay quienes han hecho de su profesión desde posiciones ultras la destrucción de Iglesias y Montero un objetivo vital, pero se equivocaría tremendamente la ministra si considera que toda crítica desde posiciones ideológicas próximas es una enmienda a la totalidad de su valía como política.

Entiendo desde el punto de vista humano que Irene Montero crea que existe interés por acabar con ella. Sin duda habrá quien quiera cobrarse deudas pendientes porque en Podemos no han hecho amigos haciendo política, ni de manera interna ni externa. Ahora bien, calibrar de manera efectiva quiénes son los que buscan carnaza y quiénes consideran de manera honesta que en su actividad política tiene aciertos admirables y errores censurables es imprescindible para que, cuando se produzcan unos u otros, la reacción desde el Ministerio no sea vista como una huida hacia adelante sin capacidad política para medir su estrategia de actuación. Es imprescindible medir las respuestas para que no sea vista siempre como una defensa cerril de posiciones acríticas. Es compatible defender su labor global al frente del Ministerio y criticar un error puntual. La labor de Irene Montero al frente de Ministerio de Igualdad está siendo demasiado importante como para que se empañe por una reacción inadecuada a un problema imprevisto de una ley capital como la del sí es sí. 

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