Dejà vu en el Congreso
En el ecuador de la legislatura para Rajoy, el Congreso acoge de nuevo la liturgia de festejar el aniversario de la Constitución. La fiesta llega este año (ya van 35) con ruido de tambores que piden el cambio de la norma general. Cada 6 de diciembre eran habituales las manidas declaraciones en torno a la buena salud de la Carta Magna, sus ventajas y lo mucho que nos unía a todos los españoles, pero las cosas han cambiado. Ahora su salud es más que discutible, sus ventajas imperceptibles en estos tiempos de recortes y su capacidad de argamasa social un mero ejercicio de melancolía. ¿Significa esto que llegan tiempos de cambio? La respuesta más plausible es no.
Políticos y autoridades varias planchan sus mejores galas para asistir a la efeméride como cada año como si el tiempo y la crisis no hubiese cambiado nada. Les contaré lo que ocurrirá en tan solo unas horas.
El ágape no empieza hasta mediodía pero unos minutos antes las cosas se ponen ya inteserantes para los que ven interés en estas cosas. Cuando los invitados no hayan acabado de llegar, las agencias habrán redactado ya sus habituales noticias pasando lista e informando un año más que los grupos nacionalistas han decidido no asistir al evento. Sobre las once y media, un representante de IU se acercará a la carpa habilitada en el patio del Congreso para decir que no participa de la fiesta y que se marcha a casa. Así lo hizo el año pasado Cayo Lara y así lo hará en esta ocasión Ascensión de las Heras. Los argumentos de la coalición de izquierdas son conocidos: IU no quiere celebrar la Constitución un día al año e incumplirla los otros 364, por lo que pedirá otra vez un nuevo proceso constituyente. Hasta aquí nada nuevo.
Poco después de esas declaraciones, Rubalcaba se acercará a los micrófonos para hablar de federalismo e intentar que se le entienda. Seguimos sin novedades.
En torno a las 12, el turno será para el presidente del Congreso. Posada centrará su discurso en recordar que la actual Constitución todavía tiene posibilidades, como quien habla de un coche al que le tiene cariño y que aún puede tirar unos quilómetros más. En esa línea, el presidente del Congreso retará a quien pida cambios constitucionales con dos argumentos: tendrán que explicarse y apoyarse en un consenso como mínimo parejo al de 1978. La tarea parece complicada y seguimos sin nada nuevo. Nadie tiene un Plan Prever para la Carta Magna.
Tras el discurso de Posada, se inicia otra liturgia en torno al vino y los corrillos. Los objetivos del día son por este orden: Rajoy, Saez de Santamaría, Montoro, Wert, Gallardón, Jorge Fernández y Rubalcaba. Rajoy será amable (siempre lo es) y negará la existencia de un plan para cambiar el Gobierno. Es probable que los periodistas no consigamos sacarle un nombre para la cabeza de cartel de las europeas y casi seguro que evitará cualquier referencia al caso Gürtel con esa mirada que pone uno cuando le sacan un tema de mal gusto en una fiesta.
La vicepresidenta sonreirá mucho (siempre lo hace) y advertirá que han sido dos años muy difíciles. Intentará transmitir optimismo hacia lo que viene y despejará balones fuera cada vez que le pregunten por Montoro, Wert o Gallardón. El ministro de Interior insistirá en que la Ley de Seguridad Ciudadana es buena para todos y negará que la vicepresidenta haya aguado sus primeras intenciones legislativas sobre la materia, mucho más represoras que las propuestas en el documento final.
Mientras tanto, Rubalcaba en una esquina, evitará hablar de primarias y de Tomás Gómez (siempre lo hace) e intentará hablar de federalismo aunque nadie le pregunte. Nada nuevo se prevé por ningún lado. Tras una hora de conversaciones y trasiego de bandejas el acto acabará como todos los años: Con pocas novedades sobre el tema que nos concierne. Y es que como me dijo hace poco un conocido periodista, “el único cambio constitucional que preveo es que al final acabaremos escribiendo Constitución con minúscula y la dejaremos como está”.