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Desnudos ante el pueblo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en el Pleno de control al Ejecutivo.

Elisa Beni

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“Solo cuando baje la marea sabremos quien estaba nadando desnudo”

Warren Buffet

Entre todo lo que la ciencia ignora frente a la pandemia hay pocas cosas que están tan claras como que la proximidad y la movilidad la expanden. Hechos.

Por tanto, es ineluctable reprimir y controlar ambos aspectos. Tanto desplazarse libremente como reunirse son derechos fundamentales en toda democracia. No pueden ser limitados sino en circunstancias legalmente muy tasadas. La inusual virulencia de una pandemia de estas características obliga pues a hacer uso de instrumentos legales que lo permitan teniendo en cuenta que se trata de una enfermedad que puede cursar sin ser advertida y por individuos que aparentan sanos. No es cierto que las leyes ordinarias puedan restringir los movimientos de personas sanas. Este simple aserto desbarata todo el montaje de los que acusan al Gobierno de utilizar por gusto el decreto de alarma.

Solamente de esto trataba la sesión del Congreso de este miércoles. Trata de la protección de toda una sociedad, de la necesidad de limitar o modular derechos para poder hacerlo y de los instrumentos legales precisos para poder llevarlo a cabo. Mientras muchos portavoces parlamentarios volvían a dar la medida de su mezquindad en la tribuna, de nuevo la cifra de más de doscientos muertos nos golpeaba. Aún queda camino. El triunfo no ha llegado. Es preciso ser sensatos y evitar que todo lo hecho no sirva para nada. De esto iba la votación del Congreso y no de ninguna otra cosa, y por eso los posicionamientos y el voto negativo de algunos grupos los han dejado desnudos ante el pueblo, en purititos cueros ante el interés general.

Ante la petición de prórroga de dos semanas más para continuar con la desescalada sólo cabían tres posiciones: de responsabilidad, de tacticismo y de absoluta falta de sentido común. Para las tres hubo. Tengo que reconocerles que nunca he pensado, en los tres días que han estado calentando un ambiente sólo por estrategia partidaria, que el estado de alarma fuera a decaer este domingo. Eso sólo significa que, en el fondo, siempre confié en que no podía haber tanto irresponsable ni tanto fanático ni tanto partidista como para que la irracionalidad triunfara. Así ha sido.

Casado ha salido muy malparado de esta y eso que no se atrevió a llegar al no. El líder del partido llamado al relevo en el gobierno se ha quedado desnudo queriendo arrebatarle las ropas a Sánchez. Mala cosa. Entre sus votantes hay gente sensata que ha visto con locura cómo su líder se embarcaba en una expedición de mal pronóstico porque ni ganándola ganaba. Si Casado hubiera conseguido su objetivo egoísta y partidario, dejar sólo al Gobierno, lo hubiera hecho sobre el riesgo de la ciudadanía y el riesgo de un retorno a las grandes cifras de muertos y contagiados. Así nunca hay nada que ganar. Feijóo y Moreno lo vieron y hasta Ayuso, ¡hasta Ayuso!, dejó claro que consideraba necesaria la prórroga. El PP ha hecho el peor negocio que podía hacer, y lo ha hecho con corbata negra y crespón, pero lo ha hecho y no era otro que el confundir la refriega política contra un gobierno con el interés general, la salud pública y la protección de la ciudadanía. No, Casado, por mucho experto que tengas dispuesto a decirte que sí hay otras leyes que permiten restringir el movimiento de personas sanas, eso no cambia la verdad. Debió doler en el debate la referencia del presidente del Gobierno a Gabriel Cisneros, padre Constitucional y diputado del PP durante años, explicando a Tura en el Congreso, cuando se presentó la ley en 1986, por qué era necesario un estado de alarma que habían pensado para catástrofes y epidemias y no para otras cuestiones políticas que ya cubrían los estados de excepción y sitio.

Primó al final el sentido común y ahí brilla con luz propia el nombre de Inés Arrimadas. Ella lo tuvo claro y lo explicó claro: no se trataba de investir a Sánchez sino de salvar a los españoles. Un atisbo de la racionalidad y la centralidad que Rivera le arrebató a Ciudadanos a golpe de adrenalina y testosterona. Bienvenido sea. Arrimadas y Ciudadanos nos ayudaron a todos y creo que también hicieron una buena cosecha para ellos aunque no sea más que porque se le dieron de baja dos quintacolumnistas de Vox (Girauta se encontraría allí mucho más cómodo y Mejías también) y porque le dieron un aplauso Garicano, Aguado, Igea, Valls y Roldán. Tal vez sea, no un cambio de alianzas, sino un cambio de idiosincrasia de partido que vendría muy bien a la democracia española.

En este pragmatismo del sentido común y de estado hay que mencionar también, como casi siempre últimamente, al Partido Nacionalista Vasco. Algunos llamarán como quieran a la forma de hacer política que tiene los jetzales pero para mí cualquier adjetivo sobre porque es precisamente eso, hacer política. No les gusta a los vascos ni el talante que ha imprimido Sánchez a la crisis ni la forma centralista de llevarla a cabo, pues ni cortos ni perezosos han vuelto a remangarse en la mesa de negociación y han arrancado concesiones a sus posturas. Zorionak.

Todo ese sentido común que les ha faltado a las formaciones catalanas cuya negativa, junto a la de Vox, sólo pueden producir perplejidad y deberían suscitar el enfado porque podrían habernos llevado a un caos de consecuencias imprevisibles. ERC ha dado la razón de nuevo a los que les acusan de ser poco fiables en sus posturas, por decirlo de forma suave. Van diciendo por ahí que eso no es lo que se había hablado y que a Rufián le cambiaron el discurso a última hora desde Ginebra y Lledoners, porque él pensaba que ese giro iba a hacer que se resintiera su fiabilidad y así es.

Sobre la ultraderecha creo que poco hay que decir. Están al otro lado del espejo. Su discurso es tan vil que roza el surrealismo, lo cual no puede a la larga sino perjudicarles. Pedir una moción de censura sólo vino a reforzar que ellos no habían ido al Congreso a hablar de pandemia o de seguridad de la ciudadanía sino de lo suyo, lo cual los deja cada vez más en pelotas para cualquiera que tenga algún dedo de frente por muy de derechas que sea. Lo único bueno que ha tenido el strip-tease de Rufián y Casado es que ha obligado a Sánchez a cubrirse y para eso ha tenido que salir a la zona de la política que nunca hay que abandonar por muy rastreros que sean algunos de sus ocupantes.

Hay políticos en este país que van muy desnudos y harían bien sus huestes en señalárselo con el dedo. Decían los optimistas que de esta dura, cruel e insólita crisis íbamos a salir distintos pero para ello es imprescindible que cambien ellos o que les recambiemos. Gracias Arrimadas por empezar a verlo.

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