Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Los desposeídos

Una de las últimas protestas en París contra Macron.

8

Guy Standing acuñó concepto del “precariado”, “la nueva clase peligrosa”, para reflejar algunos efectos de las inestabilidades sociales que generó el final del siglo XX y el principio del XXI, y que continúan. El ensayista y geógrafo francés Christophe Guilluy habla de “los desposeídos”, para explicar las protestas francesas, desde los “chalecos amarillos” a su continuación en las últimas huelgas y manifestaciones que van más allá de un rechazo a la reforma de las pensiones que ha impuesto Emmanuel Macron. La oposición que provoca esta reforma es solo una parte del malestar mucho más profundo que atormenta a la sociedad francesa. Y a otras sociedades, entre los que aspiran a una vida mejor, o por lo menos no a una vida peor.

Este concepto de los desposeídos, que nutre el “instinto de supervivencia de las clases populares” (subtítulo del libro Les dépossédés. L’Instinct de survie des classes populares, publicado antes de estas manifestaciones y tras las elecciones) en Francia sirve también para explicar el maremoto y las profundas divisiones en la sociedad estadounidense, y en muchas de las nuestras, incluidos en algunos aspectos, la española, la británica y otras. En resumen, el malestar social y cultural en Occidente. Para Guilluy, Occidente es responsable de su propia aniquilación al expulsar a las clases trabajadoras de la matriz.

Las tesis de Guilluy han causado polémica. La crítica de Le Monde le achacó su “obsesión contra las elites” y su “resentimiento”. Pero el analista ha sabido captar las razones y sensibilidades de lo que está ocurriendo en parte de nuestras sociedades y darles un sentido: la insatisfacción de lo que ahora se entiende como clases medias y trabajadoras, alienadas de la clase dirigente “ganadora de la globalización”. “Están alienados geográfica, social, política y culturalmente”, apunta. “Son la mayoría. Están en el origen de todas las protestas actuales, que no se parecen a ningún movimiento social de los últimos siglos. Son los desposeídos”. 

¿Por qué o de qué desposeídos? “Los ganadores del modelo económico, herederos lejanos de una burguesía ilustrada, abandonan los valores que todavía constituían el cemento de una sociedad coherente en el siglo pasado”, escribe Guilluy, refiriéndose esencialmente a personas blancas que han perdido posición. Por la evolución de la economía, y por la inmigración -aunque en Francia, gran parte de ésta es ya de segunda o tercera generación, franceses, aunque no de corazón-, han perdido su cultura, su modo de vida, su trabajo, su espacio vital y su sistema de representación política, especialmente en las comunidades rurales o de urbes pequeñas de las que no pueden escapar, al no lograr vender sus viviendas, para encontrar nuevos trabajos en las grandes ciudades. Es el malestar de una parte de la población que constituía el fundamento de la clase media y trabajadora -los obreros, empleados, pequeños agricultores y autónomos-, que siente que se la expulsa hacia la periferia geográfica y social, tras haber apoyado la globalización y la integración europea. Su nivel de vida disminuye o se estanca, su trabajo se precariza o caen en el desempleo. Las divisiones territoriales se convierten, así, en culturales. Los desposeídos pierden también “capital cultural”, como lo llamó el sociólogo Bourdieu hace 40 años para describir cómo los gustos, junto con los modales y las habilidades sociales, marcan la pertenencia a determinadas clases sociales. Frente a los urbanitas “burgueses bohemios” (en francés bo-bos, bourgeois bohèmes), que dominan las grandes ciudades.

También cuenta en esta crisis, añadimos, el retroceso en el Estado de bienestar, en Europa, y a su modo en EE UU, una desposesión debida al neoliberalismo que ha dominado el pensamiento económico y social en las últimas cuatro décadas, a la competencia con economías con mucha menor protección social, poblaciones dispuestas a trabajar más horas a la semana, y cada vez mejor, y el fin del dividendo de la paz, que va a suponer un mayor gasto de defensa en casi todos los países, que detrae recursos para otros fines. 

Hay un factor en el que Guilluy entra poco, y del que llevamos alertando hace años: la revolución tecnológica, con la automatización de muchas tareas, y más aún con los últimos avances en la llamada inteligencia artificial (IA). También provoca desposesiones. Un gran experto en esta última materia, Carl Benedikt Frey, del Oxford Martin Institute, ha realizado junto a dos colegas un estudio sobre el doble impacto en el nivel de vida de los trabajadores industriales británicos entre 1993 y 2015 de la robotización, la deslocalización y las importaciones desde China. Con dos conclusiones esenciales: un robot adicional por cada mil trabajadores reduce el empleo en 0,5 puntos porcentuales. Y un aumento de las importaciones de 1.000 dólares de China por trabajador reduce la relación empleo-población en 0,1 puntos porcentuales. 21.109 trabajadores en Reino Unido fueron desplazados a favor de China, pero la introducción de robots desplazó a 32.328 trabajadores. ¿Desplazó o desposeyó? Estos porcentajes valen también para Estados Unidos, como bien entendió Trump, que supo captar que había una serie de desposeídos en su sociedad, por la globalización, por la robotización y la automatización, que le podían apoyar y le apoyaron. También, en gran parte, blancos que habían perdido su empleo o su nivel de vida en zonas industriales, a favor de la robotización y de la deslocalización a China y otros países, antiguos votantes demócratas a los que estos habían ignorado. Biden ha intentado rectificar, copiando, en algunas cosas, la política de Trump (de America First a Buy American) y ha inundado algunos sectores de dinero público. Aunque está por ver si con ello recuperará a ese electorado perdido.

Para Francia, otro estudio de 2020, de Daron Acemoglu, Pascual Restrepo y Claire LeLarge, concluye que, aunque las empresas que adoptan robots amplían su empleo, las implicaciones a nivel de mercado de la adopción de robots son negativas. En cuanto a la inteligencia artificial, tanto Goldman Sachs como la propia OpenIA han advertido en recientes estudios que si la IA generativa, como el GPT-4,  que ha hecho eclosión, puede elevar el producto interior bruto mundial anual en un 7% en un periodo de 10 años, gracias a un salto en la productividad, pone también en peligro el empleo de 300 millones de trabajadores a tiempo completo en las grandes economías. Los abogados (44%) y el personal administrativo (46%) estarían entre los más afectados. 25% de las tareas podrían verse automatizadas en Europa y EE UU. ¿Destrucción creativa? Clase media, en su mayoría, que se vacía. Más desposeídos. Los que pierden no lo tienen fácil para reciclarse en ganadores. Aunque realmente no se sabe a ciencia cierta el impacto de la automatización y la IA en el empleo (o, mejor dicho, en el trabajo), ya empieza a haber estudios sobre casos reales. Como poco, hay un problema de transición. La revolución industrial tardó 70 años en beneficiar al conjunto de la población en Inglaterra, donde empezó. ¿Y esta cuarta revolución industrial?

Muchos de los desposeídos se ven atraídos por el conservadurismo cultural y social, no el neoliberalismo; si acaso el iliberalismo, y los populismos de uno u otro signo. En EE UU, en Francia -donde las próximas elecciones presidenciales se pueden jugar entre Mélenchon y Le Pen-, en Italia, y en muchos otros países. En el fondo, buscan una imposible vuelta atrás, mientras tampoco hay una propuesta atractiva hacia adelante.

Estos malestares tienen que ver con el ansia de las clases medias occidentales de no perder terreno y el de las de las economías emergentes de no seguir ganándolo, con el riesgo de un choque entre ambas con la desglobalización o regionalización en curso. Desposeídos contra poseídos. Aunque hay también competencia en el seno del Sur Global. Economías emergentes de todo el mundo, entre ellas India, México, Camboya o Filipinas, compiten en subvenciones, exenciones fiscales y otras ventajas para atraer a los fabricantes extranjeros que antes se centraban en China (Apple es un ejemplo). O entre Occidentales (EE UU compite en ayudas públicas con la UE, en cuyo seno hay competencia fiscal, como se ve con el caso de Ferrovial; incluso entre regiones de España). A nivel global está en juego la cuestión central de cuál va a ser el mejor modelo económico y social para generar crecimiento y reposesión, si es que es posible. Mientras, habrá más desgarre social, incluido el generacional.

Etiquetas
stats