Disfruta del pánico de las tres guerras, ya llegan las vacaciones

24 de junio de 2025 22:27 h

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Disfruta del pánico. Se acumulan tres guerras con mucho potencial: la de Ucrania en nuestra puerta, el exterminio en Gaza, y ahora esta otra que no termina de estallar, como si la muerte estuviera tirando de ella con fórceps. Resuenan contracciones luminosas, espasmos, escaramuzas que duelen con sordina, sin que se oigan los llantos. Se oirán. El pánico precede: sólo dura un tiempo. Disfruta. Israel bombardea Irán, Irán bombardea Israel; EEUU bombardea también Irán e Irán, Qatar. De pronto, un alto el fuego de horas se quiebra antes de estabilizarse. La muerte no entiende nada, de ahí los fórceps.

Disfruta del pánico. Llegan las vacaciones. Y más vale que sea pronto porque ya no podemos más. Una guerra, un exterminio, otra guerra con un potencial desestabilizador global. Parecen distintas pero son la misma. Andrea Rizzi los ha llamado “los señores del caos”. Y son cuatro, como los jinetes del apocalipsis: Trump, Putin, Netanyahu y Jamenei. Parece que luchan entre ellos, pero en realidad se han aliado contra nosotros. Luchan por un mundo sin reglas en que impere la ley del más fuerte. Los demás, los de abajo, queremos que instituciones internacionales contengan con la razón y el derecho a los más fuertes. No queremos que lleven al abismo a todo el mundo los más irresponsables, los que ven en el asesinato o secuestro de más de 1.200 conciudadanos una oportunidad. Son cuatro jinetes, dos de países democráticos y dos de tiranías, pero están de acuerdo en lo esencial: creen que les irá mejor en un mundo sin reglas.

Vivimos en la aurora, ese rato de luz sonrosada en que está a punto de amanecer algo. Pero no sabemos cómo será el día cuando llegue. Las nuevas épocas se inauguran con grandes guerras. Estallará una luz cegadora, incandescente, a buen seguro siniestra. Entretanto viviremos auroras, años boreales, hasta que termine de amanecer lo que sea que esté amaneciendo. Luego nos adaptaremos, como siempre. No hay que quejarse, nos dice Borges: “Le tocó vivir tiempos difíciles, como a todos los hombres”. Más difíciles eran los de las mujeres y ni las mencionó. Nos adaptaremos, como siempre. Ahora disfruta del pánico. Llegan las vacaciones.

Booking ha realizado una encuesta a los viajeros sobre sus planes para este verano. Aumenta de forma significativa el número de personas que quieren salir de los caminos trillados. Buscan destinos diferentes, con experiencias de cuidado de la salud a largo plazo. Y sobre todo lugares para estar sin red, sin wifi, sin conexión, desenchufados. También crece la demanda de destinos nocturnos para mirar las estrellas. Son las mismas que vio el emperador Adriano bajo el cielo de Siria, muy cerca de allí los cohetes de la guerra cruzan hoy el firmamento: “Durante las vigilias forzosas de los campamentos contemplaba la luna corriendo a través de las nubes de los cielos bárbaros”.

Los viajeros de distintas partes del mundo acreditan lo difíciles que resultan estos años boreales. Esa búsqueda de desconexión digital para reconectar con la naturaleza nos dice que padecemos el síndrome del ‘cerebro podrido’ (brainrot). Sufrimos sobrecarga informativa, sobreexposición digital, dispersión, dificultad para concentrarnos. Somos zombis digitales. Más que irnos de vacaciones, queremos huir de nuestro tiempo; no tener que dar una respuesta instantánea a todo; regenerar nuestra mente, huir de la multitarea, la saturación, la inmediatez. Y silencio, mucho silencio: realmente es difícil encontrar un lugar donde no lleguen las bombas, no las explosivas, sino las informativas. Es angustioso tener noticia instantánea de dos guerras y un exterminio a diario, sin poder hacer nada. Por eso hay que entrenar el disfrute del pánico. Pero ya llegan las vacaciones. Este año más que nunca, el cuerpo nos pide meter los pies en un arroyo fresco, mirar la vía láctea y susurrar en la montaña, a la espera de oír el silbido de plumas de un búho. Es como si la única calma de este mundo fuera la que podemos aportar desde nuestro interior. Hay que hacerlo, sabiendo que no impresionará a los señores del caos.