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La elección es entre izquierda o derecha

Feijóo charla con Abascal en el desfile militar.

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Sin tregua. Las piezas del relato que va construyendo la derecha política y mediática para acabar en ese grand fínale de la inexorable victoria de Núñez Feijóo, por el bien del España y por la libertad, van encajando una tras otra con precisión de relojería. Nadie parece tener ni la imaginación ni el coraje precisos para saltarse el guion, tampoco en la izquierda. La primera regla de la estrategia política consiste en evitar hacer aquello que tus competidores quieren que hagas, no en empeñarte en repetirlo.

Mientras se cerraba el acuerdo de Sumar a ritmo de Eurovisión, con desfile de los sucesivos participantes entre besos y abrazos propios incluido, ya se hallaban prestos algunos barones del PSOE para tomar el relevo y baronear un poco en el Comité Federal, por acción o por omisión; no vaya a ser que tenga la izquierda un día sin jaleo, alguien lo cuente y se estropeen los titulares que, informativo tras informativo, tertulia tras tertulia, nos repiten que debemos elegir entre el lío y la bronca que nos ha dejado Pedro Sánchez y el orden y la quietud que nos viene a traer Núñez Feijóo.

Ahora, listos para la siguiente posta, tras esos barones socialistas que realmente se creen que han perdido, a pesar de su maravillosa gestión, por culpa —otra más— de Sánchez, ya se encuentran en sus marcas los relevistas que realmente se creen que han perdido por culpa de Ana Rosa Quintana y Vicente Vallés y no aprecian contradicción alguna en sostener que han firmado un acuerdo, pero no estaban de acuerdo.

Hay que decirlo. La mayor dificultad a que se enfrenta en estas elecciones toda la izquierda —PSOE, Sumar y todos los demás— reside en que hay una parte de esa izquierda que prefiere perder. No quiere ganar para poder decir que ellos ya lo avisaron desde el principio y que siempre han tenido razón. La derrota será su victoria, por absurdo que parezca. El mayor problema consistirá en que les van a sobrar plataformas donde amplificar ese discurso que explica la derrota de la izquierda como si ya se hubiera producido. El ruido solo se apaga con el silencio; es la segunda regla de la estrategia política: si no te interesa hablar de algo, no hables.

El primer tanto de esta precampaña se lo está apuntando con claridad el PP. Ha conseguido ocultar el significado más relevante del resultado del 28M: la elección en julio será entre dos coaliciones: una de derechas y otra de izquierdas; no entre la derecha de toda la vida que representa el PP, o una coalición de extrema izquierda que solo ha traído el desbarajuste.

En esta operación de camuflaje le ha ayudado la disposición de una parte de la izquierda a reproducir ese cliché de la derecha. Pero la eficacia se la ha concedido la facilidad con la cual toda la izquierda ha asumido que el PP tienen derecho a dilatar, disimular e incluso ocultar sus apaños con la extrema derecha hasta el 23J, a pasearse tranquilamente hasta ese día como si fuera a gobernar en todas partes por mayoría absoluta.

No se trata de agitar el miedo a Vox. Se trata de que el electorado visualice que la elección no es entre ese señor tan formal y serio que parece Núñez Feijóo, o Sánchez y su banda de peligrosos rojos que no se soportan mutuamente: cuatro años de paz y “sentidiño” o cuatro años más de disputa y ruido, usted sabrá si es masoquista.

No votamos en julio para elegir entre orden o caos sino para escoger entre derecha o izquierda. La elección real es entre la coalición de izquierdas que ha gobernado esta legislatura, o la coalición aspirante entre la derecha y una extrema derecha que no es ese hermano pequeño y bajo control que nos presenta el PP, sino el partido que ha triplicado sus votos el 28M y Núñez Feijóo necesita de manera ineludible para ganar el poder institucional que sus votos propios no le permiten alcanzar en solitario. 

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