El factor Netanyahu
Israel aplica en Gaza el manual de todos los carceleros de las películas cuando estallan los problemas en la cárcel: cortarles el agua y la luz, gasearlos, emplear la fuerza -mortal si se tercia- de manera indiscriminada y mover a palos a los presos hacia otras galerías. Por si a alguien le quedaba alguna duda de que Gaza es, desde el año 2007, la mayor prisión al aire libre que existe en el mundo, ahí se presentan las pruebas, en vivo y en directo, en todos los telediarios.
La esencia del derecho internacional reside en que se ha de aplicar con la misma fuerza e idéntico criterio en todas partes y ante todas las situaciones; en el Dombás o en Gaza. Si no sucede así, no es derecho.
Hamás es una organización terrorista que gobierna a una parte del pueblo palestino en Gaza sometiéndoles a un régimen de abuso y terror y ha lanzado un ataque brutal e indiscriminado contra la ciudadanía de Israel. Es cierto.
Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, no está ejerciendo el derecho a la legítima defensa de su país, sino que anuncia una venganza que extiende de manera indiscriminada su rastro de violencia y muerte. También es cierto. Alguien tiene que decírselo a Netanyahu y a la ciudadanía de Israel. Ponerle el adjetivo de terrorista a alguien no suspende la ley internacional, tampoco sus derechos fundamentales. Por eso, nosotros somos una democracia y no somos terroristas. Es la única razón.
En vez de jalear al primer ministro israelita, reforzándole en la idea de que la legalidad internacional únicamente se aplica a los demás y cuando le conviene a él, alguien con autoridad -moral y de la otra- tiene que decirle que no puede contar con la ayuda y apoyo de la comunidad internacional para semejante atrocidad sin sentido; para hacer valer de nuevo esa misma idea funesta que ha movido siempre todas sus estrategias y nos ha traído en parte hasta este horror.
Alguien con esa misma autoridad debe recordarle que, asolar Gaza y a miles de palestinos inocentes para fulminar a Hamás, parece bastante probable que acabe como la invasión de Afganistán para liquidar a los talibanes: con los talibanes de nuevo en el poder. Su promesa de rematar a Hamás terminará como su promesa de más seguridad para Israel: en un fracaso doloroso.
No cabe en la legalidad internacional cortar la luz, el agua y mover a bombazos a dos millones de personas enjauladas en Gaza como animales en una trampa. Igual que los bombardeos de Dresde y otras ciudades germanas durante la Segunda Guerra mundial o los bombardeos de Sarajevo o Kiev, será un crimen ilegal e ilegítimo, además de un espanto moral. Alguien con la autoridad necesaria tiene que decírselo a Netanyahu y alguien debería contárselo también a la opinión pública de Israel. No existe justificación posible.
Igual que alguien con esa misma autoridad debe explicarle al primer ministro y a su ciudadanía que las políticas de Netanyahu han bloqueado y siguen bloqueando cualquier solución y forman parte del problema; lo mismo que sus casos de corrupción y sus pactos con la extrema derecha y la extrema-extrema derecha para mantenerse en el poder por cualquier medio necesario.
Tampoco cabe en la legalidad internacional invadir un territorio a sangre y fuego para salvar tu carrera política o tu nombre en la historia. Alguien con la debida autoridad tiene que decirlo y obrar en consecuencia. Que se vaya constituye parte indispensable de la solución. Igual que empezar a negociar con un representante democrático del pueblo palestino.
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