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Una feminista siempre sospecha

Acto organizado por CCOO y UGT en Madrid por el 8M.

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Solo sé que me llaman feminista cada vez que expreso sentimientos que me diferencian de un felpudo

Rebbeca West

Supongo que estoy programada para desconfiar del poder. No sé si fue esa característica la que me llevó al periodismo o si este me ha imprimido su carácter a la vez. Sólo sé que es muy necesario y muy inteligente y bastante incómodo mirar siempre al poder con reticencia. Sea un poder que no te gusta, sea el poder que tú deseas. El poder tiene sus propios movimientos telúricos y en ellos puede perecer el ideal, el programa y el propio individuo, insignificante ante la necesidad imperiosa de otros individuos de obtenerlo o mantenerlo. 

Sospecho del poder y tal vez por eso este miércoles me hice un Brassens y cuando sonó el clarín me quedé en mis cosas, en mis luchas, en vez de decidir si acudía a una llamada o a otra. Fue un día raro. Raro porque cuando una lucha que surge de tu interior desde que siendo una niña te diste cuenta de cómo iban las cosas, es ahora motivo mainstream de la publicidad, de los medios, de los políticos, de los hombres, de las marcas, de la gente que te felicita como si fuera tu cumpleaños. Es sospechosa tanta aparente unanimidad. Más bien parece que todos están intentando arrebatarnos la bandera o confundirla con otras. Todos sumándose al carro. Creo que están intentando aprovecharse de la fuerza generadora que tiene el puñetazo en la mesa que cada mujer ha dado en su vida y la constancia con la que hemos arañado conquista tras conquista juntas. 

Vayamos con el poder. Sospecho de que en el feminismo resida ahora la lucha por el poder de los partidos políticos. Recuerden que los tímidos intentos de convertir al propio movimiento en un partido siempre quedaron en un empeño minoritario. Tal vez porque un partido exige un corpus de ideología completa, una obediencia y una disciplina, que acaba por matar el carácter transversal de la lucha de las mujeres por su justa igualdad en unas sociedades en las que somos mayoría. No olviden tampoco que esta no es la reivindicación de una minoría con derecho a hacerse oír en democracia sino que es la de una mayoría social. Y que es obviamente cuestión de reclamar el poder colectivo que nos corresponde.

Sospecho de ese poder que convierte una fecha en un garrote con el que amenazarse -para sacar leyes, para cambiarlas, para cualquier otra cosa-. Sospecho desde el principio que desde un ministerio siempre se intenta mantener el sillón y los votos. Sospecho de un presidente del Gobierno que de un día para otro promete la paridad por ley pero que se pliega a dejar fluir las leyes que sus propias militantes feministas le dijeron que eran un dislate, porque entonces tocaba sacar adelante presupuestos o pactos o lo que fuera que nada tenía que ver con el feminismo. Sospecho también de los que quieren llegar al poder y para eso convienen en que el feminismo es una trade mark a la que hay que hay que poner ojitos, aunque luego en tu devenir de partido obvies principios básicos de nuestras reivindicaciones. 

Sospecho de los que quieren minimizar la cuestión del feminismo pretendiendo que la igualdad real ya se ha alcanzado. Sospecho, tal vez más, de los que quieren obligarnos a coger tantas banderas que conseguirán que la nuestra deje de verse. Este miércoles vimos carteles que ponían en pie de igualdad a una mujer y a una vaca para decirnos que el feminismo será antiespecista o no será. Vi manifiestos en los que se concluye que el feminismo será anticapitalista o no será. El feminismo será transinclusivo o no será. El feminismo será ecologista o no será. El feminismo será antifronteras o no será. El feminismo será pacifista o no será. El feminismo será antiAyuso o no será. El feminismo será plurimusical o no será. El feminismo será antigitanista o no será. El feminismo … será todo o no será nada. Sospecho lo que pasará. 

Todas esas batallas son lícitas y muchas de ellas las comparto, pero no tienen nada que ver con el feminismo. Me parece un sabotaje pretender que las feministas no podamos centrarnos en nuestra propia lucha por la igualdad real y efectiva y que desde todos los rincones se nos intente obligar a asumir banderas de luchas que pertenecen a otros colectivos, con los que podemos empatizar, pero a los que no se nos puede imponer negando la necesaria transversalidad de nuestra justa exigencia. Luchen cada uno y cada una por lo que deseen. Tienen todo mi respeto. No intenten cargar ese fardo de la lucha ideológica total sobre las feministas porque eso sólo puede pretender difuminar nuestra reivindicación en la que cabemos todas: las capitalistas y las anticapitalistas, las especistas y las humanistas, las ecologistas y las que no creen en el cambio climático, las ricas y las pobres, las ateas y las creyentes. Ese es precisamente el meollo de la reivindicación feminista: que por el hecho de ser mujeres, de cualquier tipo y condición, sufrimos una discriminación específica, claramente vinculada también a nuestra realidad biológica, y que siendo la mitad de la humanidad no podemos tolerarlo. 

Dejen el feminismo en ese esqueleto y verán cómo suma. 

Las reticencias y las inercias del patriarcado son tan grandes que una feminista siempre debe sospechar mientras sigue adelante con su pequeña lucha diaria que es, en gran medida, la que nos ha traído hasta aquí, aupada por el impulso social y asociativo de otras muchas. Cada mujer que se plantó ante su jefe, cada mujer que entró a mandar hombres que no la querían, cada mujer que conquistó un puesto, cada mujer que salió de su casa, cada mujer que se sigue plantando, aun con riesgo de tener problemas o represalias, cada mujer que dice ya basta -en su casa, en su trabajo, en sus relaciones- es la que lleva en su interior la llama de este movimiento que sobrevivirá a todo esto, estoy segura. 

Mientras eso llega, no bailaré al son de su música aunque sea una batukada en vez de música militar. No me importa tener mala reputación.

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