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Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

Hacerse perdonar

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados
4 de julio de 2024 23:07 h

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Desconfía de la imparcialidad del Constitucional; propone que la Armada contenga la llegada de inmigrantes para que sus embarcaciones impidan la salida de cayucos de los países de origen; se le agotan los calificativos en su ofensiva contra Begoña Gómez; sitúa a Pedro Sánchez como al “máximo exponente de un discurso populista” en busca de “un poder sin contrapesos” y se presta a participar en un podcast ultra abonado a las teorías de la conspiración, el antifeminismo y la insumisión fiscal… Todo forma parte de lo mismo. De la expiación. De hacerse perdonar la culpa a través de un tercero. ¿El pecado? El acuerdo con el Gobierno para reformar la ley del Poder Judicial y renovar el órgano de gobierno de los jueces.

Pese a incumplir un mandato constitucional durante cinco largos años, Alberto Núñez Feijóo quiere hacerse perdonar por sus socios de la extrema derecha la entente con los socialistas y no se le ha ocurrido otra cosa que abrazar su ideario más ultra. Redoblar la apuesta de tal modo que ya piensa, habla y comparte sus recetas. Si en la campaña del 9J recurrió al falso mantra de vincular inmigración con okupación, la delincuencia y el machismo, ahora da un paso más y propone el bloqueo naval contra los inmigrantes. 

Será por aquello de Los Nadies que escribió Galeano: que no tienen cara, sino brazos/que no tienen nombre, sino número/que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local/que cuestan menos que la bala que los mata. En este caso, el mar que se los traga.

O será porque también el Partido Popular Europeo, en un émulo de los discursos de la extrema derecha, ha endurecido sus posicionamientos sobre la materia para retener al electorado más extremista, sin pensar en las consecuencias para los derechos de las personas migrantes y refugiadas en Europa y muchos menos en las obligaciones internacionales de protección. En un mundo cada vez más interconectado, donde la movilidad humana es un fenómeno imparable, el fenómeno requiere de políticas valientes y solidarias, no de la intervención de la Armada, ni de la construcción de más muros ni de fomentar exclusiones. Pero la estrategia del PP responde al auge de las formaciones ultraderechistas, como Alternativa para Alemania, el Reagrupamiento Nacional francés de Le Pen, Vox y a la entrada del movimiento ultra Se Acabó La Fiesta de Alvise. En lugar de desmarcarse, ha optado por un peligroso apaciguamiento con los ultras que conlleva serios riesgos para los derechos humanos y también para la salud democrática de toda la UE al legitimar los planteamientos xenófobos y excluyentes.

¿Quo Vadis, Feijóo? Llegará hasta donde haga falta, incluido prestarse a participar en una entrevista con el streamer y empresario Pedro Buerbaum, un personaje que promueve contenido machista y conspiranoico desde un canal de YouTube con casi un millón de seguidores donde ya ha participado Abascal. Y encima pretende hacernos creer que la decisión responde a la obligación de “estar en todos los espacios” que le “permitan” acercarse “a potenciales votantes”, cuando en sus dos años de liderato nacional no ha pisado un su sólo diario que no sea afín a su ideología. 

Si lo hace es tan sólo porque los abonados al canal de Buerbaum responden al del voto joven masculino que llevó a Alvise Pérez por encima de los 800.000 votos en las elecciones europeas, lo que le proporcionó tres escaños en la Eurocámara. 

La deriva de los populares reafirma la idea de que el acuerdo sobre el Poder Judicial no era una estrategia para recuperar la centralidad, sino sólo una leve tregua en su ofensiva de guerra total contra el Gobierno que no piensan abandonar. Mucho menos explorar otros acuerdos como el de la financiación autonómica, la violencia machista o la ley de Extranjería, como este jueves le sugirió Patxi López desde la tribuna del Congreso.

Una señal más de que, a pesar de haberse cerrado ya el largo ciclo electoral, el líder de la oposición sigue sin asumir que Sánchez habita en La Moncloa y que, como parece, no tiene intención de anticipar elecciones. Alguien debería advertirle de que en ocasiones tener tanta prisa o buscar un objetivo por según qué atajos, como el de legitimar el ideario de los ultras, puede acabar en una espiral autodestructiva.

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