Hoy no llueve y mañana tampoco lloverá

Entre las tradiciones de la Semana Santa en mi tierra, junto a las bullas y las torrijas, estaba siempre la lluvia: qué día llovería, qué hermandades se quedarían sin procesionar, qué Virgen tendría que refugiarse en una parroquia a mitad de camino para no mojarse. Una lotería que podía dejar uno, dos, tres días de agua, con las consabidas lágrimas. Pues este año, nada: sol radiante toda la semana, ni una sola procesión suspendida o interrumpida. Sol y mucho calor. Parte meteorológico: “Hoy no llueve y mañana tampoco lloverá”.
En abril, aguas mil, y la lluvia en Sevilla es una maravilla, pero nos vamos a plantar en mitad de abril sin ver gota, y las previsiones dicen que hasta finales de mes podemos guardar el paraguas. No solo eso: en los próximos días llegaremos a los 35 grados en el Valle del Guadalquivir. Ni a corto ni medio plazo se esperan grandes lluvias y, vistas las medias históricas, tampoco cabe esperar que mayo y junio aporten mucho. Así que vienen meses complicados, con la peor sequía del último medio siglo, tras un 2022 extraordinariamente seco, y los embalses bajo mínimos antes de empezar la campaña de riegos. Con las temperaturas tan altas, mayor evaporación de la escasa agua. Parte meteorológico: “Hoy no llueve y mañana tampoco lloverá”.
Hablo de Andalucía, pero podemos mirar a Cataluña. El campanario emergido hace bonito en Instagram, sí, pero los pantanos están bajo mínimos tras dos años de pocas lluvias. Otras zonas de España también miran con preocupación el ciclo de lluvias y las reservas hídricas, y los agricultores avisan de lo que viene: cada campaña agrícola puede ser un drama, habrá qué elegir qué cultivos regar y cuáles no, con las consecuencias esperables sobre cosechas y precios. No les hablo de incendios para no darles el día, que con el monte seco y las altas temperaturas ya pueden echar cuentas, y a la espera de si el verano de 2023 hace buena aquella guasa de que el tórrido verano de 2022 era en realidad “el más fresquito de los venideros”. Parte meteorológico: “Hoy no llueve y mañana tampoco lloverá”.
En realidad yo no quería hablarles de sequía, sino de literatura. Quería recomendarles una novela excepcional, de lo mejor que van a poder leer este año: Persianas metálicas bajan de golpe, de Marta Sanz. Pero mientras la leía, me percutía en la cabeza un estribillo que se repite una y otra vez en la novela: “Parte meteorológico: ”Hoy no llueve y mañana tampoco lloverá“. Ese parte emitido a diario, junto al sobresalto de persianas bajando de golpe, es el sonido del futuro en esta novela que no quiero llamar distópica para no disuadirles, pues sé que estamos todos cansados de distopías y futuros aterradores, y no me gustaría que se perdieran una novela asombrosa, divertidísima, cruel pero a la vez humana y, como todo lo que escribe Sanz, radical en fondo y forma.
Pensaba mientras leía a Marta Sanz que, entre todo el baratillo de profecías y amenazas que maneja la ficción distópica en novelas, pelis y series (tecnología controladora, inteligencia artificial desmadrada, contaminación, virus, democracia deteriorada, desigualdad brutal, violencia, deshumanización…), y del que Sanz picotea aquí y allá con mucho humor y mala leche, el que más me aterra es precisamente ese parte meteorológico que no espera al futuro porque está ya aquí, que no anticipa un mundo Mad Max sino unos próximos veranos con restricciones crecientes, cosechas perdidas o encarecidas, incendios incontrolables y, en otras regiones del planeta, hambrunas terribles como las que ya está dejando el cambio climático. Me aterra porque no es el parte meteorológico del Land in Blue de Marta Sanz, sino el que oigo cada mañana en la radio mientras me asomo a la ventana: “Hoy no llueve y mañana tampoco lloverá”.
23