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Jorge Javier Vázquez, el clasismo y la televisión

Jorge Javier Vázquez presentando el programa Sálvame naranja.

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En Badalona había una discoteca que se llamaba Titus, era el garito donde iban los pijos. Jorge Javier Vázquez tenía un sueño cuando era adolescente, y era entrar en la Titus. Pero no lo consiguió. Su aspiración cuando vivía en el barrio de Sant Roc era poder salir de allí y entrar en esa discoteca. Pero no le dejaron entrar.

Le pasó lo mismo cuando le dieron el premio Ondas. Hubo quienes no le dejaron entrar negándose a entregarle el premio. Se tomó su revancha denunciando a quienes se lo negaron. Siempre hay lugares a los que no te van a dejar entrar si vienes de una extracción humilde, aunque hayas alcanzado el éxito entendido en términos capitalistas, cuando no reniegas de los orígenes. Esos desprecios clasistas tienen que ver con el desprecio a lo popular y a veces pueden llegar también de aquellos que provienen de los mismos espacios de socialización. Hace un tiempo yo despreciaba el trabajo que hacía Jorge Javier Vázquez, por eso entiendo el error que cometieron Carles Francino y Ángels Barceló, porque lo cometí igualmente, aunque fuera en silencio. Esa equivocación prejuiciosa, la mía, se debía a una vergüenza social que late en todos aquellos que viniendo de barrios obreros tenemos aspiraciones o inquietudes culturales. Rechazamos lo que somos, en lo que nos hemos criado, y esa televisión está en lo más profundo de nuestra socialización.  

Jorge Javier Vázquez explicaba en una entrevista en TV3 que nunca decía que venía del barrio de Sant Roc, sino de cerca del parque de bomberos. Ahora habla de sus orígenes con orgullo, porque ahora sabe que ese origen le ha hecho ser lo que es hoy. Ese viaje de ida y vuelta, de la vergüenza al orgullo, es habitual en quienes venimos de barrios obreros y luego hemos ocupado, de manera temporal y accesoria, espacios de representación burgueses destinados a una capa social más privilegiada. Hemos vuelto a nuestros orígenes, adquiriendo conciencia de clase, al ver que en aquel espacio idealizado en nuestra adolescencia no nos iban a aceptar por nuestra condición social. Asumir tu propia condición sirve para no despreciar todo aquello que ha servido a tu socialización. Sálvame y la televisión del corazón en sus diversas formas es parte de esa cultura popular que nos ha hecho ser lo que somos hoy, y no con una carga peyorativa, sino orgullosa.

A mí no me gusta la televisión que hace Jorge Javier Vázquez, pero es que tampoco me gusta la televisión en general. Es donde trabajo, pero no la consumo y no pasa nada. Hay mucha otra gente que sí lo hace y ese acervo forma parte de la cultura popular que solo se puede despreciar desde una atalaya de soberbia cultural. A mí lo que me gusta es hablar de libros y cultura, como esa pequeña sección que tenía en Onda Madrid y que me quitó Isabel Díaz Ayuso cuando entró su dirección política. Pero soy consciente de que absolutamente nadie me hubiera publicado ninguno de mis libros, y por supuesto no tendría lectores, sin la visibilidad pública que me ha aportado la televisión. Sería un necio si negase que solo gracias a ella puedo escribir, publicar y que se me lea. No tuve padrinos ni la suerte de un origen burgués que me hiciera poder desarrollar una actividad como la escritura, que tiene tanto de contemplación. Algo que no puede permitirse la clase trabajadora. Despreciar a quien consume televisión, y un tipo de programas específicos, es tan solo un ejercicio de clasismo que todos hemos cometido en algún momento de nuestra vida.

Jorge Javier Vázquez no hubiera podido hacer teatro, ni escribir novelas sin sus programas de televisión. Pero no se le puede prejuzgar ni encasillar por realizar un tipo de entretenimiento que consumen, sobre todo, las mujeres mayores de una extracción social humilde. Por eso también es ninguneado, porque sus consumidoras son así mismo despreciadas. No habría que haber despreciado su trabajo de acompañamiento, porque su televisión es compañía de gente sola, aunque no hubiera hecho ningún tipo de acercamiento a lo que se considera cultura elevada. Jorge Javier ha cuidado con sus programas de televisión a miles de mujeres solas, que no tenían otro entretenimiento, que se sentían en compañía y arropadas poniendo la tele y haciendo punto con las piernas debajo de la mesa camilla y el calor del brasero.

Durante muchos años he visto a mi madre avergonzarse porque le gustara poner Sálvame, se disculpaba cuando estaba presente y lo ponía, en parte porque yo no comprendía que Jorge Javier Vázquez le hacía una compañía que su marido, matándose a horas en el trabajo, y sus hijos, interesados en otros menesteres, no le daban. Por eso, Jorge, por ser parte de mi familia al cuidar a mi madre, por ser parte de la construcción popular de la clase obrera, de mi clase, gracias y perdón.

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