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La lección de Correos a Feijóo

Una ciudadana entrega la documentación para ejercer el voto por correo en una oficina de Madrid. EFE/ Mariscal
22 de julio de 2023 00:03 h

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Cuestionar resultados electorales no es un invento de Trump. Casi tres décadas antes, el PP ya había incursionado en este peligroso camino cuando intentó desvirtuar la victoria de Felipe González en las elecciones de 1993. Lo hicieron en rueda de prensa conjunta Javier Arenas y Alberto Ruiz-Gallardón, al sembrar dudas sobre la hora de cierre de colegios electorales y sobre la credibilidad del escrutinio. Lo hizo también Rodrigo Rato al poner en entredicho la fiabilidad del censo electoral. Por fortuna no irrumpieron hordas en el Congreso como en Washington, y el PP tuvo que esperar tres años -nada pacientemente: recuérdese la infame ofensiva del 'sindicato del crimen' contra González- para llegar a la Moncloa.

Con Zapatero también cuestionaron el resultado electoral, pero con otros argumentos. Alegaron que los socialistas habían ganado gracias a un hecho excepcional como los atentados del 11M y que en circunstancias normales, como se suele votar en democracia, habría ganado Rajoy los comicios. Y mantuvieron durante largo tiempo, con la ayuda entusiasta de medios amigos, la teoría conspirativa de que la matanza había sido obra de ETA o que, por lo menos, no había suficiente claridad sobre su autoría. El mensaje era evidente: Zapatero había ganado en un contexto anómalo, atribuyendo tramposamente los atentados al terrorismo yihadista porque sabía que así afectaba al PP por la implicación de Aznar en la impopular guerra de Irak. 

Y llegamos a Sánchez. Desde el mismo momento de la convocatoria de las elecciones anticipadas del 23J, el PP comenzó a esparcir dudas sobre la fiabilidad de Correos para garantizar el voto de los desplazados por vacaciones, poniendo así en entredicho la limpieza de las elecciones. Lo dijo Feijóo a su artificiosa manera, llamando a los carteros a mantener su independencia “a pesar de sus jefes”, con lo cual insultaba no solo a los máximos responsables de la empresa estatal como era su evidente pretensión, sino también a los propios carteros, al considerar de manera implícita que existía la posibilidad de que no ejercieran con integridad sus funciones. Por lo visto, Feijóo no es muy consciente de las complejidades del lenguaje, como sucedió ayer mismo al justificar su relación con Marcial Dorado con el argumento de que, cuando lo conoció, este “había sido contrabandista, nunca narcotraficante”.

Las insidias sobre el voto por correo ya las había ensayado el PP con las elecciones municipales y autonómicas del 28M, aunque en este caso iban dirigidas no contra Correos, sino contra el PSOE, por supuestamente beneficiarse de una red de fraude en torno a esa modalidad de votación. Habían saltado corruptelas en diversas localidades que implicaban a cargos o militantes de varios partidos (incluido el PP), pero el partido de Feijóo y su artillería mediática decidieron que había que poner la lupa en Mojácar, donde habían sido detenidas siete personas, entre ellas dos cargos socialistas. La verdadera razón de esta fijación con la localidad almeriense obedecía a que es lugar habitual de vacaciones de Pedro Sánchez y Félix Bolaños, lo que convertía al presidente y a su ministro de la Presidencia, obviamente, en los cerebros malévolos de una muy poderosa trama de corrupción electoral de alcance nacional. En junio pasado, el único de los siete detenidos que seguía en prisión era, curiosamente, un apoderado del PP en los comicios de 2019 que estaba en busca y captura desde 2020 por cinco delitos no relacionados con fraude electoral. Pasadas las elecciones del 28M, los populares, embriagados de euforia por sus excelentes resultados, no hicieron el menor acto de contrición por haber sembrado dudas sobre la limpieza de aquelllos comicios y no volvieron a acordarse de Mojácar.

Ahora, con las elecciones del 23J, los objetivos han sido los “jefes” de Correos, aunque eso implicaba llevarse por delante el prestigio de una empresa caracterizada por su eficacia y buen hacer. Feijóo actuó con evidente mala fe, al aprovechar con fines políticos las comprensibles tensiones organizativas y laborales que implicaba para Correos una convocatoria electoral sorpresiva en pleno verano. Peor aún: soltaba sus insidias cuando ya la dirección de la empresa había reclutado a casi 20.000 personas para reforzar el servicio de cara a los comicios. 

Feijóo encontró en su estrategia a un aliado singular: el portavoz de CCOO en Correos, Regino Martín, quien llegó a decir que “el presidente de Correos no está facilitando el voto y el Gobierno no parece estar encariñado con que la gente vaya a votar”. Con base en las afirmaciones de Martín, el PP interpuso una denuncia ante la Junta Electoral Central, que el órgano responsable de la limpieza electoral rechazó alegando que Correos estaba implementando las medidas necesarias para garantizar el voto. La central obrera, a su vez, se desmarcó de las afirmaciones su portavoz en la empresa. Pero había algo más: tal como reveló días atrás este diario, Martín mantiene una relación amistosa con Feijóo desde los tiempos en que este presidió Correos, hasta el punto de que ha sido un habitual en sus tomas de posesión. En la última, el congreso extraordinario que proclamó a Feijóo como líder del PP, este lo saludó ante el público como “el único amigo comunista que tengo”. 

¿Y cómo ha terminado la historia? Pues que Correos –sus directivos y sus trabajadores- ha cumplido la dificilísima misión encomendada. Hasta la medianoche de este jueves se habían emitido 2,4 millones de votos, el 93,8% de las solicitudes admitidas, con lo que solo quedaban 161.254 solicitantes que aún no habían enviado su voto.  Se trata de la cifra más alta de votos por correo registrada en la historia de la democracia española, que duplica la habitual en los procesos electorales.

Por supuesto que Feijóo no ha pedido perdón por las peligrosas dudas que ha arrojado sobre el proceso electoral. Más aún: probablemente se atribuirá el éxito de Correos manifestando que gracias a sus denuncias y su vigilancia se evitó el ‘pucherazo’. Eso si gana, en cuyo caso no tendría ya sentido seguir con la matraca del fraude. ¿Y si pierde? Tranquilos. Algo se inventará. 

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