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Lecciones de agosto a agosto

EFE/MSgt. Donald R. Allen
24 de agosto de 2021 22:01 h

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Decíamos siempre que en agosto no pasa nada –aunque no fuera cierto- pero en el de 2020 sí pasó. En múltiples ámbitos. De hecho, es el mes que parece elegido para atenuar acciones de impacto en lo que vino en llamarse la agosticidad. Así ocurrió marcadamente en 2010 en el Parlamento español cuando -forzados por la UE, la Troika y Obama- se cambió la Constitución en su artículo 135 para dar prioridad a la deuda sobre las necesidades de los ciudadanos.

Agosto de 2020. La salud en primer plano sin quererlo, evidentemente. Era el centro del verano que no se podía perder y subieron los contagios. Todavía no había vacunas. Pero muchas personas estaban hartas de coronavirus y restricciones. Este año todavía se ha incrementado más el cansancio de pandemia, muchos se han lanzado a vivir como si el Covid 19 no existiera, mientras seguían cayendo afectados en hospitales y UCI. El goteo es incesante. Y se siguen agostando ancianos en las residencias. Y la Atención Primaria anda en precario. Y en la España vaciada, mucho más. Y el veraneo no logra remontar. No puede decirse que sea una sorpresa.

Todo y siempre avisa. Las carencias sanitarias, la corrupción estructural, los flancos débiles por donde estalla el tablero mundial cuajado de intereses, la política turbia, los síntomas desoídos, el dolor de los dardos envenenados. Las historias fallidas tienen la costumbre de repetirse si quien puede no opera cambios.

Como este agosto, el pasado en 2020 hablaba de Afganistán, pero apenas nadie lo escuchó. El precio de la paz acordada en Doha entre los EEUU de Donald Trump y los talibanes en febrero iba a ser la liberación ya de 400 de ellos con un pasado sanguinario. El intercambio formaba parte de un histórico pacto por el que los estadounidenses se comprometían a retirarse de Afganistán en 14 meses, y los talibanes, a negociar la paz con el gobierno afgano. Estos lo han obviado y Afganistán vive un complejísimo momento que tiene en jaque a un mundo desbordado, que cede y trata de compaginar, sin dejar de aprovecharse. Las mujeres están aterradas por el integrismo talibán que las cerca y el aeropuerto de Kabul constituye una incierta puerta de salida a la que llaman ciudadanos desesperados. Con fecha de caducidad para el cerrojazo en ratonera: el miércoles 1 de septiembre. Avisó. Y no se prestó atención.

El 4 de agosto de 2020 se produce una fuerte explosión en el Puerto de Beirut. El balance se va concretando en al menos 200 personas muertas y 7.000 heridas. Las pérdidas materiales, enormes, especificarán más adelante que 250.000 habitantes de la capital de Líbano se han quedado sin vivienda. En el puerto se almacenaban 2.750 toneladas de nitrato de amonio junto a sustancias combustibles. Llevaban allí siete años. Se sabía y nadie hacía nada pese a las voces que advertían del peligro. La corrupción troncal corroe. Y mata. Y siempre avisa.

Todo avisa. El 3 de agosto nos comunicaron, tras intensos rumores, que Juan Carlos de Borbón abandonaba su residencia en España. Lo oficializó en una carta a su hijo y sucesor, el rey Felipe VI, contando que se iba para facilitar su labor “ante la repercusión pública que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada”. De agosto a agosto no han parado de surgir nuevas revelaciones de su vida más que privada que llenan de bochorno e indignación a cualquier conciencia ética. Y no pasa nada, como no pasó cuando se instaló en otro pozo de autarquía y represión como son Emiratos Árabes.

Con agosticidad, Pablo Casado –o quien mande de verdad en el PP- hizo el año pasado uno de sus eufemísticamente llamados viajes al centro, destituyendo a la lenguaraz Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz. Después se lanzó a un centrifugado continuo en el que cada vez suelta más esencias de su ser en forma de disparates sin freno. Insiste en presumir de lo que carece y atribuir a la oposición las culpas propias. Martínez Almeida anda a la par. Y Ayuso saca criptomoneda propia, los 'Ayusocoins' denominados, como se ve, en perfecto español de Wisconsin. Un año atrás Ayuso confinaba arbitrariamente en su apuesta por la libertad de las cervezas. Se apaleaba la protesta en Vallecas, y el periodista Manuel Rico insistía en su valioso trabajo de denunciar la masacre de las residencias de ancianos que se llevó miles de vidas. Datos escalofriantes que la justicia desestima para culpar solo al personal directivo y sanitarios que cumplieron las órdenes protocolarias del gobierno de Madrid. El Consejo General del Poder Judicial, que llevaba en agosto de 2020 dos años caducado, ya lleva tres.

Se diría que el neoliberalismo reinante cuajó en Afganistán su paraíso perfecto: ingentes impuestos de los ciudadanos –norteamericanos sobre todo- para tejer unas fuerzas armadas que faciliten la comodidad de los negocios. Los servicios públicos que tejen los Estados y las sociedades quedaron en segundo plano. Y a eso caminan la mayor parte de los países, paradójicamente pese a la pandemia que no consigue que se aprendan sus lecciones. De ahí y, por si faltara poco, se ha añadido la ultraderecha fascista que crece y se expande en numerosos lugares como peste sin control.

El Gobierno sigue en cabeza de grupo en vacunaciones, recibe elogios por su actuación ejemplar en las tareas para evacuar refugiados en Afganistán, aborda agendas sociales, pero tiene una importante lacra en las devoluciones de menores a Marruecos y en asuntos fundamentales que permanecen sin resolver.

Pablo Iglesias se fue de la vicepresidencia, del Gobierno y de la política. El agosto anterior hubo de suspender las vacaciones familiares por acoso. Infames portadas acribillaron todo el mes con denuncias sin causa que hubieron de ser archivadas, como siempre. Las cartas con balas perdieron su autoría en dependencias policiales, tiempo después. Y la “oposición” mediática todavía le persigue.

Andábamos muy añorantes en agosto de 2020 de los abrazos perdidos. Pero la búsqueda del bienestar encontraba hueco en grandes momentos de relax, de liberación del confinamiento dentro mismo de las precauciones. Cuando aún las urracas venían a posarse de dos en dos en las torres de las azoteas. Ahora ya no están, ha vuelto a expulsarlas la contaminación de las ciudades.

Había más tiempo para leer y pensar –quienes suelen leer y pensar, claro-. La última semana de agosto de 2020 resucita un antiguo artículo de prensa que vuelve a recomendarse. Es del periodista de La Vanguardia en Madrid, Pedro Vallín, publicado en 2016 y tomando como punto de partida La llegada (Arrival) o La vida atributiva, de Denis Villeneuve. La película, de ciencia ficción, habla de traducir los sonidos que emiten desde doce naves extraterrestres aposentadas en la Tierra. De descodificar lo ininteligible, para aprender lo que avisa. Ya apenas se escribe así en los periódicos. Pero hay que hacerlo para buscar y surtir guías. Porque ya apenas se entiende ni lo más claro.

“En el discurrir de nuestras vidas, el pasado actúa sobre el presente con sus avatares arbitrarios, es el hoy el que recibe la acción del ayer. En nuestra memoria es justamente al contrario, el presente somete al pasado cuando lo domestica convirtiéndolo en un discurso biográfico”, decía Vallín. Por eso quizás no se ve, no se aprende, se desvirtúa la realidad y se vive en falso.

Escribí mi convicción de que hay que jugar aunque se pierda, que hay que vivir aunque se muera, elegir vivirlo a pesar de saber por anticipado la pérdida, porque existen momentos que llenan una vida. Al menos para quien tiene la capacidad, el privilegio, de experimentarlo así.

Agosto de 2021 se va para volver a empezar que será seguir cayendo si no se atiende a las alertas que marca diáfanamente el pasado, la experiencia, el contexto. La verdad de lo vivido, lo que cabe en razón esperar, lo que borra los espejismos. Las lecciones de los abrazos rotos. De las mentiras difundidas. De los textos discontinuos. De las trampas sucias. De la estupidez cegadora. De las claves ocultas.

Las historias fallidas solo se repiten si quien puede no hace nada por cambiar decididamente el sesgo: se pudren y derruyen cada vez más. En todos los órdenes de la vida, lo básico es evaluar los datos, compararlos, sacar las conclusiones lógicas y actuar. Parece mentira que haya que explicarlo.

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