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La mala racha del FMI

La directora del FMI, Christine Lagarde. \ Efe

Rosa Paz

No es que el Fondo Monetario Internacional (FMI) haya ido en los últimos años de éxito en éxito. Más bien al contrario. Lleva tiempo sin atinar en sus previsiones económicas y sus recetas para salir de la gran crisis –esa que fue incapaz de vaticinar– se han demostrado erróneas como reflejan los indicadores de crecimiento de la Unión Europea y, más aún, los indicadores de sufrimiento de millones de ciudadanos condenados al paro, a los bajos salarios y a los recortes de derechos y prestaciones sociales. El propio FMI admitió hace más de un año que se habían equivocado en la dosis de austericidio aplicada en Grecia, “notables errores” que causaron una recesión más profunda, un nivel de desempleo “excepcionalmente alto”, la caída de la demanda interna y una deuda pública que superó “de largo” las previsiones. Los entrecomillados son suyos.

Nada hizo, sin embargo, para corregir esos fallos, salvo perseverar en el error. Más políticas de austericidio y, por tanto, más pobreza. No se conoce tampoco que algún responsable del organismo asumiera responsabilidades. Al fin y al cabo esos “notables errores” deterioraron la calidad de vida de varios millones de ciudadanos, lo que ya parece motivo suficiente como para que se hubieran producido dimisiones o destituciones. Pero es que además ese desglose de resultados griegos es contrario a lo que se supone que el FMI defiende. Porque puede parecer sorprendente, pero en su página oficial se asegura: “El Fondo Monetario Internacional promueve la estabilidad financiera y la cooperación monetaria internacional. Asimismo, busca facilitar el comercio internacional, promover un empleo elevado y un crecimiento económico sostenible y reducir la pobreza en el mundo entero”. ¡Empleo elevado, crecimiento sostenible, reducir la pobreza... en el mundo entero!

Además de equivocarse en las políticas económicas, parece que el FMI está también poco acertado en la política de reclutamiento de sus máximos responsables. Rodrigo Rato, director gerente de 2004 a 2007, fue imputado por el caso Bankia, cuya presidencia ocupó al volver a España. Su sucesor, el francés Dominique Strauss-Kahn, tuvo que dejar el FMI acusado de violación. Y ahora, la también francesa Christine Lagarde ha sido imputada este miércoles, tras tres años de investigación, por “negligencia” en el pago al exministro y empresario Bernard Tapie de una indemnización de ¡403 millones de euros! por parte del Estado francés, cuando Lagarde era ministra de Economía de Nicolas Sarkozy.

La directora gerente del FMI ya ha dejado claro que no piensa dimitir, que imputada no quiere decir culpable. El mismo argumento que utilizan sus colegas en España y que no se sostiene si se pretende que los políticos sean honrados –y lo parezcan– en el uso de los recursos públicos y se busca que los ciudadanos vuelvan a confiar en las instituciones. Una duda: ¿Presionará el Gobierno español para que el FMI destituya a Lagarde como lo hizo para que Magdalena Álvarez fuera apartada de su puesto o dimitiera como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI) cuando fue imputada por el caso de los ERE? Álvarez acabó por dimitir el 25 de junio. Y Lagarde también debería irse llevándose consigo a aquellos responsables del FMI que no cumplen con los principios fundacionales, ni promueven el empleo elevado ni el crecimiento económico sostenible ni la reducción de la pobreza en el mundo entero. O tal vez creen que lo hacen pero son unos negados, porque hasta ahora solo van consiguiendo lo contrario. En el mundo entero.

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