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Mejor irse antes de que te echen

El exministro de Transportes y diputado del PSOE José Luis Ábalos, durante una sesión plenaria

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Siempre es mejor irse a que te echen. ¿Ocho años? ¿Diez? ¿Doce? Si todos los cargos públicos se marcaran un horizonte de salida para no estar en el sillón más de dos o tres legislaturas, todo sería distinto. Para eso, claro, los partidos deberían primar el talento a la lealtad, la formación al amiguismo y la vocación de servicio público a los equilibrios orgánicos. Preguntarse a estas alturas por qué medran en las organizaciones políticas personajes mediocres que hubieran tenido serias dificultades para labrarse una carrera profesional fuera de la política es un ejercicio baldío. Hablamos de un mal endémico de todos los partidos. Todos tienen un Koldo entre sus filas. Personalidades turbias y con ángulos ciegos, aunque no necesariamente siempre trinconas. 

Lo de perpetuarse en el poder no es algo que afecte sólo a los de la primera línea, sino que llega a obsesionar a todo el que forma parte de la nómina de un partido o de una lista electoral. Da igual que sea a nivel nacional, regional o local. Todos quieren seguir sine die y mantener la nómina pública de por vida. Y cuando truena, como le ocurre ahora a José Luis Ábalos por el 'caso Koldo', se atrincheran. Porque atraviesan una mala situación económica, porque no ven posibilidad de mantener su nivel de ingresos más allá de la política, porque se declaran ajenos al escándalo de corrupción que, por acción u omisión, les salpica o simplemente porque temen perder el aforamiento.

A José Luis Ábalos, que fue sanchista antes de que Pedro Sánchez fuera el nuevo rostro del socialismo español en 2014, le han enseñado la puerta de salida desde el Gobierno y desde el PSOE por su “responsabilidad política” en el escándalo Koldo. Lo han hecho Montero, Cerdán y Sánchez y, ahora, por unanimidad, la dirección del partido. Y aun así se resiste. Unos dicen que porque su situación económica es crítica. Y otros, que porque perdería el derecho a ser encausado y juzgado por el Supremo en el caso de que fuera imputado. De momento, su nombre no está afectado por la investigación de la que está siendo objeto su ex asesor por el cobro de comisiones en la compra de mascarillas durante la pandemia. 

Ábalos y Sánchez se conocieron en la bancada del PSOE en el Congreso de los Diputados y, desde entonces, la lealtad al hoy presidente del Gobierno ha sido el primer valor que destacan los socialistas del que fuera su secretario de Organización hasta 2021. Ábalos no falla cuando da su palabra. Incluso sus contrincantes admitieron siempre su condición de negociador eficaz y cumplidor de acuerdos. Su nombre, según dice haber comprobado el PSOE, no aparece en el sumario que investiga el caso Koldo, pero la presión política y mediática sobre el Gobierno ha hecho el resto porque los socialistas entienden que “la pena del telediario” en tiempos de polarización y luchas por el relato ya se ha impuesto. 

El ex ministro ha dimitido como presidente de la comisión de Interior del Congreso, pero de momento no ha entregado el acta de diputado como le exige una resolución aprobada por la Ejecutiva Federal del PSOE. Si antes de las 11 de la mañana de este martes no lo hubiera hecho, el partido entiende que pasará al Grupo Mixto, pero también que se enfrenta a un expediente disciplinario con sanción grave o muy grave que puede acabar en expulsión por hacer caso omiso de una instrucción de la dirección socialista. 

En Ferraz cuentan que el también ex secretario de Organización del PSOE habría pedido una “salida económica” en algún Consejo de Administración de empresa pública, a lo que la dirección se ha negado en rotundo, aunque ha barajado otras salidas, al margen de la cesantía que le correspondería por dejar el escaño y que le cubriría económicamente durante los próximos meses.

Más allá de las penurias económicas, más allá de que Ábalos asegure haber tenido durante años 200 cañones apuntándole “en busca de alguna irregularidad que nunca nadie encontró”, en política como en la vida hay algo que se llama dignidad. Es algo que no se compra ni se vende, que viene de serie y que puede glosarse como la cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad y, sobre todo, con respeto hacia uno mismo para no permitir que lo humillen ni degraden. Y ante una circunstancia así, siempre es mejor irse a que te echen de los sitios. A Ábalos, con razones o sin ellas, el PSOE ya le ha echado. Pero sólo a él le corresponde la gestión de su propia dignidad; a su partido, asumir que en adelante ha puesto muy alto el umbral de exigencia y a la oposición, en lugar de salivar con el escándalo, seguir el ejemplo con quienes entre sus filas están imputados y siguen en sus puestos.

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