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Narco España

Minuto de silencio en el ayuntamiento de Barbate (Cádiz) por los agentes de la Guardia Civil fallecidos el viernes tras ser embestidos por una narcolancha.

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En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante"

Papa Francisco

Ha hecho falta el asesinato grabado y jaleado de tres servidores públicos para que quede al descubierto el gravísimo problema que el país arrostra desde hace décadas sin que exista una conversación abierta sobre él, sin que los poderes públicos de cualquier signo se signifiquen por una lucha coordinada y abierta y sin que los ciudadanos sean conscientes de su gravedad global. España está comida por las mafias. No me llamen exagerada porque no lo soy. Las mafias y el crimen organizado llevan décadas asentándose en nuestras costas, primero, y luego en nuestras ciudades, y dado que los crímenes que cometen son en muchos casos ajustes de cuentas internos y que muchos de sus delitos son transnacionales y que desde sus bases españolas organizan operaciones que parecen no suceder aquí, hemos tenido a bien cerrar los ojos y mirar para otro lado como si asistiéramos a un encadenamiento continuo, persistente y agravado de “casos aislados”. 

Mientras discutimos sobre organizaciones terroristas inexistentes, las mafias chinas, rusas, italianas, colombianas, holandesa, rumana, turca, norteafricana y nigeriana no sólo están cómodamente asentadas en nuestro país sino que apenas son combatidas con medios dispersos y obsoletos sin una visión clara de la gravedad del problema al que nos enfrentamos. El desparpajo y la alevosía de los asesinatos de Barbate es un exponente brutal y claro de algo que permea y corroe el Campo de Gibraltar pero no solo. La Costa del Sol, Granada, el Levante todo, con Alicante como epicentro, Madrid, Barcelona, Galicia y hasta Gijón sufren permanentemente las actividades del crimen organizado. Si realizan una busca sistemática en la hemeroteca encontrarán referencias continuas en la prensa local de esas zonas a desarticulaciones, crímenes, tráfico u otras actividades de las más diversas mafias internacionales. Vistas así, una a una, perdidas en el fárrago de la información, sin sistematizar, aisladas, pueden aparecer como episódicas, pero no lo son. Se trata de una cuestión de gran calado y graves efectos que afecta no sólo a los delitos cometidos en nuestro territorio o desde nuestro territorio sino también a la corrupción que la acompaña. Y que también ha sido detectada en poderes políticos locales, sin que quepa duda de que ha debido de penetrar aun más en el tejido social español sin que hayamos sido capaces de detectarlo. 

Es una amenaza del siglo. Los países europeos, zona de recreo preferida por los mafiosos y grandes delincuentes, pero también consumidora de muchos de los productos en los que se han ramificado sus actividades delictivas –hachís, cocaína, pastillas, mujeres– presentan una doble debilidad muy peligrosa. No es ficción. Países tan europeos como Bélgica y Holanda lidian ya con el reto de los clanes mafiosos –Mocro Maffia– a los propios poderes del Estado. Un plan para secuestrar al ministro de Justicia belga o las amenazas sobre la heredera del trono holandés muestran hasta dónde puede llegar el desafío. Es importante comprender que este desafío a la democracia y al Estado de Derecho es más importante y tiene más visos de resultar victorioso que el de los independentistas catalanes. La diversificación de las actividades es evidente. Están creando núcleos logísticos de distribución y se acrecienta la dimensión económica y financiera de su implantación. Ese es otro riesgo. No se trata solo del blanqueo de capitales sino de que su mera actividad y hasta su descanso lúdico proporcionan una fuente inusitada de riqueza a las zonas en que se asienta –compran coches, casas, negocios, hoteles– que las va convirtiendo en atractivos inversores para parte de la población. Por eso no se extrañen de que haya gente que jalee sus desmanes o sus crímenes como ha sucedido en Barbate. Por eso y porque muchos de los pequeños grupos de contrabandistas de estas zonas se han transformado en mafias autóctonas que trabajan como subcontratas de las grandes. 

¿Cuántas voluntades han comprado? ¿Hasta dónde han llegado? A veces me temo que con la corrupción intrínseca que se debe derivar de una implantación tan grande de entidades mafiosas pase como con la prevaricación judicial, que se argumente que en España no existe porque no existen condenas, es decir, porque no se ve o no se quiere ver. Denuncié en una columna como esta el extraño caso de los mafiosos rusos de Benidorm a los que un extraño ¿olvido? judicial permitió irse de rositas. Que sepamos nada se ha investigado sobre este hecho. Y así debe haber legión de asuntos y asuntillos. A veces despunta el caso de un concejal o un alcalde al que han untado. Entenderán que no pueden ser casos aislados, porque por su propia dinámica las mafias precisan de la corrupción de las administraciones. El tema se va amplificando. De hecho, el “eficaz” ministro Marlaska amplió el Plan Especial para el Campo de Gibraltar que abarcaba las provincias de Cádiz, Málaga y Huelva a las de Granada, Almería y Sevilla debido al “progresivo deterioro de los índices de seguridad objetiva y subjetiva” de la zona. Señal de que afecta ya a la ciudadanía. 35 millones. Los mismos, por ejemplo, que la Junta de Castilla y León destinó a la recuperación tras un incendio de Sierra Culebra. Un capitalazo que da risa. Contra las poderosas mafias, ya ven. “¡Que no vengan al funeral si no nos dan más medios!”, clamó al conocer los hechos una fiscal de la zona.

Estamos en la Coalición Europea contra el Crimen Organizado. Los responsables, me da igual de qué partido, porque esto no viene de ahora sino que se ha extendido durante décadas, lo saben con más detalle. ¿Por qué es un tema inexistente en nuestro debate público? ¿Por qué hacer cosas efectivas y reales ha salido del ámbito de la política? Dicho lo cual, Marlaska es un ministro inefectivo y pusilánime que nada ha aportado a este problema ni a tantos otros. 

Dos muertos y otros tantos heridos por cumplir con su deber, por defender lo que es de todos, sirvan como bandera de muestra de uno de los problemas más decisivos a los que nos enfrentamos como sociedad y del que no se habla nunca. Ni de eso ni del consumo lúdico de drogas en nuestro país en círculos de todo tipo. Haremos reportajes sobre el fentanilo o contaremos como una gracia que hay restos de coca en el Congreso o que las pirulas en los jóvenes son tan comunes como antes el Habanos. Miremos siempre hacia otra parte. ¡Oh, gloriosos catalanes! ¡oh, inclementes extremistas de derecha! ¡Oh, resignificadores, identitarios, mixtificadores! Todos vinieron a rescatarnos del duro tajo de la realidad que es el que nos va a destrozar. Amén narcoEspaña y olé. Unidos y corrompidos ¿qué problema hay?

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