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Es necesario un debate sereno (¡violadores a la calle!)

La ministra de Justicia, Pilar Llop, y la ministra de Igualdad, Irene Montero, en agosto de 2022

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Es necesario un debate sereno (¡violadores a la calle!) sobre la llamada ley del ‘solo sí es sí’. Nunca es bueno legislar en caliente (¡violadores y también pederastas!) y no deberíamos precipitarnos en reformar una ley (¡más de 300 agresores beneficiados con rebajas de penas!) que apenas acaba de entrar en vigor y que según los expertos (¡una treintena excarcelados!) necesita tiempo para asentarse (¡64 rebajas de pena en Andalucía!) y crear jurisprudencia (¡46 en Comunidad Valenciana y otras tantas en País Vasco!), además de estudiar bien de qué manera se está aplicando la ley en las revisiones de condenas.

Es comprensible la alarma social, pero hay que tener la cabeza fría (¡42 rebajas en Madrid, 30 en Galicia, 21 en Castilla y León…!) e informar a la ciudadanía con rigor y claridad: la mayoría de condenas vigentes no se está revisando a la baja (¡reducida la condena a un maltratador que violó a la hija de su pareja en A Coruña!); y en cuanto a las excarcelaciones se trata en muchos casos (¡el violador de Lleida, depredador sexual con alto riesgo de reincidencia!) de condenados que habrían salido igualmente libres en poco tiempo, tras haber cumplido la mayor parte de sus penas.

No podemos caer en el populismo punitivo (¡excarcelado el hombre que violó dos veces a la misma mujer!), ese que resuelve cualquier problema aumentando penas. Si la ley tiene defectos (¡el violador del portal!) habrá que corregirlos, sí, pero no en el sentido de aumentar penas, que además ya no afectará a quienes hoy (¡el asesino de Laredo!) se benefician. Hace falta un gran esfuerzo explicativo para señalar que nuestro código penal ya es uno de los más severos de Europa (¡la espeluznante lista de los pederastas beneficiados por la ley de Irene Montero!), especialmente en materia de delitos sexuales. La propia ley endurece algunas penas y crea nuevos delitos. Los expertos coinciden (¡un profesor condenado por abusar de cuatro menores a los que pagó por dejarse tocar y chupar!) en que no hay relación directa entre la dureza o levedad de las penas y el aumento o disminución de los delitos, pues los agresores sexuales (¡le metió un dedo en la vagina!) no echan esas cuentas.

También hace falta pedagogía política para apostar por otro tipo de medidas que seguramente protegerán más (¡abusó repetidamente de su sobrina de ocho años!) a las víctimas que el mero aumento de las penas, por ejemplo en materia de reeducación y reinserción de los agresores. Es preferible que pasen menos tiempo en prisión (¡dos hombres que violaron conjuntamente a una mujer!) pero sirva para su regeneración, a que pasen más años y salgan peor que entraron. Además de por supuesto dotar de más recursos a la justicia (¡un hombre que tenía material pornográfico de bebés!), garantizar la asistencia a las víctimas, formar a jueces, policías y demás personal que interviene en estos delitos (¡la violaba mientras dormía!), y medidas estructurales que aborden la violencia contra las mujeres más allá del código penal.

Pero entiendo que no es fácil ese debate sereno con tanto ruido ambiente; cuesta plantear cualquier cosa mientras la derecha y la ultraderecha políticas y mediáticas hacen demagogia fácil con este tema, retransmiten las revisiones de penas como si fuese un carrusel deportivo, cantan las salidas de presos por provincias como la lotería de navidad, o instalan en pantalla un contador con los agresores beneficiados. No es fácil mientras circulan mensajes alarmistas en algunos medios, en las redes sociales, en los grupos de WhatsApp y en el parlamento mismo. Ahí se la juega un gobierno de izquierda y feminista, y haría bien en evitar ciertos marcos reaccionarios, o al menos no lanzarse de cabeza a los mismos. Para ello, todos podemos contribuir desmintiendo bulos, no propagando la desinformación y resistiéndonos en la medida de nuestras posibilidades para que el relato “violadores a la calle” no sea el que marque la revisión de la ley. Porque si jugamos a castigar y ser los más duros, en ese juego siempre ganará la ultraderecha.

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