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No hay diferencias entre Sumar y Podemos

Yolanda Díaz durante la presentación de Sumar el pasado 2 de abril en Madrid

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Creo que una de las labores de quienes escribimos opinión ha de ser cotejar y contrastar las opiniones de los demás, tal y como haríamos con las propias. De alguna manera, el lugar desde el que podemos hacerlo es privilegiado: nos deshacemos del desmentido absoluto o de la pretendida objetividad, logramos manejar la obturación, considerar la apertura y exponer. Pensaba, esta semana, en la necesidad de hacerlo con un mantra o argumentario nuevo y repetido: aquel según el cual entre Sumar y Podemos mediarían clarísimas diferencias programáticas que los convertirían en agentes y espacios políticos claramente distintos.

Cuando se señalan las diferencias, se insiste particularmente en la posición y pronunciamientos de distintos ministros en relación con la OTAN y el envío de armas a Ucrania. Como por arte de magia, pareciera que Podemos tiene en relación con ambas cosas una posición ancestral, anclada en firmes e históricas convicciones; arañando un poco más, resulta, como con la invención de las tradiciones para Hobsbawm, que son posiciones recientes y no tan duras. Tras una defensa inicial de un referéndum sobre salir o no de la OTAN, Podemos moduló su postura, en 2015, hasta “dotar de mayor autonomía estratégica a Europa y a España en el seno de la OTAN”, posición bastante similar a la autonomía europea mencionada por Yolanda Díaz. Iglesias llegó a afirmar que la OTAN ya no tenía razón de ser para que, al mismo tiempo, uno de sus fichajes, Julio Rodríguez, afirmara que Podemos respetaría sus compromisos con la organización. 

Las afirmaciones sobre las diferencias programáticas fueron matizadas por Pablo Iglesias en la radio. Más que en el programa, pues Iglesias reconocía las posiciones históricas de IU y el PCE, se trataría de diferencias sobre “la voluntad de llevarlo a cabo”. Pero, en el programa de Podemos a las elecciones de 2019, de lo que se hablaba, otra vez, era de fomentar la cooperación europea y llevar a cabo un desplazamiento progresivo del espacio atlántico al europeo… propuestas que Sumar firmaría íntegramente y que no responden a la necesidad de una contingencia como la invasión de Ucrania por parte de Putin. La insistencia en el discurso de la paz y la diplomacia, más que en acciones reales, para lo que sirvió es para mayor grandilocuencia retórica. Y nunca, antes de que les sirviera para marcar un (nuevo) perfil propio, la relación con la OTAN había definido la identidad de Podemos.

La otra “diferencia programática” señalada al hablar de diferencias sobre Sumar y Podemos tendría que ver con “estilos distintos a la hora de buscar socios”. Aquí se mezclan varias cosas. Es innegable que cualquier mayoría de la izquierda depende y dependerá en un futuro de los escaños de partidos independentistas, pero las actitudes que se han de tener ante estos socios son discutibles; lo primero, guardándoles el respeto necesario a esos mismos socios, pues el proyecto de partidos como EH Bildu o Esquerra Republicana no es una república española federal, sino la independencia de sus naciones, y si acaso obtener influencia durante la contingencia de su vinculación al Estado, el beneficio que de ella extraigan. No existe un proyecto de España compartido; afirmar esto es ser honesta con los proyectos de tus socios y con los tuyos propios. La segunda: porque las fuerzas independentistas tienden a ser más conservadoras en sus naciones que en lo que concierne a la política estatal, como bien saben los propios representantes de Podemos en Euskadi o en Catalunya, a los cuales no dejan de molestar los cariños intercambiados entre la dirección nacional de su partido y los diputados estatales de sus competidores electorales.

¿Cuál es la distinción fundamental que algunos aportarían para distinguir Sumar de Podemos? Una estrategia retórica: la de insistir en que unos dicen la verdad y los otros son sibilinos. Conviene ser conscientes de que las ideas se miden por sus efectos y de que la vara de ERC, generosa con la Ley de Vivienda, fue distinta con la reforma laboral… por beneficio electoral que se sobreponía, en la segunda ocasión y no en la primera, a la aceptación del gradualismo. Es difícil encontrar diferencias programáticas genuinas que no tengan que ver con esas distancias retóricas, con un abismo simplemente estratégico… mil veces más estrecho que el que media entre García-Page y Sánchez dentro del propio PSOE.

La retórica de Sumar y de los actores que lo componen es también diversa, porque Compromís no es Más Madrid, ni Más Madrid es el PCE, ni el PCE es la Chunta, ni la Chunta es Proyecto Drago, ni Proyecto Drago es Coalición por Melilla. Pero hay formas de articular diferencias, también retóricas, dentro de un mismo espacio. Para lo que sirve la insistencia en esas supuestas diferencias insalvables es para marcar terreno electoral y erigirse como un actor que no puede incluirse en igualdad de condiciones con los demás, sino sólo en forma de coalición que respete las diferencias inventadas. Es necesaria más generosidad por parte de Sumar a Podemos, pero también más sinceridad por todas las partes: que no inventen distinciones allí donde sólo hay estrategias.

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