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Que vuelvan los días felices

Imagen del comienzo de la última campaña de rebajas. Foto: Efe

Isaac Rosa

Con el futuro negrísimo que nos ofrece el gobierno, es normal que nuestra aspiración esté en el ayer más que en el mañana. La crisis nos vuelve nostálgicos, echamos de menos la vida anterior a ella. Nostalgia de lo que fuimos, o ni siquiera eso: nostalgia de lo que creíamos ser, o de lo que esperábamos ser algún día.

Un centro comercial madrileño ha lanzado una campaña para animar las compras que se basa en el anzuelo de esa nostalgia pegajosa: ‘Back to the Happy Shopping“. Un día a la semana en que las tiendas, cines y bares proponen un viaje en el tiempo, ”a un pasado mejor“, para llevar a los clientes ”a una fecha anterior a la crisis“. La cosa consiste en poner precios de 2006 en los comercios y locales de ocio, hacer ofertas y montar actividades promocionales que creen esa ilusión de regreso al pasado.

Lo de menos es el ahorro, que no será tanto. Lo importante es el pellizco sentimental con que buscan ganarnos, apelando a ese sueño: “queremos revivir contigo esos años en los que comprar era una auténtico placer”, dice la publicidad. Y remata con toda una declaración de principios: “Para que compres como comprabas antes, sin remordimientos, feliz de la vida.”

Ah, qué tiempos aquellos, ¿verdad? Quien pudiera darse la vuelta en la cama, acurrucarse otro ratito, y al poner un pie en el suelo descubrir que todo ha sido un mal sueño, que seguimos en 2006, con el PIB creciendo (4,1% aquel año), el paro en el 8,5%, la vivienda subiendo (10% anual todavía entonces), y nosotros consumiendo como si no hubiera mañana, y vengan aeropuertos y AVEs y palacios de congresos y llegar a casa cargado de bolsas con camisetas fabricadas en Bangladesh. Sin remordimientos, ya digo.

Si yo fuera el gobierno, apoyaría iniciativas como la de ese centro comercial. Es más, trabajaría para que la imitasen grandes superficies en todas las provincias, para que ningún ciudadano se quede sin su día semanal de compra nostálgica, feliz y sin remordimiento. Incluso añadiría un día de Happy Working (en el que podrías cogerte una baja por enfermedad sin miedo a ser despedido), un día de Happy Europe (con globos azules y la Novena de Beethoven a todo trapo), otro de Happy Politics (ruedas de prensa con preguntas, gobernantes con casco inaugurando cosas y poniendo primeras piedras), y a partir de ahí la lista puede ser interminable: Happy Banking, Happy Health System, Happy Journalism… Y a no tardar, un parque temático con ambientación de 2006, para vivir la experiencia completa.

Y así, mientras los ciudadanos suspiramos por los días felices, la vida seguiría e irían pasando los días de mierda sin doler tanto. Y nos olvidaríamos de 2014, 2015, 2016 y los años que nos queden de sufrir. Porque, reconozcámoslo: en el fondo estamos deseando volver atrás, y fantaseamos con un día en que, al despertar, los periódicos titulen “La crisis ha terminado”, y volvamos a la casilla de salida y recuperemos los derechos perdidos, el salario arrebatado, las casas desahuciadas y la compra sin remordimiento.

La nostalgia es un sentimiento reaccionario, y nuestra nostalgia precrisis es parte de la explicación de por qué esto no estalla: entre otras razones, por esa íntima esperanza de que algún día todo vuelva a ser como antes. Y agarrados a esa esperanza protestamos pero sin pasarnos, no sea que rompamos algo irreparable y ya no haya vuelta atrás.

Pero, ay, esos días no volverán. Es más: ni siquiera eran tan felices, aunque ahora los recordemos así por el cristal deformante de la nostalgia. Entonces ya había precariedad, desigualdad, miseria, corrupción, impunidad y gente sin casa, aunque comparado con este pozo nos parece el paraíso. Y hay algo más: después de 2006 venían 2007 y 2008, pequeño dato que no tenemos en cuenta. A no ser que lo que deseemos sea un día de la marmota, sin fin.

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