Una nueva etapa
No hay que irse muy lejos para explicar por qué millones de españoles rechazan que haya que apoyar a Mariano Rajoy para que siga gobernando. Por mucho que sean 150, 200 ó 300 las “medidas” que prometa con Ciudadanos. Presten atención a lo que le decía el propio Albert Rivera a Rajoy hace poco más de un par de meses. Fue en el debate electoral, delante de toda España: “Al margen de las leyes que quiera poner en marcha, ¿usted cree que la gente va a confiar en un nuevo gobierno si existe la sospecha, un juicio abierto y han imputado a su partido? No puede haber un nuevo gobierno en el que su presidente no tenga autoridad moral para liderar la lucha contra la corrupción…”. Y Rivera, en ese 13 de junio, también le decía: “Usted miente y cobra sobres y dinero negro de las mordidas; usted recibió 343 mil euros de las cuentas de los papeles de Bárcenas, según información judicial; usted le enviaba al señor Bárcenas mensajes de ‘sé fuerte’ después de saber el dinero que tenía en Suiza y estar imputado. Le estaba diciendo que le iba a proteger. Si no hay autoridad moral, la gente no podrá confiar en un nuevo gobierno…”.
¿Por qué espera Albert Rivera que confiemos ahora? ¿Ha cambiado algo? Rajoy sigue siendo el mismo: el del partido imputado, el del apoyo al tesorero con dinero en Suiza, el que aparece en la contabilidad del dinero sucio, el que ha protegido a Rita Barberá y a tantos otros. En otros países, no sería presidente ya. Seguro que Rivera entenderá que hay gente que, por principios, lógica y moral, continúa pensando que a un político así no se le puede apoyar.
¿Saben cuál fue la respuesta de Mariano Rajoy cuando le echaron en cara todo esto? Quejarse de que le persiguen “como la Inquisición” y negar que su partido esté imputado. Ante toda España. Victimismo y ocultar la realidad. Algo parecido a lo que vivimos ahora, cuando lamenta que no le apoyan y cuando evita referirse, permanentemente, a las razones por las que le dicen que no le quieren apoyar.
Los 10 segundos que Rajoy dedicó a la corrupción al explicarle a la prensa su pacto con Albert Rivera este domingo, sus malos modos con los periodistas cuando le sacan el tema, su “ya tal” o su “no es cierto, salvo alguna cosa”, son tics de un político que es rehén de su pasado. Habrá casi 8 millones de votantes que quizás se lo perdonaron, pero otros 15 millones no. Y no son “Torquemadas”, ni tercos, ni radicales, ni antipatriotas. Es gente que entiende que la corrupción se castiga política y judicialmente y no se perdona. Porque aún hay quien defiende, como defendía Albert Rivera hace dos meses, que “para que la gente confíe en la política, es necesario abrir una nueva etapa y un presidente con autoridad moral”.