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Los “pecados” de Díaz Ayuso

Cristina Cifuentes avaló en Madrid la carrera política de Díaz Ayuso.

Ruth Toledano

Dice Isabel Díaz Ayuso que ella es “honrada”, aunque tiene sus “pecados”. La palabra “pecado”, rancia y extemporánea, transporta a ese Madrid donde es la empleada doméstica con uniforme quien da al perrito una vuelta a la manzana para que haga pipí; ese Madrid en el que la misa del domingo es todavía, no ya un acto social, sino una afirmación de clase, un encuentro entre iguales, entendidos desde la extracción y el extracto. La palabra “pecado” es muy socorrida: la Iglesia te perdona los peores, sobre todo, si eres pudiente y poderoso. Reconocer tus pecados no solo te dota, además, de un halo de humildad, sino de un profundo conocimiento de la naturaleza humana (ay, tan imperfecta para ser la obra cumbre de Dios, Él sabrá por qué), de manera que tus pecados no son, en última instancia, ni más ni menos que un reflejo personalizado de los pecados de todos. Confesarse y, después, poder comulgar es como guiñarse el ojo con complicidad de manera colectiva. Aquí no ha pasado nada.

Lo más interesante del uso de la palabra “pecado” por Isabel Díaz Ayuso (Isa para los suyos) es que trata de funcionar como una suerte de coartada política, que pueda llevarte al confesionario pero no a la Fiscalía. Le conviene más contar al cura que al juez que su trabajo de comunicación en la campaña electoral de Esperanza Aguirre en 2011 la convirtió en el nexo de los imputados por corrupción de la trama Púnica. Le conviene más contar al cura que al juez que fue Cristina Cifuentes, obligada a dimitir por el caso Máster, quien se convirtió en su principal madrina de bautismo político al nombrarla viceconsejera de Presidencia y Justicia del Gobierno regional de Madrid. Le conviene más contar al cura que al juez que estaba al corriente de la quiebra de una empresa de su padre y habría incurrido en un presunto alzamiento de bienes al aceptar como donación un piso y un local de oficinas del patrimonio familiar que podrían ser embargados por esa razón. Le conviene más contar al cura que al juez que de ese local ahora suyo lleva cinco años sin pagar el IBI al Ayuntamiento de Madrid (lo del IBI lo entenderá muy bien el cura, pecata minuta del que la absolverá automáticamente mientras cabecea al otro lado de la rejilla del confesionario). Le conviene más contar al cura que al juez que esa empresa paterna quebrada tuvo, sin embargo, un presunto trato de favor para recibir un crédito en contra del criterio de los técnicos de Avalmadrid, entidad dedicada a la financiación de Pymes madrileñas cuya principal accionista es la Comunidad de Madrid, y de la que además trató de conseguir información confidencial.

Las derechas y las ultraderechas son más de curas que de jueces, por eso el próximo miércoles 14 de agosto Isa, la candidata del PP, será investida como presidenta de la Comunidad de Madrid con el apoyo de Ciudadanos y de Vox. Las izquierdas son menos de curas y más de que los jueces ejerzan, en su calidad de altos funcionarios públicos autónomos de la política, la función social que les corresponde como garantes de la justicia. Por eso PSOE (que se engloba técnicamente en la izquierda, por discutible que sea esta clasificación), Más Madrid y Unidas Podemos están tratando de que lo de Díaz Ayuso vaya a la Fiscalía, en calidad de delito, y no al confesionario, en calidad de “pecado”. Por eso Díaz Ayuso ha tratado, burdamente, de desvincularse de Aguirre y Cifuentes, como si no fuera más que una afiliada al PP cualquiera que un día de fervor mitinero hubiera tenido la suerte de conseguir un selfie con las ex presidentas de la misma Comunidad que -para pasmo general, excepto en las FAES de Aznar, donde fue becaria- ella va a presidir, si Dios no lo remedia.

Por eso Díaz Ayuso ha recurrido a la ya tan manida estrategia de los cargos públicos y candidatos políticos que son pillados con la manos en la masa: es una campaña de desprestigio para echar por tierra su investidura. No hace ni una mención de los asuntos sospechosos que le imputan, con numerosas pruebas, los medios (excepto los que son más de curas) y las izquierdas. Ella dice que quieren “dañar su honor”, que es una palabra espadachina, muy casposa también si, unida a la palabra “pecado”, solo conjuga bien en el confesionario. En un tribunal, la palabra “honor” se refiere a otra cosa: a las injurias y calumnias, relativas fundamentalmente a su intimidad personal y familiar, que recibe una persona para que su reputación salga perjudicada; en este caso, proferidas por sus adversarios políticos. Son opiniones. Vistos las informaciones y las pruebas, no puede decirse que sean opiniones lo de Avalmadrid, ni lo del alzamiento de bienes, ni lo del IBI. Pero en el reino de los curas, que es a donde nos quiere llevar el gobierno de PP, Ciudadanos y Vox, el mentiroso es el rey. Mandas a la empleada a pasear al perro y te arreglas para ir a misa. Quieres comulgar, así que un poco antes confiesas tus pecados. Y vuelta a empezar. Que Dios nos coja confesados (aunque un 14 de agosto, qué lata de fecha, puede que esté de vacaciones).

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