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Plan C

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo.

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Por si quedaba alguna duda de que el acuerdo para la ley de amnistía entre el PSOE, Junts y Esquerra había saltado la política española a otra pantalla, ahí está el fiasco de la enésima manifestación contra la amnistía convocada en el corazón de Madrid. La mayoría silenciosa prefirió irse de fin de semana. Basta ya. 

Ni para hacerse una buena foto entre la resistencia antisanchista le sirvió a Santiago Abascal, tan necesitado de cariño estos días. Núñez Feijóo incluso prefirió rodearse de sus barones en Córdoba, para hacerse una instantánea que parecía la celebración del primer Día del Hombre, tan ardientemente reclamada por Isabel Díaz Ayuso; la campeona de los varones desvalidos, cazados en accidentes de coche como animales indefensos a manos de una industria automovilística al servicio del feminazismo internacional.

En este mood cicloquímico que marca los ritmos de los socialistas durante esta legislatura, hemos pasado de la catástrofe inminente que cerraba el februarius horribilis, dejando al presidente Sánchez a los pies de Koldo y sus caballos, cautivo y desarmado por las angustias judiciales de Carles Puigdemont, al entusiasmo de los buenos augurios que parecen portar los idus de marzo, de lo que siempre hay que guardarse; no importa cuando lean esto. 

De una legislatura incierta hemos pasado en horas a una legislatura más segura que la salida del sol de mañana. Donde los socialistas ven un pacto de legislatura, las gentes de Junts siguen viendo un acuerdo que solo suma otra pieza más, Esquerra trata de convencernos a todos de que los otros siguen su liderazgo y los de fuera parece que únicamente pueden mirar y dar tabaco. Al PP le da igual porque no plantea debate político alguno, solo le vale el escarnio público por alta traición. Eso no ha cambiado. Si la legislatura era incierta por culpa de aquel inestable equilibro, continúa siéndolo. El espectáculo debe y va a continuar.

Pero no todo sigue igual, algo importante ha cambiado. El acuerdo sobre la amnistía cierra el debate político sobre la virtualidad de su legalidad y pasa el asunto al debate político sobre la realidad de su ejecución. Y ahí Sánchez controla mejor los tiempos. 

Con la ley en camino de ser aprobada y con la expectativa de su imprevisible interpretación por parte de los jueces, a Puigdemont y los suyos no les queda más remedio que sostener a Sánchez y su legislatura hasta tener algunas certezas. Paradójicamente, en esta estabilidad sobrevenida cuenta Sánchez con la inesperada ayuda del PP, ya generosamente contribuyente al salto de pantalla con la bala de plata de informe de la Comisión de Venecia, que, en lugar de matar a la amnistía, le devolvió la vida. El retraso planeado en la tramitación por el Senado apuntala la legislatura a corto plazo aún más que la aprobación de nuevos presupuestos. 

Lo de convertir las elecciones europeas de junio en otros referéndum sobre el sanchismo no sé si nos va a funcionar como esperábamos. Con lo de la mentira y la corrupción sólo no nos va a dar. Vamos a tener que pasar al plan C, Alberto. 

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