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Si no te gusta como soy, crece

Juan Diego Botto en 'Una noche sin luna', con textos de Lorca y dirección de Peris-Mencheta

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La frase, “si no te gusta como soy, crece”, pertenece a la obra “Una noche sin luna” de Juan Diego Botto, plena de ideas rotundas. No les gustaba la España democrática, no les gustaba Federico García Lorca. Y lo cancelaron. Expeditivamente. Y a miles de personas más. En un cúmulo de ingenio, y entre risas y lágrimas que a ratos fluyen juntas, asistimos al retrato de la España que fue y es. Es. La que todavía no ha crecido, evolucionado. La de la valentía que se les opone y siempre quieren tapar, borrar, excluir. La valentía que con marcado ahínco quisieron silenciar.

Anda la derecha española muy crecida navegando por el extremo que ya bordea el abismo. La cruzada hoy son los indultos a los presos condenados en el curso del procés catalán. La semana les tiene con el viento en contra. El festejo ultra del domingo les salió por la culata. Se desparraman en el Congreso y en los medios. Arrecian con la visita del presidente del PP, Pablo Casado, a Barcelona. El mismo día se “filtra” un “informe” de la Guardia Civil que El Mundo y La Razón llevan a portada, incluso con fotos de supuestos arsenales. Los CDR catalanes están desde hace tiempo en su punto de mira y ya tuvieron que exonerarlos hace un par de años tras hacerles sufrir un calvario.

La realidad es que, como detalló un periodista esencial: Miguel Ángel Campos de la Cadena SER, el presentado como sospechoso lo es ¡por sus búsquedas en Google! Ni un documento, ni una conversación, ¡nada! Esta es la tragedia de este país, esa amalgama que trabaja en sus bulos y queda una y otra vez impune. Por cierto, leer esta “noticia” me recordó que seguimos sin saber quién mandó las cartas amenazantes, con balas incluidas, a Pablo Iglesias, Marlaska y otros cargos. Iban en serio y han caído en el limbo.

Pablo Casado se tuvo que tragar en Barcelona que no apoyan su última cruzada de salvación personal -armar bronca con los indultos- ni los empresarios de la CEOE, ni los sindicatos, ni los obispos catalanes, ni la mayoría del Congreso. Se está imponiendo la cordura para buscar soluciones y concordia, ya está bien de los enfrentamientos en los que se basa la derecha española. Hoy los medios habituales siguen a la carga en sus portadas, inasequibles al desaliento. La maquinaria, aunque obsoleta, está bien engrasada.

De todos modos, lo que pasa en España hoy, también hoy, no se entiende. El proceso judicial por la corrupción del PP arroja confirmaciones de tal calibre que en cualquier país serio, con una prensa que informara toda y una justicia que unánimemente obrara con rectitud... acabaría con el PP regido por una gestora en vistas a su regeneración. El problema es la cantidad de gente implicada en que esto siga como está pese al esfuerzo de quienes sí cumplen su labor en la justicia, el periodismo o la política.

Hablamos del PP que borró las cámaras de su sede para obstruir la investigación de la caja b, según las agendas de Villarejo con los datos de 68 cámaras. Con Villar Mir, uno de sus empresarios favoritos, subiendo y bajando con maletines. Con el más hábil de sus gerentes, Mariano Rajoy, metido en la harina que se investiga y su mano derecha, María Dolores de Cospedal, ya imputada. Aunque la exculpación y la invocación a la presunción de inocencia deben servirla con el carné del PP todo esto es más que demasiado. La última, este mismo viernes por la tarde, la exclusiva de elDiario.es: Bárcenas ordenó desde la cárcel destruir la grabación que había hecho a Rajoy sobre la caja B del PP. Se ha incautado una nota manuscrita del extesorero dando instrucciones a otro preso sobre cómo hacerlo.

Y, sin embargo, ahí están marcando directrices. No tiene hoy el PP autoridad moral alguna y menos sobre legalidades precisamente que no parecen ser ámbito de su predilección. Y no la tienen los medios que se obstinan en lavar la voz a este partido o alcanzan extremos inauditos de mentira en busca de sus intereses.

Sale presidenta Isabel Díaz Ayuso con el apoyo en armonía de la ultraderechista Vox que le exige derogue “las leyes de ultraizquierda” de violencia de género y LGTB e insulta al diputado de Unidas Podemos Serigne Mbayé. Ayuso la apoya e insulta además a toda la izquierda. Ayuso, la gestora de las grandes empresas, la Robin Hood de los ricos, la que hasta en su medida estrella - el fomento de la natalidad-  “esconde un fondo xenófobo, nacionalista y que hay que denunciar”, resumía Ignacio Escolar. La traca final de su investidura ha sido de este calibre al que, en justicia, no cabe oponer otro comentario que éste:

No se entiende. O sí. Madrid fue la comunidad con mayor exceso de muertos en el año de la pandemia. Desproporcionados en el conjunto. Un 41,17%, con 19.418  fallecimientos más que en 2019. La media española fue del 17,7 %. Ahí están las cifras nada inocentes y las prioridades aplicadas. Según documentó el periodista Manuel Rico, los datos del propio Gobierno Ayuso revelan que 7.291 mayores murieron en Madrid en su residencia sin ser trasladados a un hospital. Tampoco disponían los geriátricos del equipamiento médico adecuado, ni se hizo nada porque lo tuvieran. Y no solo mató el coronavirus, sino otras enfermedades mal tratadas por la saturación del sistema, previamente recortado durante décadas.

Quizás sí se entiende que Ayuso revalide su puesto. Porque la gente –estas políticas tienen a dos millones de seres con ella, ni menos, ni más- compra que eran mayores y se tenían que morir. Mejor los ancianos e improductivos ¿no? Como los nazis. Hasta la gestión de los paliativos acaba de privatizar Madrid por más de cuatro millones de euros. Pobrecitos, vista la trayectoria.

Y van a suprimir centros de Atención Primaria “ah, pero el mío no, porque es de especialidades”. Y la muerte, directamente la muerte. Pero “a mí y a los míos no nos ha pasado”. Y, añaden algunos, “pero ha salvado a los bares”. Porque a esa gente la vida de los demás no les importa, al igual que a los políticos que eligen. Lo decisivo hoy son estos, los que no han crecido sino en inhumanidad con ellos. Los que dicen amar a España y odian a la mitad de los españoles. Recuerden que aún anda tan campante aquel individuo con pistola que, en conversación con otros colegas, propuso fusilar a 26 millones de ciudadanos.

Y sin embargo, en la tarde mágica del estreno en Madrid de “Una noche sin luna”, Juan Diego Botto y todo el equipo con Peris-Mencheta en cabeza, e incluso los asistentes emocionados, nos recordaron que España tuvo y tiene valientes e inequívocamente demócratas. Que intentan borrarlos pero no pueden. Que la memoria los mantiene vivos. Que, si aciagas noches sin luna siegan algunas voces, sus palabras siguen vivas. Y que la luna está aunque no se vea. E ilumina a obstinados perseverantes que, hoy como ayer, mantienen la llama a pesar de que a veces la labor parezca extremadamente difícil. 

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