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De 'Sol invictus' a 'virus victus'

Una persona transporta un árbol de navidad por las Ramblas de Barcelona. EFE/Quique García/Archivo

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La Navidad tiene un significado muy específicamente religioso para los cristianos, pero sus orígenes son paganos, a su vez ligados a los ciclos de la naturaleza. Indica el principio del fin del invierno, que no ha llegado aún. El paganismo supo integrar estos ciclos naturales a sus calendarios. Y el cristianismo, ha sabido inteligentemente adaptar el calendario pagano a sus propias celebraciones. En esta ocasión, con todas las limitaciones y zozobras que vivimos, podemos celebrar no sólo el Sol Invictus, sino la llegada de unas vacunas, que tendrán limitaciones, pero que permiten entrever que las siguientes navidades serán diferentes de estas. ¿Virus victus para las próximas? Quizás no del todo, aunque se habrá avanzado.

Coincidiendo con el Solsticio de Invierno -este año el 21 de diciembre- muchos pueblos de lo que hoy llamamos Europa celebraban desde hace siglos con grandes y largas fiestas el triunfo del sol sobre la larga noche del invierno que acababa de empezar. Era época de esperanza, de renacer, de seguridad de que llegaría la primavera y después el verano, tras esos fríos y cortos días. Los romanos lo llamaron Sol Invictus, sol invicto, el regreso del sol triunfante, y se celebraba con carácter religioso desde el final del solsticio durante tres días. De hecho, de ahí viene navidad, de la palabra latina Nativitas. El culto a Helios, dios del sol, contribuyó a algunos monoteísmos (y a los problemas que estos suponen). Los cristianos, a principios del siglo IV, decidieron hacer coincidir estas fechas con su celebración de la Navidad (que tiene tanto que ver con un nuevo nacimiento), cuando el emperador Constantino autorizó el cristianismo en el imperio. De hecho, la Biblia, en el Nuevo Testamento, no menciona la supuesta fecha de nacimiento de su personaje principal, Jesucristo.

Se nos va un año, y empieza uno nuevo en el que hay mucho en juego. Estamos aún lejos de esa normalidad, nueva o vieja, que se ha querido anunciar, una y otra vez, en plena pandemia y crisis económica y social. La llegada de las vacunas, justamente en estos días de Sol invictus abre unas nuevas perspectivas. Pero probablemente tendrán que pasar bastante tiempo ¿años? para calibrar sus verdaderos efectos epidemiológicos y otros a largo plazo, además de los problemas que plantea a corto nuevas mutaciones, como la cepa descubierta en Inglaterra. Pero hay esperanzas, aunque lo ocurrido, vaya a dejar secuelas, algunas negativas, pero otras positivas si logramos transformar este país.

Para Europa (y las Américas) es nuestra primera pandemia en largos años, y nos marcará. En las memorias familiares quedan retazos de la mal llamada “gripe española” de 1918-1919, de la que murieron no se sabe cuantas personas en el mundo, probablemente bastantes más de 50 millones. Eran tiempos, en un cierto paralelismo con los nuestros, de la explosión de las comunicaciones. El uso del telégrafo y del teléfono se había multiplicado y la radio empezaba (en 1918 en Países Bajos), pero no sirvieron en aquella ocasión para frenar la pandemia de una forma coordinada. Las vacunas que están llegando, algunas de nuevo cuño basadas en el nuevo sistema RNA mensajero, son un gran triunfo de la ciencia, de la colaboración, de la inteligencia colectiva. ¿Entenderemos la necesidad de invertir lo suficiente e inteligentemente en ella, desde el sector público y también desde las rezagadas empresas en un país como España? Hemos aprendido mucho, mas seguimos sin conocer bien este virus (y otros que pueden seguirle) y sus efectos. Países, regiones y ciudades que parecían ir bien, ahora van mal, y viceversa.

Celebraremos un Sol invictus raro. Unas navidades raras, pero que han de ser prudentes. Con menos contactos, lo que está poniendo de relieve la fuerza de los lazos afectivos, y si falta hacía, que, efectivamente, el ser humano es un ser social, al que no bastan las relaciones telemáticas, sin las cuales todo esto hubiera sido más duro pero que están generando un cierto hartazgo. Aunque es el humano un ser que ha inventado también no la solitud, que puede ser positiva, sino la soledad que, de hecho, vino con la revolución industrial y el cambio de vida que supuso. Luchemos estos días contra ella con todos los medios a nuestra disposición. Pero celebremos con cautela, y con la esperanza de que la ciencia, esta vez, puede derrotar a este virus. Y a los que vendrán, y no nos cogerán tan de sorpresa a los occidentales y al mundo globalizado. Virus victus. Buenas navidades, que este año no pueden ser “felices”.

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