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El 23-F de Urdangarin

José María Calleja

Ha querido el destino judicial que el próximo día 23 de febrero comparezcan ante la justicia Iñaki Urdangarin, saqueador de dinero público con la aureola abrepuertas de ser yerno del rey, y Carlos García Revenga, secretario de las infantas desde hace más de veinte años, tesorero y asesor en la sociedad montada por el ex jugador de balonmano.

Entre la mayoría de los españoles decidimos que el relato ganador del 23-F de 1981 -cuando fracasó el intento de golpe de Estado charcutero y casposo de Tejero, Armada y Milans del Bosch, entre otros-, era que el rey había tenido un papel decisivo para que los golpistas no triunfaran.

Ya se sabe que el relato que gana en la historia a veces coincide por entero con la realidad y otras veces la desborda o la corrige y nos sitúa en el terreno de las percepciones compartidas, que no tienen por qué ser siempre verdaderas.

El caso es que los que intentaron dar el golpe a la democracia y devolvernos a la dictadura felizmente fracasaron y que el rey apareció ante los españoles en la televisión diciendo “no” a la intentona y supimos que tranquilizó a Jordi Pujol, cuando el president estaba considerado como un hombre con sentido de Estado.

Es imposible que en las angustias de aquella noche, el rey pudiera siquiera imaginar que 32 años después, un 23 de febrero de 2013, un yerno suyo tendría que declarar ante el juez, acusado de robar dinero público, con la aquiescencia de dos gobiernos autonómicos -Baleares y Valencia-, y utilizando el sacacorchos conseguidor de estar casado con una hija del rey.

El trabajo sistemático, tenaz, impecable, de los jueces que instruyen el caso y la evidencia de que cada día sale más munición, de la que mucha que atesora uno de los imputados, hace pensar que será cuestión de tiempo que la propia infanta Cristina acabe también ante el juez.

No sabemos cuál será la reacción de la casa Real ante esa eventualidad, sí sabemos que ya han desenganchado, por segunda vez, a Urdangarin de la casa real (ahora sale el purista de guardia y nos explica, untuoso y didáctico, que no es lo mismo familia real que familia del rey, ni casa del rey que casa real, ni la monarquía y el balonmano). Zarandajas aparte, está claro que el rey y el príncipe quieren a toda costa que la corrupción de Urdangarin les salpique lo menos posible.

En un sms, el aparato de imagen del rey nos informa de que han vuelto a prescindir de Urdangarin y que han decretado su cibermuerte. Urdangarin contraataca y se va al palco VIP, esa denominación hortera, para ver la final del campeonato del mundo de balonmano. El príncipe Felipe hace que ni le ve, ¡mira que es grande el yerno!, y deja constancia de que cuanto más Urdangarin ante la justicia, más negro el futuro de la monarquía; es decir, el suyo propio.

Es el momento de recordar a la flota de comentaristas de derechas que cuando aparecieron las primeras informaciones sobre la presunta corrupción de Urdangarin, salieron con el recetario reiterado de que no había caso, que todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario -salvo algunos, habría que recordarles-, que el asunto tendría escaso recorrido judicial, etc. Luego han dicho que Urdangarin no tiene nada que ver con la infanta y acabarán diciendo que esta no tiene nada que ver con el rey. Llegado el caso, nos dirán que ni el propio rey tiene nada que ver con el rey.

El golpe de Estado contra la libertad de 1981 lo da ahora Urdangarin, metafóricamente, con consecuencias nefastas para el rey, que no sabemos si podrá salvar esa asonada económica.

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