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La libertad de expresión y el juego de la cuerda

Los raperos Valtonyc y Pablo Hasel

Isaac Rosa

Estaba yo el otro día en un bar junto a la Audiencia Nacional, cuando entraron un fiscal y un ministro cuyas identidades no desvelaré. Se acodaron en la barra, pidieron dos botellines y se pusieron a hablar relajadamente. Pegué la oreja, y esto es lo que escuché:

-MINISTRO: Hoy pagas tú las cervezas.

-FISCAL: ¿Y eso?

-MINISTRO: La apuesta, acuérdate. Lo del Valtonyc ese, el rapero. ¿Qué te dije yo? Que lo metíamos en la cárcel y no pasaba nada.

-FISCAL: Bueno, nada, lo que se dice nada... Se ha montado una campaña en su defensa.

-MINISTRO: Nada, los cuatro de siempre. Los que se apuntan a un bombardeo y se oponen a cualquier cosa, los sospechosos habituales, los independentistas por supuesto, unos cuantos músicos, un vídeo solidario y sí, mucho tuitero indignadísimo. Y para de contar.

-FISCAL: Es verdad que a la mayoría de la gente no le importa un chaval rapero que canta burradas, y muchos hasta aplauden que vaya al trullo. Pero aunque sean pocos los que lo apoyan, hacen mucho ruido.

-MINISTRO: Déjalo en ruidito. Mira por ejemplo todos esos políticos y famosetes que se pronuncian. La mayoría lo defiende con pinzas: añaden los gritos de rigor (“no estoy de acuerdo con la condena, aunque sus letras me parecen deleznables”) o recurren a comparaciones que en la práctica suponen aceptar el marco de discusión: “si fuera franquista no le habría pasado…”, “y mientras, Jiménez Losantos diciendo salvajadas en la radio…”, que es como decir que lo malo no es recortar la libertad, sino que el recorte no sea igual para todos. O esa otra coña de “Urdangarín en Suiza y Valtonyc en prisión”, como si el encarcelamiento del rapero hubiese sido más aceptable después de enchironar también al duque.

-FISCAL: Vamos, que otra vez nos han vuelto a comprar la moto.

-MINISTRO: Averiada y sin ruedas. Una moto tras otra. Esta gente es así, no aprende. Les pasó con el terrorismo, que ha sido un coladero sin fondo. Les pasa con la libertad de expresión o los límites del humor, que les cogemos siempre con el pie cambiado. Y les va a volver a pasar con las fake news: tanto alboroto con las mentiras de toda la vida, que acaban viendo razonable controlar la información. Siempre que sea para defender “la verdad”, claro.

-FISCAL: Bueno, así llevan años. Comprando motos averiadas, dejándose meter goles. No es raro: una sociedad de ofendidos, de escándalo fácil, que quiere resolver cualquier conflicto por la vía penal, y que no tiene memoria de sus propias luchas históricas por las libertades. Aunque yo pensaba que la entrada en prisión marcaría un límite por el que ya no pasarían.

-MINISTRO: Nada. La cárcel ya no impresiona tanto. ¿No ves que llevan años pidiendo cárcel para todo lo que no les gusta? A cada escándalo exigen una reforma del código penal. Han acabado banalizando la prisión. Mira los nueve catalanes esos: más de seis meses entre rejas, y aquí no ha pasado nada. Menos drama. En cuanto el rapero entre en la celda se olvidan de él, y hasta el siguiente caso.

-FISCAL: He visto algún manifiesto por ahí circulando, y unos cuantos artículos de prensa. Que si libertad de expresión esto, que si libertad de expresión lo otro…

-MINISTRO: Pero no entienden cómo funciona. La libertad de expresión es como el juego de la cuerda, ese de dos equipos tirando cada uno por un extremo. Si ellos tiran fuerte, la consiguen alargar por su lado. Si aflojan, somos nosotros los que les recortamos metros. Así ha sido siempre con todos los derechos y libertades, que no son fijos ni absolutos, están en permanente disputa y negociación, día a día. Pero especialmente con la libertad de expresión: nosotros tiramos siempre, nosotros nunca aflojamos; y si ellos no sujetan fuerte, los arrastramos hacia acá. La libertad de expresión nunca es ilimitada (como ninguna libertad, vaya), y en cada país y época tiene unos límites, que se fijan según la fuerza con que tire cada lado.

-FISCAL: Anda que si la Transición se hubiera hecho con estos flojos tirando de la cuerda…

-MINISTRO: Ahí está. Cada sociedad tiene la libertad de expresión que se merece. Es decir, la que es capaz de defender. En España las libertades democráticas habrían sido mucho menos amplias si no hubiese habido gente tirando de la cuerda ya desde el tardofranquismo, y que se quemaban las manos antes que soltar la soga en los años duros de la Transición. Mira tú los años ochenta: las burradas que se podían cantar, escribir, bromear o dibujar, y no pasaba nada. Había barra libre. Y era porque tiraban fuerte los cabrones. Pero luego empezaron a aflojar, y hoy basta que les demos un tirón de vez en cuando para seguir recortándoles. ¿Qué, pedimos otra ronda?

-FISCAL: No, que tengo una vista con dos tuiteros. O humoristas, no sé.

-MINISTRO: Venga, a seguir tirando de la cuerda.

(por si algún fiscal lee esto, aclaro que es un ejercicio de FICCIÓN. Que con lo corta que se nos está quedando la cuerda, yo no me fío…)

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