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Nos vamos a enterar

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Maruja Torres

La pantomima ha sido eficazmente representada durante los últimos días por Mariano Anfitrión, toda una revelación para Occidente, desde su sala de estar oficial. Con la imprescindible colaboración de los otros -todos machos, dicho sea de paso-, y de la prensa mayoritaria a la que su Gobierno tan generosamente subvenciona, y de las televisiones, subvencionadas o no, que disfrutan lanzando cortinas de humo, y de las radios que se entretienen con estas cosas y amplían sus entrevistas a políticos del sistema mientras reducen los espacios de debate, con todo ese bagaje ocurrió que: Mariano el Tancredo, Mariano el Bobo, Mariano el Indiferente, Mariano el Pasota y Mariano el Nonfarniente se han quitado los trajes recortables y se han fundido en uno solo, bajo el nuevo y posiblemente único y verdadero otro disfraz: Mariano el Ven A Mis Brazos Colega, que estamos juntos en esto. El unidimensional muñeco útil de la derecha europea es, de repente, Un Ser Humano. Alguien que escucha, que dialoga, que comprende. Alguien que se prodiga, que se entrega, se da.

Por el bien de España.

Así que fue todo un truco escénico, una dramaturgia dramática -para muchos españoles, trágica-, un horror vacuo de legislatura apisonada, un monte Russmore en cartón piedra del jetismo ibérico, un espejismo de vendedores de espejuelos, un top manta del más top de los mandatarios manta, un juego de manos, unas manos sucias.

Perdonadme, he errado. Soy una persona humana. No volverá a ocurrir. Ah, esto último no lo ha dicho.

Vamos a salvar a España, tralará, vamos a salvar España, tralará, vamos a salvar España.

O mejor sería: vamos a hacer ver que salvamos España, ahora que ya la hemos hundido. Igual que Convergència hace ver que va a salvar a Catalunya cuando lo que quiere es salvarse ella después de haber hundido el país que dice que pretende independizar.

Vamos a salvarnos nosotros. Se salven, coño.

Imagino a la mucama -ahí si que hay mujeres siempre: limpiando- pasando el cepillo por el sillón y la aspiradora por el pavimento do pudieron caer los pelillos de Pablo Iglesias. Imagino a los consejeros de Mariano el Candidato, días antes, mientras éste se debatía entre el Cons y el Titucional, apremiándole a aceptar la oferta del Pobre Pedro -posiblemente, así se le conocerá después de las elecciones-, mientras la Bombilla de la Revelación resplandecía sobre sus testas. “¡Recíbelos a todos, presidente! Hazte de rogar primero, sobre todo con los figurantes, incluso con el jefe de los figurantes, pero que todos sepan, que la Banca y el Ibex sepan, que tú eres tú y que Alberto es tu delfín, y que, juntos, salvaréis a España”.

Cámbiate, cámbiame. Véndeme, cómprame.

No era nuestro padrastro -de esta pobre piel de asno que es España-, sino nuestro protector, nuestro amigo, que ha pasado cuatro años disimulando y que, a toda leche, ha puesto en práctica El general della Rovere más descarado de la democracia. A Suárez le costó más días traicionar al Movimiento, incluso Juan Carlos tuvo cuatro bodas y un funeral antes de hacer lo propio con Franco.

Éste, no. Éste y sus asesores nos han tomado bien el número, saben que that’s entertainment, sobre todo that, esto, la política de consumo rápido, grasas saturadas y colon furioso. Nos han dado, y siguen dándonos, espectáculo. Y aquí estamos, como babaus, como lo que somos, más público que ciudadanos, atendiendo a las últimas escaramuzas del galán maduro, del actor de carácter; a su más audaz cambio de máscara. A su lado, el prometedor galán joven, el nuevo portador de los valores eternos, el nuevo centrista centrado que nos va a centrar a hostias, la revelación, señoras y señores. Pasen y vean. Nada cambia para que nada cambie.

Pero la representación está asegurada.

Anda, que nos vamos a enterar. Y sin intermedios.

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