Lo que viene siendo un tonto útil

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Antonio Miguel Carmona es un personaje peculiar. Doctor en Económicas, profesor de la Universidad San Pablo CEU, piloto, teniente del Ejército del Aire, socialista y jacarandoso. Habitual de las tertulias televisivas -no por su carné de militante sino por ejercer de verso libre del PSOE-, no tiene cargo orgánico ni institucional alguno desde hace años, pero le gusta presumir de mantener un contacto habitual con Pedro Sánchez y con sus ministros, así como con una larga lista de empresarios y editores. Dime de qué presumes...

No representa ni al PSOE ni a su militancia, y no porque lo haya dicho Ferraz, que en este caso es cierto, sino porque él mismo reniega en público y en privado de las políticas gubernamentales, sean las que sean. Ahí está la videoteca para acreditar que hace años el que fuera cabeza de lista por el Ayuntamiento de Madrid abjuró primero de Pedro Sánchez cuando lo apeó de la portavocía municipal tras perder las elecciones municipales; después, de la senda por la que transitaba su partido y siempre, de las medidas del Gobierno. 

Su nombramiento como vicepresidente de Iberdrola no es una puerta giratoria. Nada más lejos de ello. Carmona hace tiempo que no se dedicaba a la política, sino al espectáculo televisivo, donde le jaleaban todos sus mandobles al PSOE. No ostentaba cargo público alguno. No hay, en resumen, conflicto de interés entre la esfera pública y la privada, en beneficio propio o perjuicio del interés público. 

Tiene todo el derecho a ganarse la vida tanto de crítico habitual del socialismo hegemónico en los platós de televisión como de vicepresidente de una eléctrica, aunque sepa tanto de energía como Iván Redondo de comunicación política, tal y como demostró en su entrevista con Évole. Ambos son vendedores de humo, pretenciosos,  embaucadores y vendemotos profesionales al servicio de sí mismos a los que alguien compra la mercancía hasta que su jactancia les traiciona y se diluyen como azucarillo en el agua. 

En la política y en el PSOE, Carmona cayó en desgracia mucho antes que Redondo, que ahora busca acomodo, ya no como spin doctor, sino como plumilla, a la espera de que algún Sánchez Galán de la vida le utilice, con perdón, como tonto útil, que es lo que ha hecho el presidente de Iberdrola con el ex concejal socialista. Entiéndase por tonto útil aquél que, creyéndose núcleo y foco del pensamiento o de la causa, desconoce las motivaciones ocultas de quienes se aprovechan de él. 

El “fichaje” de Carmona no es una puerta giratoria, sino una provocación del presidente de una de las eléctricas a las que el Gobierno ha decidido poner coto a sus beneficios para rebajar la astronómica factura de la luz. Casualmente, la más virulenta en sus críticas contra el decreto aprobado por el Consejo de Ministros. Y Carmona no ha recibido -como cuentan los entusiastas de las narrativas alternativas- encargo alguno del Ejecutivo para hacer de mediador en el conflicto abierto con las eléctricas, ni ha contado con la felicitación de ningún ministro o el beneplácito de ningún socialista. Todo lo contrario. En el Gobierno ni lo consideran. Y en el PSOE, han despachado su nombramiento con auténtica mordacidad. Desde el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, pasando por el presidente de Asturias, Adrián Barbón, hasta la portavoz en el Senado, Eva Granados, todos salieron en tromba contra Carmona, después de que el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, abriera el domingo la espita: “No tengo nada contra Iberdrola ni contra Carmona. Pero si se confirma la noticia de su fichaje, me parece un mal mensaje el que emiten ambos”. Los que le siguieron en la ofensiva no estuvieron tan contenidos en unas reflexiones que al exconcejal,  a quien ya desde que en verano salió en defensa de Iberdrola tras el vaciado de los embalses en Extremadura para producir energía lo más rentable posible, ni fu ni fa. Por usar su misma doctrina, “hay personas que tienen valor y personas que tienen precio”, y el suyo lo va a pagar desde ahora Sánchez Galán.