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De aeropuertos, consumismo y sentido común

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Se trata de una indignación que hoy en día puede estar en último lugar en la cola de temas-por-indignarse, una indignación de privilegiados adentro de sociedades privilegiadas. Y sin embargo vale la pena indagar en ella, pues el tema que la provoca es sintomático de un presente bastante patológico.

Una amiga regresó a Barcelona hace poco desde Roma. Ella, persona de 70+, se queja de que en el aeropuerto de esta última ciudad la hicieron pasear por laberintos de comercios en vez de darle la posibilidad de ir directamente a recoger su equipaje. Venía cansada de su día de viaje... ¿con qué derecho la ponen a caminar por laberintos?

Seguro que no hemos olvidado que la finalidad de un aeropuerto es permitir el tránsito fluido de pasajeros a través de las diferentes estaciones necesarias para el ir y venir. Sería factible pensar que con los equipos de diseñadores y arquitectos, y con el buen presupuesto que deben tener a disposición los principales aeropuertos europeos, se lograría optimizar la comodidad de los viajeros, pensando en las diferentes edades y condiciones, incomodidades posibles al estar viajando cargados de equipaje. Tomamos por sentado que nuestras complejísimas sociedades enriquecidas están hechas para lograr la comodidad y bienestar de las personas... para eso nos estamos comiendo el mundo. ¿O no es así?

Pues no. Esa no es la prioridad y pareciera que ni nos importa, obnubilados por las posibilidades, (para la mayoría, más bien sueños) de consumo. Andamos por los laberintos sin rechistar.

En el aeropuerto de Barcelona es menos obvio el laberinto de comercios, pero en su momento (yo era viajero frecuente), fue bastante claro que se cerró un paso directo --para ser concretos desde el área de abordaje B de la terminal 1 hacia la salida-- para poner en su lugar comercios y obligar al pasajero a dar un rodeo. Habrá que mencionar que yo desde entonces evito el desvío y atravieso alguno de los susodichos comercios en inútil acto de rebeldía.

Y bien, ¿de que se trata todo esto? Encontré un­ artícu­lo, en el que se explican los planes para el futuro del aeropuerto del Prat en enero del 2020: habla de incrementar la oferta comercial y también de forzar más el paso de los viajeros por los laberintos comerciales (supongo se trata de un plan truncado por el COVID).

“El objetivo es convertir Barcelona en un ”centro comercial aeroportuario“ equiparable a otros grandes aeropuertos europeos”... Los viajeros cada vez compran y gastan más mientras esperan a coger el vuelo y el aeropuerto quiere explotar esta tendencia.“

Aquí la palabra clave es “explotar”. El problema ni siquiera son los laberintos. El problema es que, como aquí es expresado con candidez, parece ser deseable y correcto “explotar” a las personas, pasajeros convertidos en consumidores. Es considerado tan correcto que puede salir un artículo así en la gran prensa sin levantar suspicacias; una directora de un aeropuerto principal puede hablar, desde su sentido común (en el sentido marxista: como históricamente determinado), de explotar una “tendencia”, en realidad al pasajero, sin causar una indignación general.

Se da prioridad a los intereses pecunarios de aeropuertos y cadenas comerciales sobre el bienestar del usuario-cliente, obviando el último sentido de un aeropuerto, que no debería ser el mismo que el de un centro comercial. El que va a este último está aceptando tácitamente que allí se le manipule para que consuma más (el resto nos resignamos a recibir la ración diaria de incitaciones al consumo, que ya son más que ubicuas sin necesidad de entrar en los templos al consumo).

Hay que apuntar, claro está, que ésta explotación, diseñada para privilegiados y aprovechando su calidad de tales, es de otra dimensión que aquella practicada por muchas de las mismas cadenas comerciales con sus trabajadores y trabajadoras.

El caso puede ser trivial, pero refleja un desprecio, no trivial, hacia los personas muy naturalmente convertidas en consumidores (las que tienen esa “suerte” y poder adquisitivo). En otra escala y con otras consecuencias, nuestra carrera suicida por el crecimiento económico no es tampoco para beneficio y comodidad de las personas. Tampoco lo es en definitiva el posible crecimiento de los aeropuertos, pero esto ya es otro tema.

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