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Recuperar el terreno perdido

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El resultado de las elecciones europeas sitúa al viejo continente en el contexto más reaccionario desde la II Guerra Mundial. Ante este panorama, con una socialdemocracia que lleva décadas sin un rumbo ideológico claro y con una derecha que ya no hace ascos a pactar con extremismos retrógrados, las izquierdas transformadoras no pueden permitirse el lujo de seguir dirigiendo sus acometidas hacia formaciones ubicadas en el mismo espacio ideológico.

Desde esta óptica, a escala estatal se hace preciso la reconciliación del conjunto de fuerzas que componen Sumar y Podemos. A lo largo de esta campaña ha quedado claro, tanto en los debates, como en las entrevistas, que las discrepancias entre ambas formaciones no son programáticas ni procedimentales. Dado que ideológicamente apenas hay divergencias, ir por separado en futuras contiendas será irresponsable.

Medidas las fuerzas en unas elecciones con un sistema electoral de circunscripción que no penaliza la atomización, ha llegado el momento de dejar atrás rencillas, egos y personalismos para volver a tender puentes. Toca trabajar para crear un frente amplio capaz de forjar una alternativa viable y esperanzadora que sepa frenar los desafíos de los discursos del odio, el neofascismo y las políticas reaccionarias.

Es evidente que promover un nuevo proceso de unidad no va a estar exento de desafíos. No obstante, no podemos permitir que diferencias personales pongan en riesgo la posibilidad de forjar un proyecto unitario capaz de trabajar, de manera más efectiva, por una sociedad igualitaria, justa y próspera.

Separados, enfadados y focalizando nuestros esfuerzos en la dirección que no toca, difícilmente podremos reintroducir un nuevo marco de significación que dispute al actual. Desde la fraternidad, en cambio, sí es posible frenar la ola reaccionaria que propone la internacional ultraderechista. Usando las herramientas adecuadas pueden crearse nuevos significantes culturales y nuevas realidades materiales capaces de romper con el discurso y las prácticas hegemónicas vigentes.

Desde el plano material la respuesta pasa ineludiblemente por conquistar más justicia social. Solo con una verdadera agenda progresista que garantice el acceso a una vivienda digna, un empleo estable y unos servicios públicos de calidad podremos disipar el discurso del miedo a la ocupación, la inmigración o la inseguridad ciudadana.

Pero cambiar las condiciones existenciales de la ciudadanía no será suficiente si no se acompaña de la construcción de un nuevo marco comunicativo que plante cara a las fake news. La realidad no solo se construye en el plano material. Por ello es preciso disputar la batalla cultural pisando más calle y empleando los canales que usa la población para informarse. Solo así podremos incidir en su opinión y en su forma de entender la vida. La extrema derecha, conocedora de esta realidad, usa con cientificidad las redes sociales. Construye con maestría nuevos significantes que, a medida que penetran en la ciudadanía, devienen reales en sus consecuencias.

Mientras que en el siglo XX los estados de opinión se conformaban a través del boca a boca y bajo el influjo de los medios de comunicación de masas, la sociedad del primer cuarto de siglo XXI está absolutamente mediatizada por lo que sale en las redes sociales. Saber transmitir a través de reels como lo hacen influencers y tiktokers es condición necesaria, que no suficiente, para disputar la partida por la hegemonía cultural a la extrema derecha.

Si somos capaces de evidenciar que Canadá es más seguro que Estados Unidos por ser un país socialmente más justo e igualitario, pese a tener menos policías por habitante. O que Países Bajos tiene menos ocupación ilegal que la media europea, no por poseer un marco legislativo más punitivo, sino por tener un porcentaje más elevado de vivienda social. Si podemos transmitir mensajes de este tipo usando los canales, códigos y formatos que consume la sociedad, podremos crear nuevos marcos de realidad capaces de romper los esquemas que se han ido instalando en los imaginarios colectivos a través de las fake news y la estrategia comunicativa de las fuerzas reaccionarias.

Así, trabajando desde la fraternidad, al rebufo de la dialéctica de las ideas y las condiciones materiales, podremos recuperar el terreno perdido.

Sociólogo y miembro de la ejecutiva de Catalunya en Comú

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