Las retóricas de la igualdad en Castilla-La Mancha

La democracia exige que en las sociedades haya un cierto grado de igualdad. De ahí que la Constitución Española establezca que corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad de la ciudadanía y los grupos sean reales y efectivas. Las desigualdades de renta, posición y educación nunca deben ser de tal magnitud que impidan la participación, produzcan mansedumbre y una situación de sumisión permanente de las personas.

La desigualdad es una de las cuestiones más graves en una sociedad democrática, porque debilita la participación, perjudica la cohesión y erosiona la confianza de la ciudadanía en las instituciones. Sin embargo, hay gobernantes que pasan por alto este asunto y se dedican a pregonar la igualdad, por más que los datos existentes contradigan su discurso. La retórica de la igualdad es la fórmula que utilizan para no tener que enfrentarse a la desigualdad.

Como ejemplo de discurso ideológico se puede citar el del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page. La región española que gobierna es una de las más desiguales y con más población en riesgo de pobreza y exclusión social, junto con Andalucía, Extremadura, Murcia y Canarias. Sin embargo, García Page en vez de diseñar unas políticas para corregir las desigualdades estructurales se dedica a hacer campaña en favor de la igualdad inexistente en la sociedad castellanomanchega.

Según los datos de la encuesta de Condiciones de vida, unas 640.000 personas (el 31,6% de la población) están en riesgo de pobreza y/o exclusión social en Castilla-La Mancha, es decir que la región está muy por encima de la media nacional (que es del 26,5%). Además, la tasa de mujeres en riesgo de exclusión es 3,5 puntos porcentuales superior a la masculina (40.000 mujeres más). En las familias con menores, la tasa de personas en riesgo de pobreza y exclusión es del 35,5%, cuando en los restantes hogares es del 27,5%. Respecto al hábitat, hay diferencia entre la tasa de personas en riesgo de pobreza y exclusión de las zonas rurales de Castilla-La Mancha (36,4%) y las zonas urbanas (29%), y esta diferencia entre ambas aumenta con el tiempo. Para conseguir que las desigualdades no sean decisivas es fundamental el papel que pueden desempeñar las políticas de la Junta de comunidades. Sin embargo, el impacto de la administración de Castilla-La Mancha en reducir la pobreza es del 33,3%, siendo menor que el que consiguen a nivel nacional otras administraciones (que es del 36,8%).

Pues bien, García Page prescindiendo de los datos mencionados sobre las cifras de pobreza y exclusión, la pobreza de las mujeres y el elevado porcentaje de personas en riesgo exclusión en los hogares con menores y en las zonas rurales, se ocupa en hacer propaganda. En vez de aumentar el esfuerzo del gobierno regional que preside, para corregir la desigualdad estructural existente en la comunidad, está empeñado en una publicidad continua sobre la igualdad en cualquier ocasión memorable (día internacional de la mujer, día de la región, día de la Constitución etc.). También en crear cátedras en la Universidad de igualdad de género (una sobre diversidad y otra sobre el mundo laboral); o bien a hacer ostentación de que el gobierno regional es pionero porque va a tramitar una ley en las Cortes para acabar con la brecha salarial en el ámbito laboral, como si la desigualdad entre las remuneraciones que perciben mujeres y hombres se eliminara por decreto.

Toda esta manipulación propagandística con la que Emiliano García Page envuelve su discurso parece estar dirigida a encubrir la desigualdad estructural existente en la región, debida en parte a la mezquindad de sus políticas. En virtud de lo cual, se podría conjeturar que el presidente de Castilla-La Mancha no se cansa de utilizar de manera perversa la retórica de la igualdad (en especial la de género), para encubrir la desigualdad regional realmente existente.