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La verdadera pandemia

Cristian Serrano Galdón

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Me parece ridículo que, en pleno cerrojazo ante la amenaza de la pandemia más sonora de nuestra era, lo más importante siga siendo llenar el bolsillo de los de siempre a costa de la salud del resto. Hoy, primer día de confinamiento total en España. Cuando la excepción debería contarse con los dedos de una mano: alimentación y agricultura (sector primario), materiales médicos y farmacéuticos, y los transportes esenciales para que esa cadena de suministros no se interrumpa. Justo cuando todos pensamos que por fin toman la decisión definitiva, la mayoría de mis conocidos acude a su puesto de trabajo.

Hay empresas de esmaltes y tintas para el azulejo que no cerrarán porque pertenecen al sector químico.

Y, aunque no lo crean, la tinta para los azulejos y el esmalte no alimentan más que el bolsillo de varios avariciosos. Puedo nombrar algunas fábricas de las que no cierran, como el grupo Alfarben/Torrecid. Con una mano entregan una notificación a cada operario sobre la supuesta situación de “servicios mínimos” y con la otra abren hornos que cerraron hace unos meses, con toda la intención de ser punteros en el sector desde sus casas, mientras los que se juegan la salud son los mismos que tragan químicos durante todo el año. ¡Qué más da si se contagian! Solo son “obreros”. Ya son tres justificantes diferentes los que les han dado a los trabajadores para que las autoridades los dejen acudir a su puesto y seguir así con la producción. En uno aparecen como sector químico y en otro de ellos como procesado de plásticos. La cuestión es que los dueños no dejen de ganar. Pero no son los únicos, no. Muchos buscan el resquicio legal para permanecer “al pie del cañón”, y seguir ingresando papel a costa de la vida.

—Perder dinero, ¡eso nunca!

—Perder no, señores. Dejar de ganar. Muchos de ustedes llevan más de cuarenta años ganando muchísimo a costa de los “obreros”.

¿Cómo puede explicarse que un jefe de almacén de uno de los grupos más grandes e importantes del azulejo esté obligado a acudir a su puesto, mientras ellos se jactan de cerrar por la salud de todos sus trabajadores? ¡El azulejo no se come! Y las despensas de los empresarios no están vacías precisamente.

Hablamos de una pandemia, de emergencia sanitaria, de saturación en los hospitales, incluso cierran los centros de salud para reforzar con sus médicos a los mismos. Hablamos de la muerte de miles de ciudadanos mientras el resto se confina en una lucha silenciosa contra el contagio. Hablamos también de un virus muy cruel: la avaricia de un sistema capitalista que aglutina el 99% de la riqueza mundial en los bolsillos del 1% de la población. El otro 99% de la población somos los que hacemos posible esa riqueza y, sin embargo, somos igual de esclavos que lo fueron otros antes, con más derechos, pero también con más obligaciones. Y parece que entre esas obligaciones esté la de dar la vida por el dinero de los “amos”.

Y es curioso, pero en manos de este 1% no está solo la salud del resto, sino también la de el hogar de todos nosotros, pues son los responsables de la contaminación de nuestro planeta.

La verdadera pandemia es la avaricia elevada sobre la salud, esta mata a más gente en el mundo que cualquier virus.

Es en época de crisis cuando florece lo peor y lo mejor de la humanidad. Luchemos por el protagonismo de esto último.

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