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Rivera sube a la caravana de los periodistas con galletas, batidos, propaganda y pocas cosas que poder contar

Albert Rivera en el autobús de los periodistas que cubren la campaña de Ciudadanos.

Carmen Moraga

En todas las campañas los candidatos reservan un día para subirse al bus, a la caravana de periodistas que cubren sus actos. Suben un rato, charlan distendidamente con los redactores que le siguen allá donde va durante la campaña y ofrecen otra ración de propaganda en versión petit comité.

Ciudadanos ha querido cumplir con la tradición. Lo hizo la semana pasada Inés Arrimas y este miércoles fue el turno de Albert Rivera, solo unas horas después de participar en el debate de Atresmedia. El candidato eligió un tramo del trayecto Madrid-Valladolid, donde protagonizaba por la tarde un mitin con tres de sus flamantes fichajes: la exportavoz del PSOE, Soraya Rodríguez, muy suelta y ya de naranja en el escenario; el abogado del Estado Edmundo Bal, totalmente integrado en el equipo de Rivera y esperando a ver si es ministro de Justicia como le ha prometido el líder; y Soraya Mayo, presidenta de la Asociación de Autónomos de Castilla y León, encantada de haber recalado en ese partido con el que dice sentirse totalmente identificada.

Rivera apareció en el autobús a eso de las 16:30 horas –la hora del café– cuando la caravana había recorrido ya unos cincuenta kilómetros camino de tierras castellanas. Esperaba a la comitiva en un área de servicio de carretera con gasolinera, de las muchas que hay en ruta y de las que Rivera confesó ser muy ‘fan’ porque en ellas se permite la debilidad de darse a los dulces envasados y otros productos de los que reniegan nutricionistas y endocrinos.

El candidato llegó sonriente ofreciéndose a surtir a la caravana de “donetes, panteras rosas, batidos...”. Pagaba el candidato. A los pocos minutos se subió al bus con dos bolsas cargado de galletas, pastas, minibatidos, zumos... Y ocupó la parte de atrás, en mangas de camisa dispuesto a contar confidencias a los periodistas.

Su equipo dejó de inmediato claro que la conversación era en “riguroso off the record”, es decir, que nada se podría publicar. Salvo su estado de ánimo tras los dos maratonianos debates electorales. El candidato, evidentemente, confesó estar muy contento de sus resultados y dijo que había dormido bien.

Eso era todo lo que se podía contar o poca cosa más. Tampoco la parte secreta dio para gran cosa. El trayecto sirvió para grabar un Podcast. Sus autores son Pedro Herrero y Jorge San Miguel dos trabajadores del partido que se han dedicado estos días a hacer su particular Diario de Campaña con la caravana de Rivera. Se titula “Extremo Centro” y está subido a Spotify.

En su faceta de candidato accesible, Rivera contó que le encanta viajar y “dar la vuelta a España”, dormir cada día en un sitio diferente, y “comer bien”. De esta campaña se queda con el recuerdo de “los tomates de Murcia” que le gustaron mucho, tanto que se llevó unos cuantos a casa. Dato de contexto: en Murcia PP, Ciudadanos y Vox libran una enconada lucha por el electorado de la derecha.

“A veces como arroz o un bocata en el coche”, desveló, dando a entender que no todos los días puede permitirse exquisiteces de la huerta.

El candidato se siente entusiasmado con “el cariño de la gente”, ver cómo lo reciben en la mayoría de los sitios, y hasta bromeó con el que le dispensaron los abertzales en Rentería. “Ese también”, ironizó.

El Rivera campechano cuenta que se contagia de la “energía” que le trasmite la gente en los mítines. También desveló que es bastante “activista” (usó ese término) de las redes - Instagram, Twitter- y que está pendiente de lo se cuece en ellas y de cómo engordan los perfiles de Ciudadanos en días como el lunes y el martes con los debates que hicieron crecer su número de seguidores.

Acabada la grabación, que culminó con el aplauso pedido por sus autores, Rivera se bajó del bus para continuar ruta en solitario hacia Valladolid, pero ya en su flamante nuevo coche oficial, un Lexus de más de 120.000 euros. Este jueves viajaba a Barcelona en donde, por la tarde, quería celebrar en familia el octavo cumpleaños de su hija Daniela. Le lleva un regalo que también se queda en el off the record, aunque podemos dar fe de que no es un móvil dado que el candidato cree que es demasiado pequeña para manejar todavía uno.

El resto del trayecto, ya sin Rivera a bordo, dio para una porra entre periodistas, que acabó en mayoría de izquierdas, un resultado que desató el jolgorio de algunos.

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