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Geraldo Alckmin, el insulso gestor que apuesta por las reformas en Brasil

Geraldo Alckmin, el insulso gestor que apuesta por las reformas en Brasil

EFE

Sao Paulo —

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Geraldo Alckmin, de perfil tan recto como insípido y falto de carisma, disputa por segunda vez unas elecciones presidenciales en Brasil con la bandera de las reformas económicas, el aval del mercado y el apoyo de una decena de partidos de centro que no le ha servido para estar entre los favoritos.

Alckmin, de 65 años y formado en medicina, especializado en anestesiología y con amplia experiencia como político, está convencido de que estará en la segunda vuelta del 28 octubre, en caso de que ningún candidato obtenga más de la mitad de los votos el domingo, y a pesar de que las encuestas le sitúan en cuarto lugar con entre un 8 y 9 % de las intenciones de voto.

El aspirante por el Partido de la Social Democracia (PSDB), de carácter insulso y poco enérgico, no termina de encontrar la fórmula para ganarse el apoyo de un electorado que ya le dio la espalda en 2006, cuando fue derrotado por Luiz Inácio Lula da Silva.

Para estos comicios, el exgobernador de Sao Paulo reunió alrededor de su candidatura a nueve partidos, incluido el suyo, lo que le dio una alta visibilidad en la propaganda electoral gratuita en televisión, que aún es el medio más influyente en Brasil.

También llamó como compañera de fórmula a la senadora Ana Amélia con objeto de ganar adeptos entre los votantes conservadores del sur del país y basó su discurso en las reformas (política, tributaria y de pensiones, entre otras) para reactivar al gigante sudamericano.

“Brasil tiene prisa, vamos a hacer las reformas necesarias”, acostumbra a decir Alckmin, a quien sus enemigos le definen como un conservador a ultranza vinculado con el Opus Dei.

Pero su estrategia no ha resultado tan efectiva como esperaba, ninguna encuesta le ha otorgado más del 10 % de las simpatías y ha visto cómo el votante de la derecha, al que apelaba, ha acabado en los brazos del ultraderechista Jair Bolsonaro, líder en los sondeos.

Ante esta realidad, Alckmin se presenta como la opción para evitar los “desastres” pasados del Partido de los Trabajadores (PT), que aún lidera Lula desde la cárcel y tiene a Fernando Haddad como candidato, y escapar del “odio” y la “división”, en alusión a Bolsonaro .

“No podemos ir a la segunda vuelta de la insensatez”, afirmó el socialdemócrata en una entrevista reciente al referirse a un eventual enfrentamiento entre Haddad y Bolsonaro.

Geraldo José Rodrigues Alckmin Filho nació el 7 de noviembre de 1952 en el municipio de Pindamonhangaba, en el interior del estado de Sao Paulo, y fue criado en una hacienda en la que su padre trabajaba como veterinario. Con apenas diez años, su madre falleció.

Se presentó al cargo de concejal en su ciudad natal a los 19 años siendo el más votado de la contienda y a los cuatro años se convirtió en alcalde de esa localidad.

En 1979 se casó con Maria Lúcia Guimarães Ribeiro, con quien tuvo tres hijos: Sophia, Geraldo y Thomaz, este último fallecido en 2015 víctima de una accidente de helicóptero.

Su carrera política continuó al ser elegido diputado en la Asamblea Legislativa de Sao Paulo y diputado federal con el partido Movimiento Democrático Brasileño (MDB), que hoy lidera el presidente Michel Temer.

En la Asamblea Constituyente de 1988, Alckmin ya se manifestó contra la estatización del sistema financiero y a lo largo de todos estos años siempre se ha pronunciado a favor de una reducción del tamaño del Estado, el recorte de gastos, y de las privatizaciones.

Posteriormente, cambió las siglas del MDB por las del PSDB, que ayudó a fundar, hoy preside y donde se resguardó en aquella época al amparo de Mario Covas, uno de los más importantes líderes brasileños durante la dictadura militar y de gran influencia en Sao Paulo, el mayor colegio electoral del país.

De hecho, se convirtió en 1994 en vicegobernador de Sao Paulo con Covas como gobernador, cargo al que llegó en 2001, cuando murió su mentor político, y que ocupó durante tres mandatos no consecutivos hasta que en abril se lanzó a la carrera presidencial nuevamente.

Al frente del estado más populoso y rico del país capeó la crisis económica de 2015 y 2016, entregó varios de sus proyectos estrella de infraestructura con años de atraso y, como otras decenas de políticos en Brasil, fue blanco de investigaciones anticorrupción.

La Fiscalía le denunció a principios de septiembre por supuesta financiación ilegal durante la campaña electoral de 2014 para su reelección como gobernador de Sao Paulo.

Se le acusa de haber recibido al menos 7,8 millones de reales (unos 2 millones de dólares) en “caja B” de la constructora Odebrecht, implicada en un enorme escándalo de corrupción.

Alckmin, comparado años atrás con un helado del insípido vegetal “chuchú” por su falta de magnetismo y carisma, niega la mayor y se centra en el desafío presidencial.

“Creo en la remontada”, expresó el candidato en uno de los últimos debates con su particular tono de voz sosegado y exageradamente parsimonioso.

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