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Arrimadas desdeña el centro que ha dejado libre Casado y arranca la legislatura haciendo seguidismo de Rivera

Inés Arrimadas, durante el debate de investidura de Pedro Sánchez

Carmen Moraga

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Inés Arrimadas dejó claro en este debate de investidura por qué pista va a seguir circulando Ciudadanos en la nueva legislatura que echará a andar a partir de este martes, si nada se tuerce y Pedro Sánchez logra salir investido presidente del Gobierno en segunda votación por mayoría simple. La portavoz de Ciudadanos despreció el centro que había dejado libre Pablo Casado con una intervención crispada y subida de tono en la que el líder del PP compitió en dureza con Vox, y cerró la puerta a cualquier futuro entendimiento con el candidato del PSOE.

Durante todo su alegato contra Sánchez dejó patente que al menos de momento no habrá giro estratégico en Ciudadanos después de haber perdido 47 de sus 57 diputados en medio año: su grupo seguirá haciendo oposición por la derecha, en dura competición con Pablo Casado y la ultraderecha de Santiago Abascal pese a saber que su ejército parlamentario está diezmado frente al de sus 'rivales', que en las últimas elecciones sí han reforzado sus posiciones.

Arrimadas opta así por mantener la misma hoja de ruta que supuso el fin de Albert Rivera, obviando que fue una estrategia que les llevó a la irrelevancia hasta quedarse en tan solo en 10 diputados en las elecciones de noviembre.

La portavoz de Ciudadanos, que debutaba el pasado sábado en el Pleno de investidura como líder 'in péctore' de su partido, traía desde hace días el guión ya escrito. Aunque no llegó al insulto con Sánchez como hicieron sus homólogos de Vox y PP, que llamaron al presidente de todo, desde “mentiroso”, “traidor”, “indigno”, “estafador”, “sociópata”, “fatuo”, “arrogante”, “patético” y hasta “presidente fake”, e incluso amenazaron con denunciarlo por prevaricación, la portavoz de Ciudadanos se alineó nada más comenzar su intervención con el fondo de los discursos del bloque de las derechas. Los tres portavoces se lanzaron sin piedad y casi con los mismos argumentos contra el acuerdo de Gobierno cerrado entre el PSOE y Unidas Podemos y los pactos “de la infamia” negociados con el PNV y ERC, que han contado con la abstención de EH Bildu, un partido al que las tres derechas consideran que son “los herederos de los terroristas de ETA”.

Uno de los momentos más tensos fue, precisamente, cuando en la siguiente jornada del debate le llegó el turno a la portavoz de este grupo, Mertxe Aizpurua, que criticó el discurso pronunciado por el rey el 3 de octubre de 2017, calificándolo de “autoritario”. La diputada abertzale fue insultada desde las bancadas del PP y Vox, mientras le llovían también las críticas de algunos diputados de Ciudadanos. La propia Arrimadas lamentó después que Sánchez no saliera en defensa de Felipe VI. En esa sesión, el portavoz adjunto de su grupo, Edmundo Bal, pidió la palabra después de Casado para asegurar que Aizpurua había llamado “fascista” al monarca, algo que no era verdad, y pedir a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, que se retiraran sus palabras en aplicación del reglamento.

Los llamamientos de Sánchez a la dirigente de Ciudadanos para buscar puntos de encuentro cayeron en saco roto. Arrimadas se limitó a volver a ofrecerle la “vía de los 221 escaños”, un acuerdo entre “constitucionalistas”, que ha bautizado con su nombre, y que supone la suma de los escaños del PSOE, PP y su partido. Una propuesta que sabe que a estas alturas es imposible de materializar, máxime cuando el propio Casado la ha rechazado desde el principio.

El candidato a la presidencia del Gobierno, tras calificar su discurso de “tremendista”, la emplazó a “dejar de ser un apéndice de la derecha y la ultraderecha” y a “no someterse a su mandato”. En definitiva, a alejarse de la “coalición del apocalipsis”, como etiquetó el líder del PSOE a la entente liderada por PP y Vox. Después la invitó a “recapacitar” y a hacer un “análisis crítico y veraz” de su situación y de los motivos por los que habían perdido 47 diputados el 10N, para terminar aconsejándole que ocupara el “centro” político.

“Es asombroso que digan que conocen a los votantes socialistas y, sin embargo, qué poco conocen a los suyos que huyen de ustedes en desbandada”, le llegó a decir Sánchez, que también observó que ese viraje al centro, para ejecutarlo, “primero hay que creérselo”. No obstante, y a pesar del duro cruce de reproches, Sánchez le tendió la mano y le ofreció trabajar conjuntamente con los socialistas.

Nada hizo cambiar a Arrimadas. La portavoz parlamentaria de Ciudadanos acusó al candidato de haberse dejado “humillar” por ERC, de despreciar a los constitucionalistas y de tratar mejor “a los separatistas” que en su opinión “son un peligro para España”. Desde el primer momento insistió en alentar a la 'rebeldía' a los diputados del PSOE para que hagan un 'tamayazo' y aborten la investidura. “¿No hay un solo valiente que cambie su voto como Ana Oramas [la diputada de Coalición Canaria que desobedeciendo a su partido finalmente votó en contra de Sánchez]?. ”¿No hay ni uno solo?“, preguntó, mirando a la bancada del PSOE.

Una estrategia que había intentado, sin éxito, la víspera del debate llamando por teléfono a algunos barones autonómicos críticos para pedirles que hicieran “recapacitar” a su líder. Como respuesta, Sánchez le ofreció, en tono irónico y retador, su teléfono para que pudiera apuntar los contactos de sus 120 diputados “para que hable con ellos”.

Al día siguiente, en la segunda sesión de la investidura, la portavoz del PSOE Adriana Lastra, cargó también contra Arrimadas asegurando que “había hecho el ridículo”, especialmente por decir que en la foto del pacto, Iglesias y Sánchez “parecían dos púgiles derrotados que se abrazan para no caerse” al haber perdido “un chorreo” de votos. El comentario provocó perplejidad en Lastra y la hilaridad de muchos diputados del hemiciclo, dado que su formación se ha hundido hasta los diez escaños. “Sí, nosotros también, nosotros también”, acertó a contestar Arrimadas. Luego, blandió desde su escaño un cartelito con un supuesto currículum de Lastra, en el que aparecía como único mérito el logo del PSOE. El gesto mereció duros reproches en las redes sociales, donde algunos dirigentes políticos acusaron a la portavoz de Ciudadanos de utilizar argumentos clasistas.

Al finalizar el debate, los diputados de Ciudadanos salieron satisfechos y muy contentos con el papel que había hecho su nueva líder. “Ha estado magnífica”, “ha sido la única que ha logrado sacar de sus casillas a Sánchez”, dedujeron, argumentando que por eso el candidato había dedicado tanto a tiempo a “descalificar airadamente” a Arrimadas, mientras era complaciente con Bildu, “algo que no debería haber hecho”.

En el partido confían en Arrimadas para remontar

En el partido confían en su portavoz y creen que es la única dirigente capaz de remontar el bache por el que están pasando. Dentro de poco más de dos meses afrontarán la V Asamblea General extraordinaria en la que se fijará la estrategia política y se nombrará a una nueva cúpula que será la que pilote el futuro de la formación. Pero nadie espera grandes volantazos. Hasta que llegue momento, Arrimadas se centrará en hacer oposición intentando sacar cabeza entre el PP y Vox, pero compitiendo a la vez con ambos partidos contra el Gobierno de Sánchez e Iglesias y el apoyo de los “independentistas”.

Para ello seguirán acudiendo a los tribunales, como han hecho estas últimas semanas recurriendo todo lo que consideren que vulnera la ley con respecto a la situación de los condenados del procés o afecte a Catalunya; e impulsando todas las iniciativas parlamentarias que puedan para no salirse del foco mediático una vez que han perdido su posición como la tercera fuerza del Congreso.

Y es la diferencia en esta nueva etapa va a ser notable para su grupo, reducido ahora a tan solo una decena de diputados y sin presencia en la Mesa del Congreso, dado que no tendrán el mismo cupo para presentar propuestas y éstas tardarán un tiempo considerable hasta que sean debatidas en comisión o por el Pleno.

Pero lo peor de todo es que Arrimadas no tendrá la oportunidad de preguntar habitualmente al presidente del Gobierno en las sesiones de control de los miércoles como hacía Albert Rivera cuando llegaron a tener 57 diputados. Ahora la portavoz de Ciudadanos lo hará muy de cuando en cuando.

La única ventaja de la que gozará es que al tener grupo propio, en los grandes debates podrá disfrutar de los mismos tiempos de intervención que el resto de los portavoces. Y ahí es donde Arrimadas espera poder explotar el perfil de “buena oradora” que le atribuyen los suyos. “Lo importante no es la cantidad sino la calidad”, esgrimen sus compañeros.

Con todo, si hay algo que ha certificado el 2020 que ahora comienza es que de aquel partido que hace menos de cuatro años firmó un acuerdo de investidura para que gobernara el dirigente del PSOE, ya no queda nada. Solo la histórica foto del “Pacto del Abrazo” entre Sánchez y Rivera. “Aquel Sánchez no tiene nada que ver con el de ahora que vende España para seguir durmiendo en su colchón de La Moncloa”, alegan los dirigentes de Ciudadanos, cuyo futuro es tan incierto como el de esta nueva y complicada legislatura.

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