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Refugiadas palestinas en Belén, unidas para hacer frente a la discapacidad

Refugiadas palestinas en Belén, unidas para hacer frente a la discapacidad

EFE

Belén (Cisjordania) —

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Islam Abu Aouda, una madre palestina de seis hijos, nació como refugiada en el campo de Aida, en Belén, donde se ha organizado con otras mujeres para apoyar a sus hijos discapacitados, que apenas reciben ayuda del Gobierno o de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA).

Aida, creado en 1950 como campamento temporal de tiendas para acoger a los primeros refugiados palestinos que causó la guerra árabe-israelí de 1948, es hoy un conglomerado urbano de callejuelas estrechas y edificios de hormigón donde viven unas 5.500 personas, rodeado en gran parte por el muro de separación que Israel construye desde 2003 en el territorio ocupado de Cisjordania.

Abu Aouda se crió en este recinto, donde la precariedad y las pocas perspectivas de futuro afectan a muchos de sus habitantes, que sobreviven en gran parte de las ayudas de UNRWA, con un presupuesto cada vez más limitado desde que Estados Unidos redujo su aportación a esta agencia.

Sus hijos, la tercera generación de refugiados, crecieron también en el campo, y Mohamed, que ahora tiene 18 años, ha vivido con muchas dificultades tras sufrir de pequeño una parálisis cerebral con efectos graves sobre sus habilidades motoras y su desarrollo neurológico, cosa que lo hizo completamente dependiente.

En el campo de Aida y otro colindante, comenta Abu Aouda, hay al menos cincuenta niños refugiados con discapacidades, y durante años sus familias lucharon solas para cuidarlos, sin que hubiera servicios para atender sus necesidades especiales.

“No esperamos a que nadie resuelva nuestros problemas”, dice la madre de Mohamed, que en 2010 fundó la asociación Nur ('luz', en árabe) para gestionar los cuidados de sus hijos junto con otras mujeres refugiadas en su misma situación.

“Al principio nos costó arrancar, no teníamos nada y cualquier proyecto era un desafío”, cuenta Abu Aouda, que entre otras actividades, hace clases de cocina palestina y cenas con comida tradicional que suponen pequeñas contribuciones para financiar la entidad.

El proyecto de la asociación se ha cocinado a fuego lento desde su inicio, cada vez hay más mujeres que colaboran y tiene un centro donde ofrece sesiones de fisioterapia, educación especial, logopedia y clases de lengua a unos 45 niños con un programa de atención concreta, además de a 300 niños y adultos con necesidades especiales que cursan allí idiomas.

Las escuelas públicas de los campos, gestionadas por UNRWA, no cuentan con programas propio para niños con necesidades agudas, dice Abu Aouda, que durante años llevó a su hijo a una escuela privada pero resalta que “muchos otros niños no tuvieron educación porque sus familias no podían asumir el coste”, algo que, asegura, esto ha cambiado con las actividades de Nur.

Su local, en el corazón del campo de Aida, reformado con financiación de UNRWA del Gobierno de Bélgica, es ahora un punto neurálgico para el día a día de decenas de niños y sus familias, con jóvenes refugiadas que son profesoras y una fisioterapeuta encargada de los problemas físicos de la infancia.

“Muchos niños necesitan rehabilitación y cuidados médicos intensivos que sus familias no pueden sufragar, pero aquí les atendemos con lo más básico para mejorar sus condiciones”, dice a Efe la fisioterapeuta Saya Asad entre camillas, pelotas y colchones con dibujos de personajes de Disney.

En una sala colindante, cuatro niños juegan junto con su maestra, que les enseña a discernir los colores mientras suena una canción infantil en árabe, y para el futuro, Abu Aouda considera que el principal objetivo de Nur es atraer a más mujeres para que traigan a sus hijos.

“Muchos familias no quieren llevar a sus niños al centro porque se sienten avergonzadas, pero intentamos concienciarles de que tener hijos con necesidades especiales no es ningún problema ni una vergüenza”, remarca y nota que aún hay mucho trabajo que hacer en este ámbito.

Según cifras de la ONU, cinco millones de refugiados palestinos, los que huyeron en 1948 y en oleadas posteriores y sus descendientes, viven repartidos en campos en Jerusalén Este, Cisjordania, Gaza, Líbano, Siria y Jordania.

La reclamación del derecho al retorno está entre sus principales reivindicaciones, y es uno de los obstáculos en las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes, paralizadas desde 2014.

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