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El candidato francés Fillon juzgado por el escándalo que le alejó del Elíseo

EFE/EPA/ETIENNE LAURENT/Archivo

EFE

París —

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Tres años después de que en plena campaña la prensa francesa sacara a la luz el presunto desvío de fondos del candidato de la derecha a la presidencia de Francia en 2017 François Fillon, el Tribunal Correccional de París abrirá mañana, lunes, el proceso por el escándalo que alejó al exprimer ministro del Elíseo.

Aquellas revelaciones del semanario satírico “Le Canard Encheîné” el 25 de enero de 2017 lastraron la campaña del político conservador, a quien hasta ese momento las encuestas situaban como favorito para los comicios de tres meses más tarde.

Fillon, que se había labrado una imagen de político honesto e implacable contra la corrupción, no supo contrarrestar el golpe de impopularidad que supusieron aquellas informaciones, hasta que en la primera vuelta acabó tercero y eliminado de la carrera.

Fue el epílogo de un “culebrón” que había comenzado a finales de 2016, cuando por sorpresa derrotó en las primarias conservadoras al expresidente Nicolas Sarkozy y al exprimer ministro Alain Juppé.

Aquel triunfo, que suponía el de las tesis más liberales y conservadoras de su partido, le catapultó a la condición de favorito para unas presidenciales en las que, tras cinco años de gobierno del socialista François Hollande, la derecha optaba en buenas condiciones a la alternancia.

Pero “Le Canard Enchaîné” puso en su camino un obstáculo que el candidato minimizó en un primer momento y que acabó por envenenar toda su campaña: durante sus años de diputado, su esposa Penelope había sido su asistenta parlamentaria, por lo que cobró un salario sin haber dejado rastro de su trabajo.

La acusación de “empleo ficticio”, que la prensa fue completando con otras revelaciones, se transformó en una investigación por desvío de fondos, algo más de 1 millón de euros entre 1998 y 2013.

En ese periodo, según la acusación, apenas se vio en la Asamblea Nacional a Penelope Fillon, ni cuando era la asistenta parlamentaria de su esposo ni cuando éste, para ocupar funciones ministeriales, dejó el puesto a su suplente, Marc Joulaud.

La Asamblea Nacional, personada como acusación particular, les reclama algo más de un millón de euros, mientras que los cargos a los que se enfrentan pueden acarrearles penas de hasta 10 años de cárcel, inhabilitación y multas.

Será el último coletazo de una carrera política que quedó súbitamente truncada, la de un político de aspecto gris que supo jugar sus cartas para acariciar la conquista del poder máximo.

Tras una carrera de marcado carácter regional, fue elegido diputado y varias veces nombrado ministro en la presidencia de Jacques Chirac, sin que nunca pareciera aspirar a mucho más.

Cuando Sarkozy ganó las presidenciales de 2007, apostó para dirigir su gobierno por su perfil bajo, casi burocrático, para tener más protagonismo en la escena política, pero Fillon supo ganarse un hueco y mucha popularidad, que le convirtieron en el primer ministro más longevo de la historia de un país acostumbrado a quemar con asiduidad a los jefes del Gobierno.

Apóstol del rigor presupuestario, de la liberalización económica y del conservadurismo social, se hizo con la candidatura de la extrema derecha en la primera vez en que este partido optaba por las primarias que tan bien habían resultado a los socialistas cinco años antes.

Pero el escándalo minó su campaña, sin que él supiera responder. Primero, el empleo de su esposa. Luego los de sus hijos, que también fueron brevemente asistentes parlamentarios suyos. Para terminar por un turbio regalo de trajes que recibió de un oscuro personaje.

Paulatinamente abandonado por su partido, Fillon perseveró en su campaña y ni siquiera tiró la toalla cuando en marzo fue imputado. Solo el revés electoral le apartó de la vida política.

Alejado desde entonces del foco mediático, sostiene que es víctima de un complot para impedir que sus ideas liberales conquistaran el poder.

Pero incluso hoy su partido reniega de su herencia y apuesta por recetas más moderadas, como si la sola evocación del nombre de Fillon despertara fantasmas del pasado.

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