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CRÓNICA

Las elecciones gallegas someten a Feijóo a la reválida del 23J y ponen a prueba la resistencia de Sánchez tras la amnistía

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante una manifestación convocada por el PP contra la Ley de amnistía.

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Continuidad o cambio. La disyuntiva es siempre la misma. Votar para seguir igual o cambiar de gobierno. Galicia lleva 15 años con uno del mismo color. Y todas las encuestas, con la excepción de la del CIS, apuntan que así seguirá siendo: sostiene que el PP mantendrá la  presidencia de la Xunta. Claro que la experiencia reciente y remota dice que mejor no fiarse de la demoscopia y los politólogos, que antaño las campañas electorales no movían un voto y ahora sin embargo pueden ser decisivas para cambiar el tablero. Las del 18F son las elecciones más abiertas de cuantas se han celebrado recientemente en Galicia, tierra de mitos y leyendas. Unas, con regusto a salitre y otras, sobre cantos de sirena.

Nadie como Alberto Núñez Feijóo para dar cuenta de estos últimos y de las consecuencias de dejarse atrapar por la seductora voz de la demoscopia. El líder del PP llegó en volandas a Madrid aupado por los barones de su partido y en volandas creyó también que llegaría a La Moncloa tras el pasado 23 de julio. Así se lo susurraron al oído todos los sondeos. Abducido por aquél canto, fracasó en el intento y ahora le llega la reválida en forma de  comicios gallegos. Sí, se examina Alfonso Rueda, un presidente por accidente que heredó el cargo, pero se examina sobre todo su mentor, para quien mantener el gobierno gallego es una cuestión de supervivencia en la interna de su partido.

La elevada presencia de líderes nacionales en esta campaña evidencia que el 18F se dirime mucho más que el que Rueda pierda una presidencia que nunca ganó en las urnas. Por ejemplo, si la mayoría de gallegos está al tanto o no del último auto del juez García Castellón sobre el caso Tsunami. Por ejemplo, si conocen los detalles de la enmienda con la que el PSOE y Junts acordaron una nueva categorización del terrorismo. Por ejemplo, que la ley de amnistía ha encallado en el Congreso tras ser tumbada por los mismos que la exigieron como condición indispensable para investir a Sánchez. Por ejemplo, la capacidad de resistencia de Sánchez en las primeras elecciones tras su alianza con el independentismo catalán. Por ejemplo, si Yolanda Díaz es o no profeta en su tierra. O por ejemplo, y sobre todo, el futuro del líder de la oposición nacional. 

PP y PSOE echarán el resto en una campaña que tendrá poco de gallega, en la que no está en cuestión que los populares sigan siendo la primera fuerza, pero sí que una amplia movilización del electorado de izquierdas pueda proyectar un gobierno cuando menos bipartito entre nacionalistas gallegos y socialistas. “No deis nada por hecho. A quien me votó a mí durante los últimos 15 años, le pediré que confíe en Alfonso Rueda”, lanzó Feijóo en el cierre de la 26ª reunión interparlamentaria de los populares organizada en Ourense hace un par de semanas, consciente de lo que se juega y de que su candidato ni levanta pasiones ni tiene un alto grado de conocimiento en el electorado. 

Los barones del PP aguardarán a las europeas

Aunque juega en casa, en un territorio hegemónico para la derecha, sale al ataque para evitar que una alianza de izquierdas habite en la Xunta y, a partir de ese momento, se reactive en Madrid el debate sobre su liderazgo, después de los fracasos del 23J y de su investidura fallida. No puede permitirse un tercero porque el ala más ultra de la derecha -en la que habitan Aznar, Ayuso y toda su trompetería mediática- no lo pasarán esta vez por alto. Fuentes de la dirección nacional sostienen que en el caso de perder la Xunta, Feijóo no saldría de Génova de manera inmediata, “salvo que él lo decidiera, al entender que la derrota de Rueda sería su segunda propia”. Lo que no descartan es que haya movimientos entre los barones para, a la espera de lo que suceda tras las elecciones europeas, se “abra un debate sobre el proyecto y el liderazgo”. 

Hasta entonces, el PP apela a los electores descontentos con el PSOE y sobre todo con Vox, ya que los de Abascal podrían hacer que la horquilla de escaños baile de tal modo que el PP pierda la mayoría absoluta. En Génova no creen que la ultraderecha vaya a obtener representación en el Parlamento gallego, pero sí temen que arañe votos suficientes como para que Rueda pierda algunos diputados. 

Galicia es un territorio que se le resiste a Abascal. Parte de cero diputados y alcaldes, su candidato es un perfecto desconocido y la formación libra una cada vez menos silenciosa guerra interna entre sus cuadros, pero volverá a fiar todo a las siglas y a un discurso ultra y sin complejos que debilite a Feijóo y le distinga de un PP, al que en ocasiones dibuja como cómplice del PSOE a nivel nacional. Lo suyo es una misión imposible, a tenor de los sondeos, pero aún confían en arañar votos entre abstenciones desencantados con la gestión de Rueda.

La otra amenaza para los populares está en Ourense y en las posibilidades de un atrabiliario alcalde, Gonzalo Pérez Jácome, que también se ha lanzado a la aventura autonómica. Jácome afronta el segundo mandato como alcalde gracias al intercambio de cromos con el PP para que conservase la diputación y su debut en unas gallegas es una incógnita. Algunos sondeos le dan un diputado pero en caso de no llegar está por ver a quién se le restarían esos votos perdidos.

El PSOE se encomienda a la movilización

Desde la sede federal del socialismo de la calle Ferraz también son conscientes de que la batalla se libra en clave nacional, y no sólo por el afán de la derecha en poner el foco sobre la alianza con Junts y la ley de amnistía. En el fondo, es la primera vez que Sánchez se somete al veredicto de las urnas tras una investidura que sólo fue posible por las cesiones que hizo al independentismo catalán. Aún así creen que los gallegos están más preocupados por las cosas de comer que por el olvido penal y que la gestión de la Xunta es “manifiestamente mejorable en todo lo que tiene que ver con los servicios públicos”.

“Les pido a los gallegos que se movilicen y que voten masivamente. Cuando hay baja participación, gobierna el PP, pero  cuando hay una participación masiva, gobierna la izquierda. Así que urnas llenas y cambio seguro”, apeló hace unos días Pedro Sánchez en la clausura de la convención política del PSOE en A Coruña. No en vano, la abstención en elecciones gallegas es históricamente más elevada que en las generales. Tanto que en las últimas en las que se eligió presidente de la Xunta, en plena pandemia, se registró un mínimo histórico y sólo fue a votar el 58,8% del electorado, un porcentaje que el pasado 23J se elevó hasta el 70%.

Los socialistas, que admiten la dificultad de arrebatar la mayoría absoluta al PP, fían el resultado a una amplia movilización de la izquierda como la que se registró en generales y por ello han diseñado una campaña de apoyo a su candidato con varias presencias de Sánchez, los ministros del área económica y el ex presidente Zapatero, quien se ha convertido en los últimos tiempos en el principal reclamo del electorado socialista. Su estrategia de campaña pasa por compensar las andanadas de la derecha por la amnistía con un argumentario que destaque las medidas económicas del Gobierno, como la subida de las pensiones, el SMI, el IMV, la gratuidad en el transporte o el impuesto a la banca y las energéticas. Y el objetivo es combatir la abstención porque las posibilidades de cambio se juegan, según sus cálculos, en dos diputados y cinco puntos de intención de voto. 

La frase más repetida estos días entre los estrategas socialistas es que “hay partido”, y eso que ningún sondeo augura que puedan arrebatar la segunda posición al BNG de Ana Pontón, que es a quien la demoscopia otorga mayores posibilidades de crecimiento desde las elecciones de 2020.

Díaz despliega a sus ministros

En esta última semana, el PSOE defiende que el «no» a los neo convergentes para introducir sus nuevas enmiendas a la ley de amnistía, les permitirá deconstruir el mantra de un presidente sometido al independentismo y sacar de ello rédito electoral en estas dos semanas. De hecho, las negociaciones con Junts para desencallar el texto que ha sido devuelto a la comisión de Justicia no se reactivarán hasta que pase el 18F, según fuentes gubernamentales que se mantienen firmes en que hay escaso margen para el acuerdo. Con todo, los socialistas creen que Sánchez no tiene nada que perder este 18F que, en todo caso, no modificará la hoja de ruta de su gobierno.

Quien sí afronta un trance no menor es Sumar. Y no sólo porque el 18F Yolanda Díaz sabrá si es o no profeta en su propia tierra, sino porque tendrá también que demostrar si su proyecto nacional es extrapolable a otros territorios. Será la primera vez además que Podemos y la coalición que lidera Díaz midan fuerzas después de su divorcio en el Congreso de los Diputados. Ninguno de los dos confía en un resultado del que puedan presumir, ya que Galicia es un territorio en el que la izquierda está ahora dominada por los nacionalistas del BNG, que lidera la oposición tras la desaparición paulatina de Las Mareas. Mientras Sumar lucha por tener representación en el Parlamento gallego y desplegará a todos sus ministros en campaña, además de a su nuevo portavoz parlamentario, Iñigo Errejón, que este sábado mitineó junto a Díaz en su Ferrol natal, Podemos carece de opción alguna. La distancia entre ambos sin embargo determinará la fuerza de cada uno para las próximas batallas a librar, en especial la de las europeas de junio, en las que los morados echarán el resto con Irene Montero como candidata.

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