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Sólo Feijóo se la juega

El presidente de la Xunta de Galicia y candidato del PP, Alfonso Rueda y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo.
1 de febrero de 2024 22:29 h

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Prepárense porque España, no sólo Galicia, entra desde hoy en una nueva campaña electoral. Vuelve el Apocalipsis. En realidad, lleva años instalado entre nosotros. Ya saben: este país ya no tiene Constitución, ni Estado de Derecho, ni seguridad jurídica porque Sánchez, que es un presidente que gobierna con delincuentes, es una amenaza para el Estado (sic). En estos términos discurre la conversación pública a diario  porque así lo ha decidido la maquinaria de agitación y propaganda de la calle Génova.

El 18 de febrero los gallegos, que según las encuestas no parecen nada preocupados por la ley de amnistía y mucho por el paro, la sanidad y la economía, deciden si cambiar o no de inquilino en la Xunta, después de cuatro legislaturas de mayorías absolutas del PP. Sin embargo,  durante los próximos 15 días el debate no discurrirá por los cauces de las principales preocupaciones de los votantes. Con una televisión pública controlada por el argumentario de la derecha, una denuncia contra su director por acoso laboral y unos trabajadores en huelga cada viernes desde hace casi 300 semanas, todo girará en torno a la amnistía, Puigdemont, Sánchez y un gobierno genuflexo ante el independentismo catalán. 

Y es que el PP, que suele hacerse trampas a sí mismo con lo que le dicen sus demoscópicos de cabecera, ha decidido nacionalizar la campaña porque el olvido penal, según sus cálculos, humillará a todos los españoles y acabará con el socialismo en todo el territorio. Así que, a falta de una caravana electoral, desplegará tres. Rueda, Rajoy y Feijóo estarán a la cabeza de cada una de ellas.  

A los estrategas genovitas les ha faltado improvisar otra con Aznar y una más con Ayuso. Pero, claro, como lo que está en juego no es sólo la Xunta, sino también el liderazgo de Feijóo, quizá no sean ellos los más indicados para echar una mano, a no ser que sea al cuello para terminar de hundir al gallego. Tras el estruendoso fracaso del 23 de julio y esa especie de moción de censura contra Sánchez en forma de investidura que protagonizó en septiembre y resultó una tomadura de pelo con aquello de “no soy presidente porque no quiero”, el 18F se lo juega todo.  De hecho, sólo Feijóo se la juega.

Tanto es así que él mismo reconoció que si el PP no obtiene una quinta mayoría absoluta no habrá cumplido sus expectativas. Le faltó añadir que tampoco las de quienes le auparon a la presidencia nacional y seguirán expectantes el resultado, a la espera de si esa misma noche pulsar o no el botón nuclear que active el relevo. 

Lo intuye, lo sabe y lo teme. O el PP mantiene el que hasta ahora era su principal bastión electoral o se sucederán otra vez las dudas sobre su idoneidad en el ámbito partidario y en el de los medios afines que tanto miman a Ayuso. O Ayuso a ellos con un presupuesto milmillonario y están preparados para lo que haga falta y dicte la baronesa de Sol. Él mismo ha caído en la trampa al convertir la cita en un nuevo referéndum sobre Sánchez y la amnistía, a pesar de que las protestas convocadas contra el perdón penal no tuvieron un seguimiento masivo en Galicia y mucho menos las concentraciones frente a las sedes socialistas.

El presidente del Gobierno, en cambio, tiene poco que perder en esta cita. Si la izquierda suma y los socialistas gallegos entran en el gobierno, gana porque podrá deconstruir el marco instalado por la derecha de que la amnistía envenena y quita el sueño a todos los españoles. Si no suma, siempre podrá decir que Galicia fue un territorio para el monocultivo electoral y anotarse el tanto de un retroceso de la derecha que se da por descontado en casi todos los sondeos. En un caso y en el otro, el socialismo gallego probablemente no pase de tercera fuerza, pero el objetivo de Sánchez es sobre todo sembrar el desconcierto y el desánimo en las filas de la derecha.

Así que no, un tropiezo en Galicia para Feijóo no sería un contratiempo más a sumar al inesperado fracaso del 23J y la investidura fallida. Lo que está en juego es la hegemonía de la derecha en su territorio más emblemático,  su liderazgo nacional y la estrategia para los próximos meses de un partido que ha hecho de la tramitación de la amnistía su principal baza de oposición.

Hagan sus apuestas.

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