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La moción de censura de Vox sume al PP en el desconcierto

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, conversa con el líder de Vox, Santiago Abascal, durante los actos del 12 de octubre

Aitor Riveiro

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Una breve respuesta de Alberto Núñez Feijóo durante una entrevista radiofónica ha sumido al PP en el desconcierto a cuenta de la moción de censura que Vox amaga con presentar. Cuando todo el partido tenía claro el rechazo a la iniciativa que desde hace casi un mes le reclaman desde Ciudadanos y Vox, el dirigente gallego abrió la puerta a una abstención (o a un 'sí') incluso aunque la votación para echar a Pedro Sánchez suponga no rechazar que Santiago Abascal sea presidente del Gobierno. “'No', no vamos a votar”, dijo preguntado expresamente por una hipotética votación para hacer presidente a Abascal. “Oponernos no lo vamos a hacer”, ratificó inmediatamente después.

Las dos frases de Feijóo, proclamadas poco después de las nueve de la mañana del martes a Federico Jiménez Losantos en los micrófonos de esRadio, cogieron a su dirección bien en el Pleno del Senado, bien en el Congreso. Muchos no oyeron en directo las palabras de su jefe de filas e intentaron salir al paso de las preguntas de los periodistas presentes en ambas cámaras.

El presidente del PP marcó en parte la posición de su partido sin haber sometido la cuestión ni siquiera al Comité de Dirección, el órgano más próximo a Feijóo y donde está su supuesto círculo de confianza, según aseguran a elDiario.es algunos de sus miembros. “No lo hemos despachado en el Comité”, apunta un dirigente nacional. De hecho, fuentes próximas al propio líder del partido confirman que el asunto se tratará “al menos” en el Comité de Dirección una vez que se presente la moción.

Hasta ese momento no se desvelará el voto concreto del PP. Pero lo que sí está claro es que no será un no. El cambio de posición sobre lo que hizo en 2020 el PP que comandaba Pablo Casado en la anterior censura de Vox, y sobre todo la contradicción entre rechazar la iniciativa sin emitir un voto negativo, ha generado discrepancias en el partido, aunque de momento no salen del ámbito de los susurros.

El paso atrás de Gamarra

Durante un largo martes de debate y votación de los Presupuestos Generales de 2023 en el Senado, miembros de la dirección apostaron por intentar convencer a Vox de que no presente una moción que, la lidere quien la lidere, está condenada al fracaso. De hecho, la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, sondeó por orden de Feijóo a los grupos del Congreso. La encuesta fue clara: solo los dos diputados expulsados de UPN y el de Foro Asturias están dispuestos a apoyar una censura.

Gamarra compareció pasada la una de la tarde en la sala de prensa del Congreso, donde se limitó a señalar que la posición del PP en la votación, en caso de que finalmente se produzca, “la decidirán los órganos”. Un aparente paso atrás en lo dicho por su jefe de filas horas antes.

Pero dentro del PP incluso hay quien reclama votar a la censura, aunque eso suponga respaldar a Abascal, e incluso que Feijóo se replantee la decisión de no liderar él mismo la iniciativa. Algo que, en realidad, ha asumido él en solitario ya que no se ha debatido en los órganos de dirección.

Así se expresó, por ejemplo, en la cena del PP de Madrid que se celebró el lunes por la noche en Alcobendas y a la que asistió el propio Feijóo. Y así se lo hacen saber a los dirigentes del PP las personas que se cruzan por la calle, según insisten unos y otros.

Pero esa es la única decisión que parece irrevocable. Feijóo ha explicado en múltiples ocasiones que una moción de censura serviría para reforzar al Gobierno de coalición cuando, según su tesis, peor está. Y a medio año de las elecciones autonómicas y municipales, donde el PP confía en que quede patente el descontento social contra Pedro Sánchez y la “basura política” que se está tramitando, según sus propias palabras, en este final de curso político.

Un “tirano”, en palabras de Isabel Díaz Ayuso, que culminará su legislatura en 2023. La reacción del PP ante lo que han calificado con “golpe de Estado” es esperar a las elecciones autonómicas y municipales de mayo y, después, intentar ganar a finales de año a Sánchez en las urnas.

La elección entre la estrategia y la presión

El PP vuelve así a una situación que ya ha vivido en los últimos años: elegir entre su estrategia y la presión de sus aliados minoritarios. Especialmente Vox, capaz de marcar agenda ya que con sus 52 diputados tiene capacidad parlamentaria de sobra para plantear una moción de censura o un referéndum ante cualquier reforma constitucional.

Los de Abascal han visto en la derogación de la sedición y la reforma de la malversación su oportunidad de recuperar fuelle después de su caída en las encuestas tras la llegada de Feijóo a la política nacional. En el PP son conscientes de que la relativa desinflamación de los problemas económicos, especialmente el alejamiento de la temida recesión que azuzaban hace unos meses, reduce su capacidad de desplegar el perfil de gestor que Feijóo quiere presentar ante los españoles.

En cambio, el regreso de las soflamas identitarias, del riesgo de ruptura de España y del miedo al Gobierno de socialistas, comunistas y separatistas, engorda a la ultraderecha. Los sondeos se han estabilizado en las últimas semanas y confirman que el PP tendrá que contar con Vox para alcanzar la Moncloa, lo que obliga además a Feijóo a afinar los equilibrios que tiene que hacer para intentar acercarse al electorado socialista descontento que intenta atraer sin perder a su ala más extrema.

Incluso Ciudadanos, sumido en una batalla interna por el control de lo que queda del partido, ha visto en la moción de censura la opción de recuperar algo de fuelle y mostrarse como útiles ante el electorado.

Feijóo y Abascal mantienen el contacto telefónico. El líder del PP no quiere intentar convencer al de Vox de que no presente la moción de censura, aunque algunos de sus principales colaboradores cree que podrían hacerlo y que esperan que “entiendan que no beneficia a nadie”.

Al dirigente gallego nada le mueve de su posición. “La gente quiere votar, la gente conoce a Sánchez. Ya tienen formada opinión, no es cuestión de tener ocho horas más o menos de debate”, apuntan fuentes de su entorno. La estrategia es “decirle a la gente que aguante y vote”. Eso será, en el caso de las generales, aproximadamente dentro de un año.

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