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“Juro cumplir las Leyes Fundamentales y guardar lealtad a los Principios del Movimiento Nacional”

El rey jura las Leyes Fundamentales el 22 de noviembre de 1975. En una segunda fila se ve a Alfonso Armada. Foto: Luis Millán / EFE

Carmen Moraga

“Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”. Así juró Don Juan Carlos de Borbón el 22 de noviembre de 1975 su proclamación como Rey de España ante unas Cortes preconstitucionales que aún lloraban al “generalísimo” Franco. El dictador acababa de morir tan solo dos días antes y los grises –la polícía del régimen–vigilaban estrechamente la calle. Al acto acudieron varios mandatarios extranjeros, entre ellos el presidente de Chile, general Augusto Pinochet, y el rey Hussein de Jordania.

Televisión Española recogió el histórico momento en un vídeo en el que la voz en off de un locutor narra los prolegómenos de la ceremonia, algunos de cuyos pasajes ahora se intentan enterrar. “En la madrileña carrera de San Jerónimo se alza el Palacio de las Cortes Españolas obra de Narciso Pascual Colomer. La gran puerta de bronce se abrió para dar paso a un nuevo rey de España”, arranca la cinta de TVE, para explicar a continuación, mientras la cámara hace un barrido del ambiente, que “el acto fue seguido por miles de españoles que circundaban los alrededores del edificio, además de las 1.500 personas que se encontraban en su interior, entre ellos los jefes de Estado especialmente desplazados para estas jornadas”.

A las 12,30 del mediodía llegaban al Congreso los todavía príncipes de España, que estuvieron acompañados por sus tres hijos, Elena, Cristina y Felipe, que en unos días sucederá a Don Juan Carlos en el trono. En el salón de plenos estaba ya todo preparado. Entre otras cosas, y sobre una banqueta de terciopelo rojo, la corona -que no se movió de su sitio-, el cetro y un crucifijo de plata.

La histórica sesión plenaria fue presidida por el entonces presidente del Consejo de Regencia, Alejandro Rodríguez de Valcárcel - que también lo era de Las Cortes-, quien finalizada la liturgia del acto gritó alto y claro: “Señores procuradores, señores consejeros, desde la emoción en el recuerdo a Franco. ¡Viva el rey! ¡Viva España!”, mientras sonaban los acordes del himno nacional. Todo el hemiciclo se puso de golpe en pie para aplaudir durante varios minutos al nuevo monarca y lanzarle repetidas “vivas”, a él y también a España.

Detrás del ya nuevo líder estaba Alfonso Armada, entonces secretario general de la Casa del Rey. Años después participaría en el golpe de Estado que encerró a los diputados en ese mismo hemiciclo.

En su discurso, Don Juan Carlos tuvo palabras de “respeto y gratitud” para Franco: “Una figura excepcional entra en la Historia. El nombre de Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea”, dijo el nuevo rey, que también se comprometió a “mantener la más estrecha relación con el pueblo”. Además, quiso resaltar su deseo de que el futuro de España se base en “un efectivo consenso de concordia nacional”, frase que es la que ahora muchos prefieren que prevalezca sobre las demás.

El protocolo fue muy rígido, como quedó recogido en el diario de sesiones. “Cuando se anuncie la llegada de SS.AA.RR al Palacio de las Cortes, solo los miembros del Consejo de Regencia estarán en la Puerta Principal del Palacio para recibirles y acompañarles al salon de sesiones”. “Al finalizar la sesión, acompañarán a la salida a SS.MM. el Consejo del Reino, el Gobierno y la Mesa de Las Cortes”. A los procuradores se les ordenó ponerse en pie tanto a la llegada como a la salida del cortejo real, recordándoles que debían permanecer en sus escaños hasta que los reyes y su séquito abandonaran el salón de plenos.

Cinco días después

el 27 de noviembre, tuvo lugar en la madrileña Iglesia de Los Jerónimos la ceremonia de “unción” o coronación, con una “Misa del Espíritu Santo” oficiada por el cardenal Tarancón. El rey y la reina salieron del templo bajo palio. Los fastos organizados para la ocasión quedarán para los anales de la Historia por tanta pompa, boato y oropel. Hubo un gran desfile militar que acompañó y escoltó al coche negro descapotable en el que a Don Juan Carlos y Doña Sofía hicieron el recorrido por el centro de Madrid hasta el Palacio Real mientras a su paso eran aclamados por una ciudadanía que parecía entusiasmada con la restauración en España de una Monarquía que ahora, con el paso de los años y aprovechando la abdicación del rey, un amplio sector de la sociedad pone en cuestión.

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