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Tesh Sidi: “Es una grandísima oportunidad poder ponerle voz al pueblo saharaui desde el Congreso”

La número tres por Madrid en las listas de Sumar, Tesh Sidi.

Fátima Caballero

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Tesh Sidi (Campamentos de refugiados de Tinduf, 1994) se ha convertido en el fichaje estrella de Más Madrid para la coalición de Sumar al Congreso en las elecciones del 23J, donde ocupará el puesto número tres de la lista de Yolanda Díaz por la capital. La activista saharahui e ingeniera informática especializada en big data dio el salto a la política el pasado marzo, cuando la formación que lidera Mónica García la anunció para su candidatura a la Asamblea regional, pero un problema con su padrón le impidió concurrir a los comicios del 28M. “Es una grandísima oportunidad poder ponerle voz al pueblo saharaui desde el Congreso”, celebra Sidi, que recuerda que en 50 años de conflicto ningún saharahui ha ocupado un lugar en las instituciones españolas. “Todo el mundo ha acogido mi candidatura casi como una victoria nacional”, asegura.

Sobre el cambio de postura de España respecto al Sáhara, la ingeniera responsabiliza directamente a Pedro Sánchez, con quien le gustaría sentarse para debatir la situación. “A día de hoy se ha demostrado que a España esa postura tampoco le ha beneficiado mucho porque las fronteras siguen igual. Somos incluso más rehenes de Marruecos”, lamenta. Sobre el número dos de Yolanda Díaz en la candidatura de Sumar, Agustín Santos Maraver, que en el pasado hizo declaraciones polémicas sobre la situación del Sáhara, Sidi asegura que estará “atenta” pero que de momento prefiere centrarse en el futuro. “El pueblo saharaui es bastante precavido, bastante desconfiado y es súper normal que todo el mundo se haya preguntado si voy a estar o no cómoda con él”, asegura.

¿Por qué ha dado el salto a la política?

Vengo del activismo de base, del activismo social y llega un momento en el que considero que para cambiar las cosas hay que dar un paso adelante en la política institucional. Sobre todo porque las políticas deben también contar con esa visión de base. Como saharaui, creo que todos los saharauis hacemos de alguna manera política, pero nunca hemos estado implicados en la política institucional aquí en España debido a varios motivos especialmente migratorios. Doy el paso porque creo firmemente que mi visión puede aportar a nuevas políticas más interseccionales: mi experiencia como persona migrante, pero también como ingeniera y como mujer joven, que también creo que es importante. El activismo es necesario para movilizar la base, pero necesitamos también implicarnos y acompañar a todo ese activismo con políticas reales.

¿Y por qué con Más Madrid?

Siempre lo digo, uno de los motivos por los que vine a Madrid fue porque Manuela Carmena me inspiraba. Y cuando pienso en futuro, en verde, en feminismo, en liderazgo femenino, que para mí también es muy importante, eso es Más Madrid. Cuando Más Madrid me ofrece esa posibilidad dije que sí con los ojos cerrados, porque veo esa proyección de futuro, esa mirada feminista y a una organización que se construye desde lo regional, desde lo cercano... 

Se quedó fuera de la lista de Madrid a la Asamblea por un problema con su padrón. ¿Ha podido solucionarlo para concurrir en las elecciones generales?

¡Sí, sí! La cuestión de mi padrón es que yo acompaño a mi madre a empadronarse y de alguna manera se secuestra mi derecho de cambiar de padrón durante dos meses. De hecho, al final pude votar en Madrid en las pasadas autonómicas. Se demostró, obviamente, que tenía razón, porque yo he ido a las administraciones y me han expedido certificado de padrón. Fue una conjunción de mala suerte, de desaparecer del padrón solo un mes, el mes que sirve para concurrir a las elecciones, que es febrero. Pero en marzo ya aparezco en Madrid, que es al final el que cuenta para estas próximas elecciones.

Ese motivo ha impedido que hoy sea diputada regional y ahora concurrirá en la lista de Sumar como número tres por Madrid al Congreso. ¿Prefería la política autonómica a la nacional?

Para mí la política es política, sea regional o nacional. Sí que es verdad que, y eso siempre lo digo desde mi perspectiva como ingeniera, la política tiene que tener una perspectiva de plataforma, es decir, bajar también a lo regional y viceversa. Es bidireccional. Desde lo autonómico e incluso desde lo municipal pueden llegar ideas. No me da miedo, voy con la misma actitud que si fuera a ser diputada regional. Como mi perfil siempre se ha enfocado a los derechos humanos, mi pasión siempre ha sido la política más internacional, creo que es el sitio y bajar esas políticas de Estado también a lo autonómico, también a lo regional. Porque muchas veces hay políticas que pensamos que traspasan nuestras fronteras y llegan directamente a lo municipal.

¿Cómo ha vivido el cambio de posición de España respecto al Sáhara?

A mí me gusta mucho resaltar que ha sido una decisión unilateral de Pedro Sánchez. Es una posición que no se ha consultado ni con el Gobierno de coalición y mucho menos con la oposición o con las bases del PSOE. En la cuestión del Sáhara Occidental siempre ha faltado voluntad política, que no es lo mismo que la solidaridad que hay en el ciudadano de a pie, también la militancia del Partido Socialista. Viniendo de un partido de izquierdas que gobierna en coalición, teníamos fe y el pueblo saharaui se ha sentido defraudado. Pedro Sánchez directamente ha movido ficha contra la legalidad internacional, contra el derecho internacional, como no se había visto antes. Personalmente, sé que obviamente en los gobiernos hay posturas de Estado y que es complejo, porque hay muchos más intereses detrás. Pero a día de hoy se ha demostrado que a España esa postura tampoco le ha beneficiado mucho porque las fronteras siguen igual. Somos incluso más rehenes de Marruecos. 

¿Le gustaría sentarse con Sánchez y el ministro de Exteriores José Manuel Alberes para explicarles la posición del pueblo saharaui?

Hasta ahora el pueblo saharaui siempre ha tenido un altavoz, pero no ha estado esa voz dentro de las instituciones. Mi posición con mi pueblo y con respecto al Sáhara Occidental es muy clara y la voy a defender y a explicar y a hacer llegar. Y obviamente creo que es una grandísima oportunidad ponerle voz al pueblo saharaui y ser un altavoz propio desde la experiencia y hacer llegar lo que a veces se pierde. Al final, yo soy un vivo reflejo del pueblo saharaui. Yo nací en un campo de refugiados y vivo aquí en España y trasladar eso de tú a tú también puede ser un factor clave de aquí al futuro.

Quería preguntarle por el número dos de la lista de Sumar, Agustín Santos. En el pasado fue parte del Gobierno de Zapatero como jefe de gabinete del exministro Moratinos. Entonces tuvo algunas posiciones polémicas sobre el Sáhara que fueron criticadas. ¿Se siente cómoda yendo con él en la lista?

Me lo ha preguntado muchísima gente. He leído, he preguntado, porque es verdad que no conocía tanto su trayectoria, porque no es como el ministro Albares, que es más de mi generación de militancia y activismo y sí que tiene posturas apoyando al Sáhara. Pero no tengo una respuesta contundente de si está a favor o no del pueblo saharaui. También es verdad que ser diplomático es muy complejo y defender los intereses de España también lo es. Pero vamos a estar atentos. Me preocupa más el futuro, las actuaciones y lo que vaya a pasar a partir de ahora. Estoy esperanzada en poder ver cómo se pronuncia. No me incomoda para nada formar parte de las listas con él, de hecho, creo que de un gran diplomático como él se puede también aprender. El pueblo saharaui es bastante precavido, bastante desconfiado y es súper normal que todo el mundo se haya preguntado si voy a estar o no cómoda con él.

¿Cómo es nacer en un campo de refugiados?

Muy duro. Yo suelo decir que no se puede romantizar, porque muchas personas van a los campos de refugiados y el pueblo saharaui es muy cercano, muy carismático, da la bienvenida enseguida y te hace sentir como en casa, pero no deja de ser un campo de refugiados. Y los campos de refugiados en sí mismos son una vulneración de todos los derechos que pueda tener cualquier ser humano. Desde el estatus jurídico, desde la alimentación... Yo recuerdo una infancia muy precaria, muy dura, muy árida. Es verdad que cuando naces ahí, al principio no piensas en lo realmente duro que es el sitio en el que te ha tocado nacer, pero cuando ves otras realidades empiezas a comprender el contexto del conflicto. Y no quieres romantizarlo. La responsabilidad de mi generación es devolver el conflicto a esa postura más política, de que hay detrás personas a las que se les están vulnerando absolutamente todos sus derechos.

Naciendo en un contexto así, ¿la conciencia política se fragua desde pequeña o aparece en la edad adulta?

Yo siempre digo que los saharahuis nacemos políticos, somos una sociedad muy politizada porque obviamente en todos nuestros contextos del día a día hacemos política. Desde ser mujer, desde nacer en un campo de refugiados, desde migrar, regularizar tu situación aquí... Lo que hablaba antes, de esa interseccionalidad, de lo transversales que son el acceso a la vivienda, la educación o la sanidad. Entonces, inevitablemente eres político. Pero por eso yo también tengo una concepción de que todo es política. Siendo migrante todo se complica. Yo no recuerdo ni un día de mi vida en el que no haya tenido que hacer política o conciencia política.

Su primer contacto con España fue viniendo a pasar dos meses en verano con una familia en un programa específico que traía niños saharauis. Hay personas que creen que eso puede ser perjudicial para el menor porque después le toca volver a la vida precaria.

Siempre digo que a mí me preguntaban “¿qué te gusta más? ¿aquí o allá?” y yo siempre decía “allí tengo a mi madre”. Esa es la respuesta fundamental, porque somos un pueblo muy comunitario. Tú vienes y vienes a darlo todo dos meses en verano y lo que quieres al final es volver y llevarte cosas para tus hermanos, para compartir con los tuyos... Yo soy lo que soy gracias a 'Vacaciones en paz'. Es un proyecto en el que acabamos siendo embajadores políticos de lo que ocurre con el pueblo saharaui, es una representatividad directa. Para nada hay que tener ese miedo a la acogida. Es verdad que es importante la deconstrucción colonial por parte de la familia de acogida. Al final, ese niño viene debido a un conflicto político con el que debes o tienes que tener una conciencia de responsabilidad. Pero creo que es una puerta muy importante no solamente de solidaridad. Yo tengo mi familia española, que es como mi segunda familia. Mi hermano mellizo tiene también su familia y convives. Yo siempre digo que soy alicantina también.

Viendo su trayectoria, ¿siente que es una privilegiada respecto a otros compatriotas?

A veces yo lo digo, y lo que me responden es que no, que lo que he ganado son derechos con muchísimo esfuerzo, pero desde la comodidad y desde ahora un trabajo digno. Y desde una vida digna tengo que ayudar a los míos. Pero esa misma conciencia de clase también la tengo que tener con el desfavorecido de aquí. Desde que tengo esos privilegios ayudo a mi pueblo, invierto muchísimo tiempo en ello, viajo a los campamentos, porque sí que siento que tengo esa deuda. Tengo que devolverle algo al pueblo saharaui y qué menos que intentar ser su altavoz dentro de un Estado de derecho como España. Pero no voy tampoco desde una postura paternalista, porque allí todas las personas están muy formadas. El problema es el bloqueo, que hace que muchas personas no tengan futuro, no por falta de formación, sino por un bloqueo por el conflicto y el exilio.

¿Cómo se han tomado allí, su entorno y su familia, su salto a la política?

Todo el mundo lo ha acogido como una victoria casi nacional, como una victoria para el pueblo saharaui. Es muy esperanzador. Llevo 20 años aquí, es normal que dé el salto. En términos realistas, es normal que una persona que lleva toda su vida aquí forme parte de la política, pero en 50 años el pueblo saharaui no ha tenido representación dentro de del Congreso, ni dentro de las instituciones. La generación de mi padre fue una superviviente aquí en España, con trabajos muy precarios, y sus hijos ya hemos tenido acceso a una educación. Ellos ven ahora su inversión como pueblo. Y fueron muy visionarios, tanto el Frente Polisario como nuestros padres, al decir que el futuro es la educación de nuestros hijos, aunque vivan lejos de nosotros, tenemos que fraguar e intentar que tengan ese futuro. Es como cuando España juega contra Francia y todos vamos con España, es un poco lo mismo. Todo el mundo lo siente como una victoria conjunta.

¿Qué opina de Vox como migrante?

Me da muchísimo miedo que un partido como Vox haya llegado a las instituciones y esté ya en los gobiernos. Creo que nos tenemos que preocupar, pero tenemos que buscar nuevas fórmulas y nuevas estrategias para movilizar. Vox es todo lo contrario a lo que yo pueda pensar, no puede convivir con esa ideología radicalmente contraria a los derechos humanos, el feminismo, el progreso, la transformación y el futuro. Vox quiere volver dos, tres o no sé a cuántos siglos atrás. Es un partido que incita a un odio innecesario. La gente normal convive, tiene fraternidad, pero gracias a sus estrategias también en redes sociales están llegando lejos. Y creo que sí que nos tenemos que preocupar, pero combatirlo, transformar, movilizar y llegar cada día a más personas.

Además de su defensa de los derechos del pueblo saharahui, también tiene un discurso feminista muy marcado. ¿Qué es antes, activista saharaui o feminista?

Feminista, desde luego.

¿Por qué?

Siempre digo que cuando yo descubrí el feminismo descubrí que mi política, mi manera de hacer política, está inspirada e influenciada por el feminismo. Sí que es verdad que he pasado mis fases de intentar exportarlo a mi madre sin comprender esa brecha generacional, también cultural, y ahora intento tender más puentes, intento comprenderla, explicarle y lo he conseguido. Soy muy férrea en ese pensamiento de que se pueden ligar generaciones y ligar puentes, desde la empatía y sin intentar parternalizar también el feminismo.

Y además de activista, es también ingeniera informática especializada en big data. ¿Cómo podría ayudar el big data en las administraciones?

Una cuestión fundamental es la burocracia. El problema de mi padrón no hubiera pasado si hubiéramos tenido lo que llamamos transaccionalidad y datos. Tenemos que simplificar la vida de las personas. Tienen que ganar tiempo y se gana tiempo de verdad con big data. Puede gestionar desde el tráfico hasta las citas en un hospital, hasta ser el futuro también para la cura. Muchos pequeños municipios no tienen sistemas informáticos que gestionen sus datos. Tenemos una fuga muchas veces de seguridad de datos debido a que no hay un pensamiento global. Se pueden hacer muchísimas cosas con el big data. La gestión del tráfico es fundamental. Tenemos que hacer que la gente viva mejor a través del anonimato de los datos.

¿Cómo explica que la empresa privada invierta tanto y en la Administración vayan tan retrasados?

Hay una concepción presupuestaria y de gobernar por cuatro años y eso es un gravísimo error, porque es importante poner también en valor los avances aunque la obra no esté terminada. Y las partidas presupuestarias que se destinan a este tipo de software suelen ser bastante precarias. La Administración tampoco está atrayendo a perfiles de ingenieros como yo. Está claro que el Estado no va a competir contra la banca o contra empresas grandísimas que tienen servidores y tienen una infraestructura muy grande, pero sí que puede fomentar la participación entre esas empresas, la mediana empresa y el pequeño comercio para que haya más dinamismo. Pero sobre todo para mí es fundamental atraer al talento joven, que los ingenieros estén diseñando y sean parte fundamental dentro de la transformación digital de la institución.

Uno de los retos del futuro más inmediato es la inteligencia artificial. ¿Dónde se deben fijar los límites?

No hay que tenerle miedo. Enlazando con la anterior pregunta, la institución durante mucho tiempo tuvo mucho miedo al lanzamiento de Internet, a ese mundo que iba muy rápido y aprende por sí y por eso se ha quedado atrás. A la inteligencia artificial no hay que temerla, simplemente hay que tener muy presente que las brechas que existen en la vida real se trasladan y se multiplican: desde la violencia digital, desde la pornografía, muchísimos aspectos se potencian porque no está regulado y es un sistema muy complejo de regular. En la Unión Europea este debate ya está sobre la mesa. Es fundamental crear marcos de protección a los que se puedan acoger las empresas que generan estos productos. Muchas veces empresas incluso de dating se sienten desprotegidas porque no hay mecanismos. Más Madrid proponía la app para generar esos marcos de protección para las empresas y las personas. Muchas veces proteger es acercar las soluciones. Y hace falta muchísima formación digital. Hay que reenfocar la educación y para mí es clave la tecnología y la informática. La programación tiene que entrar en niveles muy bajos para que los niños tengan esa nueva forma de pensar.

Su trabajo final de máster fue sobre la exposición en las redes sociales. ¿Qué conclusiones sacó de aquella investigación?

Saqué unas conclusiones alarmantes. De hecho, yo empecé a tener redes incluso después de ese trabajo, por una necesidad de activismo, que no por una necesidad personal mía. Como persona prefería no tener. Recuerdo que yo podía detectar cuándo una persona estaba o no en casa, si esa persona es más o menos nocturna, su nivel educativo... De ese trabajo salí un poco preocupada, pero a la vez las mismas aptitudes en ingeniería, en big data, en analítica de datos, me ayudaron luego en el activismo. Lo que más me preocupó es la cantidad de bots y cómo la violencia se multiplicaba y se maximizaba con el tiempo. Los primeros bots eran un poco más tontos y últimamente los veo muy sofisticados y es alarmante. Yo sigo diciendo que no hay que tenerles miedo, simplemente tenemos que educar de otra manera, que la gente sea muy consciente y proteger sobre todo a los más pequeños, porque se están metiendo grandísimas multinacionales y no estamos siendo capaces de frenarlo.

Siempre se dice que el nivel de odio y violencia en las redes no se traslada luego a la vida real. ¿Pero hay que preocuparse por si acaba llegando?

No hay que dejar nada al azar, absolutamente nada, y menos en estos sistemas. Al final quien está expuesto son muchas veces los más vulnerables. No somos tú y yo, personas adultas que ya conocen esto, sino personas que pueden estar desinformadas. Hay que proteger la información muchísimo. Hay que exigir analítica de datos en los medios de comunicación.

La violencia en redes, ¿la ha sufrido más como mujer o como activista saharahui?

Es verdad que como controlo bastante de redes, tengo muchos mensajes filtrados en cuanto a ese odio, entonces a mí me llega casi lo que yo quiero que me llegue, para protegerme. Pero sí creo que más como mujer que como activista.

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