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Ni traición, ni chantaje... ni debate de Presupuestos

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el Congreso.

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Alguien dijo que el informador parlamentario es como un pescador de caña que espera en los lances del debate y aguarda pacientemente en la orilla para llevarse algo a la crónica. Pero hay días que la espera desespera y ocurre que hay sesiones que por mucho que duren no tiemblan los escaños, ni hay giro de guion, ni salta el titular a la primera de cambio. Son esos debates anodinos y previsibles en los que las posiciones son conocidas de antemano. Y ha sido el caso del debate de totalidad de los Presupuestos Generales del Estado, una jornada que no pasará a los anales del parlamentarismo y en la que más que de las cuentas públicas para 2023 se habló de ETA, de Ayuso, de la reforma laboral, del bloqueo en la renovación del Consejo del Poder Judicial, de los ERE de Andalucía y hasta de lo defraudado por el PP en las obras ilegales de su sede nacional. 

Andaban sus señorías acoplándose ya en los escaños cuando por los pasillos del Palacio de San Jerónimo los más rezagados en entrar al salón de plenos no hablaban de Presupuestos, ni de las siete enmiendas a la totalidad que iban a defenderse este miércoles, ni de la recuperación económica, ni de los fondos europeos… El lío entre Casado y Ayuso por la presidencia del PP de Madrid y el silencio decretado desde la parte socialista del Gobierno sobre la reforma laboral después de la ceremonia de la confusión protagonizada por los socios de gobierno en la última semana fueron los dos asuntos al margen de la agenda institucional que estaban en todas las conversaciones. Todo mientras Yolanda Díaz hacía demostración de su elocuencia y su empatía en cada corrillo de periodistas y a los ministros del PSOE les habían dado instrucciones para no entrar en el asunto, poner las luces largas y no declarar una palabra al respecto, dijese lo que dijese la titular de Trabajo.

Los debates presupuestarios ya no son lo que eran, y antes –no hace tanto– eran por excelencia, junto a los del Estado de la Nación, los que mayor interés y afluencia suscitaban en toda la legislatura. Ahora se ven escaños vacíos en todas las bancadas, tribunas sin invitados, ministros ausentes, diputados distraídos y una responsable de Hacienda que habla más del ruido ambiente de la política que de los números. Atrás quedaron los tiempos en que Solbes o Montoro dormían al respetable destripando cada capítulo, cada epígrafe y cada cifra. Esto ya no va de cifras sino de otra cosa. De “palabras gruesas” con las que las derechas han descalificado el proyecto presupuestario que María Jesús Montero recuerda nada más subirse a la tribuna. “Hablan de chantaje, traición y humillación porque no les importa lo que está detrás de las cuentas”, suelta antes de destripar siquiera la primera cifra y emplazar a los grupos a un debate franco con el que contrastar propuestas. 

Sobran, como dijo la ministra, el ruido, el regate corto, la sobreactuación y la política de tierra quemada mientras falta crítica constructiva, si bien su intervención tampoco sirvió de antídoto contra todo ello cuando se empleó a fondo en hacer de oposición a la oposición y defender su proyecto como un “antídoto contra los populismos”. Montero justificó con ahínco los acuerdos cerrados por el Gobierno con formaciones como ERC o PNV para sacar adelante las cuentas públicas y han sido motivo de crítica furibunda de las derechas con acusaciones de “traición” y “chantaje”. 

Montero defendió que las cuentas presentadas por su equipo son “indispensables para la recuperación económica y social” del país y para dejar atrás “este periodo tan duro de la pandemia”. Y las calificó de “extraordinarias” e “históricas” al tiempo que deslizó constantes críticas a las cuentas aprobadas por los gobiernos del PP tras la crisis económica de 2008. De aquellos proyectos presupuestarios “hay que extraer lecciones para no cometer los mismos errores, sobre todo ahora, en una época tan volátil y de creciente incertidumbre” donde se ha puesto de manifiesto “el inmenso valor de lo público” y la utilidad de los fondos europeos para la recuperación. 

Y Ayuso se coló en el debate

Antes de que la ministra acabara su exposición, la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso ya se había colado en el pleno, hasta donde llegaron los ecos de su anuncio de reducción del IRPF a partir de 2022. El más bajo pasará del 9 al 8,5% y el más alto del 21 al 20,5%. Y, aunque Casado no mencionó el asunto, Montero picó el anzuelo por la tarde en su réplica al referirse a una distribución fiscal de la Comunidad de Madrid con la que quien pagará más será la clase media y trabajadora.

Para una vez que el líder del PP se atuvo al guion establecido, se centró en los números –pese a subir al atril sin un solo papel– y evitó cualquier alusión que no tuviera que ver con los presupuestos, Montero se cebó con él a conciencia y le preguntó si pensaba pagar el PP “lo que dejó de tributar en el Impuesto de Sociedades por la obra ilegal de su sede” de la calle Génova. “¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!”, gritaba la bancada popular mientras la presidencia de la Cámara recordaba que no estaban en un estadio de fútbol ni en un patio de colegio y Casado le aconsejaba que no diera lecciones tras haber sido consejera de Andalucía y dejar la peor cifra de paro, de deuda, de déficit y “de corrupción de toda la Europa occidental con los ERE”. La ministra se deslizó por derroteros que nada tenían que ver con la cuestión presupuestaria, como el éxito de la vacunación o el bloqueo del CGPJ en una estrategia que desconcertó a propios y extraños.

“Que usted, que ha estado en la trama Isofotón y en los ERE, votando como consejera de Chaves y Griñán, venga aquí a dar lecciones sobre lo que ha pasado en Francia, me parece sinceramente desternillante, señora Montero”, le espetó Casado a la responsable de Hacienda, después de calificativos que ya había regalado a los Presupuestos desde que entraron en la Cámara Baja. “Falsos”, “radicales”, “ruinosos” y “bodrio presupuestario”, llegó a decir antes de afear a Pedro Sánchez su ausencia de la sesión vespertina y vaticinar que estas serán las últimas cuentas que habrá con el hoy presidente en La Moncloa. 

Pablo Casado insistió en cuestionar la recuperación económica tras la pandemia y en aventurar que el PP tendrá que “arreglar la ruina” que dejará el Gobierno de coalición progresista, pese a que en esta ocasión se abstuvo de hablar de quiebra del país como hizo hace unos días. Lo que sí advirtió es que si el Gobierno no hace públicos esta misma semana sus acuerdos sobre las condiciones para la concesión a España de las ayudas europeas, el PP irá a Europa a reclamar su publicidad. Bruselas se ha convertido en el espantajo que agita Casado a cada iniciativa del Gobierno y en un marco al que desplazarse cada vez que quiere desacreditar a Sánchez.

Y dijo más sobre desigualdad, inflación y un exceso a su juicio de gasto público, “con 1.000 asesores en La Moncloa”. Esto sin olvidarse de cargar contra una subida de impuestos de 4.000 millones y que para Montero le convierten en una rara avis de la derecha internacional, ya que el PP es el único partido entre sus homólogos europeos que se opone a un tipo mínimo del 15% para el impuesto de Sociedades. 

En cuanto a Espinosa de los Monteros (Vox), ya se sabía que su única aportación al debate sería su alusión a ETA. Lo que esta vez evitó Casado lo enfatizó el portavoz de la ultraderecha para acusar al Gobierno de aprobar unas cuentas que “legitiman” el proyecto “totalitario” de una banda terrorista que desapareció hace una década, pero que para los de Abascal sigue viva. Tampoco faltó la traición a las víctimas ni la mención a las palabras que la madre de Joseba Pagazaurtundua dirigió al que fuera líder del PSE y ex lehendakari Patxi López en el segundo aniversario del asesinato de su hijo: “Patxi, dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre”. Unas palabras que, para el dirigente de Vox, hoy, 18 años después, vuelven a “resonar con fuerza” y resultan incluso “proféticas” tras escuchar al líder de Bildu, Arnaldo Otegi, decir a los suyos que apoyarían los Presupuestos si servían para excarcelar a 200 presos de ETA. Ya se sabe que los de Vox no leen las leyes ni saben quién tiene la competencia para que los reos salgan de prisión.

“Ni convencerán ni vencerán”, le replicó Montero mientras desde un escaño de Vox la Mesa escuchó un apenas perceptible “¡gilipollas!” que la presidencia de la Cámara sí oyó y ordenó retirar del acta sin repetir la expresión. Ajena al improperio, la ministra anunciaba que su objetivo es intentar que Vox no esté en ningún Gobierno“ y que lo hará, incluso, tendiendo la mano al PP si es necesario, como ya ha hecho en Andalucía el PSOE al ofrecerse al presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, para negociar los presupuestos de la comunidad.

Para cuando Arrimadas tomó la palabra, ya estaba todo dicho. La líder de Ciudadanos también habló de presupuestos populistas y ficticios, pero sobre todo de unas cuentas que tendrán como contrapartida para su aprobación la liberación de presos de ETA. Lo dicho: un debate anodino y previsible, pero del que el Gobierno sale con la tranquilidad de contar con los votos suficientes para aprobar las cuentas. El primer paso se verá este jueves con el rechazo a las siete enmiendas de totalidad.

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