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El trauma, la herida invisible de los refugiados rohinyás

El trauma, la herida invisible de los refugiados rohinyás

EFE

Kutupalong (Bangladesh) —

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En un centro médico situado en el mayor campamento de refugiados de Bangladesh, Hossain Ali rompe en un llanto al recordar todo lo que perdió tras el inicio de la ofensiva militar hace un año en Birmania (Myanmar), una herida invisible que golpea las cabezas de miles de rohinyás traumatizados.

Ali, de 55 años, forma parte de los más de 700.000 rohinyás que se vieron obligados a huir a Bangladesh después de que los militares iniciaran una ofensiva en el estado occidental birmano de Rakáin que dejó miles de muertos, mujeres violadas y aldeas destruidas.

Desde entonces, lejos de su casa, sus campos de cultivo y sus animales, Ali no es capaz de imaginar un futuro “normal” para él y sus ocho hijos.

“Si no puedo regresar a Myanmar, no sé si alguna vez podré superar esto. Sin volver a mi hogar será muy difícil criar a mis hijos con normalidad”, afirma Ali en el centro médico mientras sostiene en su regazo a la menor de sus hijas.

En ese centro del campamento de refugiados de Kutupalong, en el sureste de Bangladesh, la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) proporciona atención psicológica de manera periódica a rohinyás que cargan con el peso del trauma.

“Lo que hemos visto es que se enfrentan a muchos síntomas de ansiedad, como miedo, preocupación, estrés y tristeza”, dice a Efe la coordinadora del departamento de salud mental de MSF en Kutupalong, la mexicana Claudia Aranda.

En la mayoría de los casos, los refugiados “son conscientes de que están aquí en el campamento, pero otras veces también piensan y recuerdan todas las cosas que vivieron en el pasado, la situación de violencia, y también piensan sobre el futuro”, explica.

Los campamentos de Bangladesh están repletos de rohinyás con similares daños emocionales, pero muchos de ellos no ven como una prioridad atender estos problemas en medio de las precarias condiciones de los asentamientos.

Rahima Khatun asegura recordar el momento en que un familiar fue asesinado y arrastrado por militares birmanos antes de que su familia abandonara su hogar.

Pero para la joven rohinyá, de 27 años y madre de tres hijos, los traumas de su pasado no son un problema más importante que la salud de uno de sus niños extremadamente desnutrido y recluido en la unidad pediátrica del centro médico de MSF.

“No pienso mucho en lo que ocurrió. Si mi familia regresa, yo también regresaré, pero hasta entonces tengo otras cosas en qué pensar”, dice.

La psicóloga de MSF explica que muchos rohinyás, como Rahima, no están al tanto de sus problemas de salud mental y apenas expresan emociones cuando son atendidos en los centros de ayuda.

“A veces viven con los síntomas por mucho tiempo, puede ser por un año, a veces por dos años, y a veces se acostumbran a vivir con este estrés y ansiedad”, asegura.

Los rohinyás, tradicionalmente discriminados y despojados de sus derechos, son un grupo étnico minoritario en Birmania que ha vivido episodios de opresión durante décadas, aunque los niveles de violencia de la última crisis superaron todo lo vivido en el pasado.

La mayoría de ellos, explica Aranda, “no saben que existe un servicio de salud mental que puede ayudarlos de alguna manera a tratar de lidiar con lo que están viviendo, a enfrentar la situación para superarlo”.

“Lo que hacemos la mayor parte del tiempo es decirles qué hacemos aquí, qué es la salud mental, por qué es importante hablar sobre cómo se sienten”, indica.

Aunque cada semana este centro de atención de MSF y otros en la región reciben un promedio de 30 rohinyás que buscan apoyo psicológico para superar los daños causados por la cruenta crisis, en la mayoría de los casos son muy reticentes.

Así muchos de los rohinyás (mayoritariamente musulmanes) intentan hacer frente a los traumas a través de diferentes vías como la religión, concluye Aranda. “Tal vez si voy y rezo, me sentiré mejor”, afirman algunos.Azad Majumder

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