Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La UCO detecta contraprestaciones a Ábalos por parte del empresario
ANÁLISIS | Qué se juega España en el sur de Líbano, por Olga Rodríguez
OPINIÓN | ¿Dónde está el Sémper de 2020?, por Esther Palomera

Los vestigios del rubialismo y un embrollo legal ensombrecen la renovación en la Federación de Fútbol

La Federación de Fútbol enfrenta un doble proceso electoral

Raquel Ejerique

8

El presidente Pedro Rocha empezó a ver su estrella caer cuando entró como testigo en los juzgados de Majadahonda el 12 de abril a declarar en la Operación Brody, que investiga corrupción en la Federación de Fútbol (RFEF).

Tan solo ocho meses antes había sido ungido como delfín por Luis Rubiales como líder en la RFEF y aplaudido como sucesor natural por los otros 18 presidentes territoriales del fútbol español: “Yo era el único vicepresidente y ya les dije que si no estaban de acuerdo con la decisión de que yo fuera presidente de la gestora, que me lo dijeran, porque esto es una complicación y yo tengo mis negocios que atender”, le contó el propio Rocha al fiscal en su declaración judicial, a la que ha tenido acceso elDiario.es y de la que entró como testigo y salió como imputado. No hubo sorpresas: “Los 18 va y me dicen, tienes que ser tú, Pedro”, contó.

Rocha asumió el salario de Rubiales, 675.000 euros al año –o lo que es lo mismo, 56.000 euros al mes– y se puso al frente de un órgano temporal de gestión de la Federación que debía convocar inmediatamente unas elecciones a presidente por el tiempo de mandato que le quedaba a Rubiales, un año, algo que no hizo.

En lugar de eso, dirigió durante ocho meses la RFEF y tomó decisiones para las que no era competente, según el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD), motivo por el cual ha sido sancionado, inhabilitado por dos años y ha dejado el cargo esta semana, después de que la justicia no haya tenido en cuenta la cautelar que presentó para intentar quedarse.

Pasó de codearse con el Rey en el palco de la Eurocopa en junio a no viajar a las Olimpiadas. Ni siquiera presidió la Asamblea de julio y dejó de firmar órdenes y documentos desde antes de verano.

Un año después del escándalo Rubiales, la RFEF vuelve a estar en manos de una gestora, los presidentes territoriales –parte del sistema del rubialismo– siguen gobernando, hay pendiente de convocar las elecciones para una nueva Asamblea y un nuevo presidente por cuatro años, pero la Federación está gobernada de momento por los mismos a los que aupó Rubiales.

Pese a los logros deportivos, la dirección del fútbol español navega entre sumarios judiciales, escándalos y un clamor para que acabe la situación de interinidad y que haya una regeneración real que, hasta ahora, está estancada y que depende en gran medida de cómo se gestionen las siguientes elecciones por parte del equipo actual.

Este lunes se constituirá una nueva gestora, el poder temporal que se encarga de conducir la RFEF cuando no hay presidente. La Junta Directiva decidió el viernes que, en lugar de convocar directamente elecciones para la renovación total de la Federación (Asamblea y presidencia), va a convocar primero unas elecciones a la presidencia con la Asamblea actual, lo que alarga el chicle electoral y los plazos para llegar a una renovación más allá del rubialismo.

De hecho, la salida de Rocha por imperativo legal no quiere decir que no pueda volver. Fuentes federativas añaden que Rocha puede recurrir y pedir una cautelar cuando se convoquen elecciones oficialmente, como parece que tiene intención de hacer.

Es más, el hecho de que la Federación haya cogido el camino electoral largo –con una parada para que un presidente nuevo sustituya a la gestora– le beneficia porque si la justicia tiene cierto tiempo y le da la razón, podría estar a tiempo de presentarse, suponiendo que para entonces no tenga ya un competidor interno.

Quien salga vencedor en los próximos comicios será quien dirija el proceso electoral definitivo, es decir, quien tendrá en su mano las convocatorias electorales de la Asamblea y la presidencia por cuatros años, los plazos, los censos y los mandos.

El proceso que viene

La Asamblea es un órgano esencial en la Federación. La actual viene de la época Rubiales, es la que aplaudió cuando se negó a dimitir, está formada por 140 personas (solo seis de ellas son mujeres) y el sistema electoral actual propició que fuera muy poco crítica porque los asambleístas llegaban ya filtrados por los presidentes de las territoriales: como en las elecciones generales, hay circunscripciones que manejan estos presidentes, que recibieron de Rubiales primas de 100.000 euros anuales cada uno como “asignación de profesionalización”, una iniciativa para acabar pagándoles esas cantidades y asegurarse su apoyo.

Este órgano es clave porque es el que elige al presidente, aprueba las cuentas y valida la labor presidencial, además de ser la que tiene el poder de quitar a su líder: justamente por eso Rubiales se fue cuando él quiso, sin que nadie de fuera pudiera obligarle porque la Asamblea no le quitó el apoyo.

Es esta Asamblea la que elegirá al sustituto o sustituta de Pedro Rocha, por lo que fuentes conocedoras de la Federación señalan que lo más probable es que de ahí salga otro candidato oficialista de la época Rubiales o Rocha y se perpetúe el continuismo hasta las siguientes elecciones, las definitivas.

Precisamente con el ánimo de evitar que se repitiera otro caso Rubiales, el Consejo Superior de Deportes (CSD) –organismo del Gobierno responsable de las federaciones deportivas– publicó a principio de año una nueva orden con nuevas reglas de juego: la futura Asamblea, que debe elegirse antes de que acabe el año, tiene que tener una cuota de igualdad para que haya más mujeres, contempla la selección femenina de Fútbol y reduce mucho el poder de las autonómicas a la hora de filtrar candidatos.

El Gobierno también publicó una orden que daba la posibilidad de saltarse el paso intermedio de nombrar presidente en un caso de interinidad como el que está viviendo ahora la Federación de Fútbol, que se ha aferrado a sus estatutos en vez de a esta norma gubernamental, pese a que es más laxa y evitaría un proceso electoral extra.

Lo “lógico”, dicen en la Federación, es no repetir el precedente de Rocha y no arriesgarse a que la gestora tome decisiones, que es lo que ha acabado con Rocha inhabilitado. Por eso convocan unas elecciones previas a presidente legítimo, aducen.

Nuevo presidente o presidenta

Ese nuevo presidente convocará elecciones a una nueva Asamblea que, una vez elegida con las nuevas reglas elegirá a su vez a un nuevo presidente o presidenta de la RFEF para los próximos cuatro años, cerrando por fin el proceso.

A partir de ahí, el fútbol español puede volver a tener cierta estabilidad. De quien esté al mando y controle los tiempos depende en gran parte que se repita el escarnio de una Federación que ha encadenado tres presidentes imputados y con asuntos judiciales pendientes (Villar, Rubiales y ahora Rocha) o que haya una renovación.

De hecho, hasta ahora ha sido imposible imponer desde fuera la regeneración pese a que hay voces internas (el fútbol femenino, asociaciones de jugadores...) que piden y han pedido públicamente que acabe la verticalidad, la endogamia y el oscurantismo.

Rubiales eligió a su sucesor, Rocha, y éste, a la suya: nombró en junio vicepresidenta adjunta a su persona de confianza, María Ángeles García, con el objetivo de que quedara al cargo si él resultaba suspendido. A Rubiales nadie le pudo obligar a dejar el cargo. A Rocha, tampoco. Solo una decisión judicial lo ha podido descabalgar, como al primero solo lo pudo descabalgar la FIFA.

Es más, Rocha se postuló como presidente recién imputado en el caso de corrupción que se investiga en Majadahonda. No solo nadie pudo impedirlo, sino que la Asamblea actual le dio los avales necesarios para proclamarse vencedor único. Pasó de presidente de la gestora a presidente, sin importar el hecho de que estaba investigado por la justicia.

Tampoco en la sede de la RFEF hubo críticas ni se montó un escándalo en Las Rozas. Eso, pese a que el Gobierno amagó incluso con que interviniera la FIFA, que no se movió y lo dejó perpetuarse pese a la imputación y las denuncias que ya tenía en el TAD. En el lado del haber, Rocha contaba entre sus apoyos con los mandos de la Federación, los presidentes territoriales y el soporte de Javier Tebas, presidente de La Liga.

Tampoco pasó nada dentro del ecosistema de la RFEF cuando la Guardia Civil se presentó en sus oficinas a vaciar discos duros porque no estaban colaborando con la justicia. Desde ese momento, como únicas medidas, se mandó a casa a varios directivos que seguían trabajando desde el escándalo de Rubiales pese a estar implicados en los casos de corrupción e investigados en la causa del beso a Jenni Hermoso.

Una vez acabado el mandato de Rubiales y Rocha, queda por ver si la hidra continúa viva o si la persona y la estructura que los sustituyen en el largo y complejo proceso electoral acaban también con el rubialismo y su manera de hacer en la federación deportiva más poderosa de España.

Etiquetas
stats