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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Solo no puedes; con amigos, sí

Raúl Gay

-Piedra, papel o tijera.

-Te toca José.

-No, no... A los chinos.

-Vengaaaa.

-¡Javier, te ha tocado!

-Ufff... ¿Al mejor de 3?

-Chicos… Que me voy a mear aquí.

Así era un diálogo habitual en la playa a finales de los 90. Habíamos terminado Bachillerato y tras la Selectividad un grupo de amigos y amigas nos fuimos a Cambrils y Salou, el lugar preferido por los zaragozanos para veranear. Era la primera vez que me iba de vacaciones sin mis padres. Semanas antes, cuando mis compañeros organizaban el viaje, les pregunté si estaban dispuestos a vestirme, ducharme, acompañarme al baño... Ya lo habían hecho en alguna ocasión, cuando habíamos pasado la noche en casa de alguien de la pandilla; pero una cosa era atenderme un día y otra una semana entera. Dijeron que sí. Pero, claro, no contaban con lo divertido que es vestir a un retrón de resaca.

Desde entonces, han pasado muchos años. Muchos veranos, muchos puentes, muchas bodas fuera de Zaragoza. He tenido la suerte de contar con amistades que no tienen reparos en pelear con una prótesis a las 6 de la mañana, cuando llevas 2 copas de más. Que me han acompañado al servicio cuando ha tocado, a veces, en mitad de una fiesta o en una playa de Cuba donde los servicios, ejem, no eran precisamente retrón friendly.

El humor es un buen ingrediente para estas cosas. Antes echábamos a suertes a quién le tocaba el marrón; ahora Whatsapp es útil. El pasado fin de semana, 17 amigos y 4 de sus hijos nos fuimos a la playa. Los que son padres se libraron, bastantes tienen con cambiar pañales. El resto, por turnos: uno desviste, a la mañana siguiente el primero que se despierta lee el grupo de Whatssap (“Hola? ¿Alguien despierto?”) y me pone las prótesis, tras la comida una chica insiste a su marido para que no se haga el remolón y me ponga al baño, y lo de peinar, partir la comida y empujar la silla se hace entre todos, como una tribu nórdica.

Pero no todo va a ser trabajo duro. En Cuba también practicamos el buceo y me lanzaron al agua desde la cubierta de un barco. En la montaña hicimos el tonto con trineos y en un pueblo de Zaaragoza montamos a caballo.

Alguna vez lo he contado pero es bueno repetirlo: ser retrón no tiene que implicar quedarse en casa viendo la tele. Yo he vivido 4 meses en Inglaterra, me fui con amigos a los Alpes en una furgoneta, estuvimos 2 semanas en Cuba (adaptada, adaptada... no está) y ha habido numerosos viajes a la playa (alguno también a la montaña). Igual que aconsejábamos al comenzar este blog cuidar la mente, es muy bueno tener un amplio círculo de amistades (a ser posible, bípedas). Parece obvio, pero no es tan frecuente... Para eso, claro, es imprescindible no juntarse sólo con otros cascaos, ir a colegios de integración en los que bípedos y retrones compartan pupitre, broncas y viajes de estudio y perder el miedo.

Sé que soy un privilegiado. Creo que en este sentido mi socio también lo es. Días antes de este último viaje en manada, una compañera de Aragón TV me preguntó si iba a llevar al asistente personal conmigo. “Claro que no, respondí, no es necesario” (aunque a veces mis amigos bromean con pagarle horas extras para que les evite el trabajo). También otra persona le dijo a un amigo “Anda, siempre os lleváis a Raúl...”. Como si fuera una mascota a la que sacan en las fotos de grupo. “Hombre, dijo mi amigo, casi todos nos conocemos desde la infancia, no es caridad o pena...”

Antes, como tantas otras cosas en el mundo retronil, tener amigos era una rareza. Ahora cada vez menos, aunque todavía falta. Hace un mes, volvía en el AVE desde Barcelona a Zaragoza y tuve que compartir la zona retrón con otra chica. Nunca me había ocurrido. Era veinteañera y venía de pasar una semana en Berlín con una amiga. Supongo que ella le ayudaría a vestirse, ducharse... Quizá en unos años tengamos que pelearnos por conseguir un espacio en la zona retrón y Renfe se vea obligada a quitar un par de filas para meter más sillas. Será un buen síntoma.

Mientras, ya hemos hablado de la próxima quedada, en septiembre.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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