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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

De mayor, quiero ser cyborg

Neil Harbisson

Raúl Gay

Si un día se cruzan por la calle con un treintañero de cuya cabeza sale una especie de cámara, no se asusten. No es un espía de la Agencia de Seguridad Nacional ni un empleado de Google; es, simplemente, el primer cyborg reconocido.

Su nombre es Neil Harbisson y escucha colores. O quizá sería más apropiado escribir que ve mediante sonidos... Nació con una rara enfermedad llamada acromatopsia: sólo puede ver en blanco y negro. Hasta los 11 años, cuando fue diagnosticado, sus padres y profesores pensaron que confundía los colores. Años después decidió (si es que eso se decide) convertirse en artista. Para lograrlo tuvo que convencer a algún profesor de que él solo pintaba en escala de grises.

Ya en la universidad, asistió a la clase de un experto en futuro digital: Adam Montandon. Juntos, diseñaron un artefacto para mejorar su visión. El dispositivo fue bautizado como eyeborg y convierte los colores en sonidos. Neil ya no es acromático: es sonocromático.

En cierta forma, lo que ahora vive Neil se parece a la sinestesia, esa característica por la que el cerebro de ciertas personas mezcla sensaciones: huelen un color y sienten el tacto de una palabra… Pero mientras las asociaciones de un sinestésico son fruto del azar, Neil y Adam diseñaron un preciso sistema de relación entre frecuencias de luz y frecuencias de sonido. No se limitaron a emparejar un color con una nota, sino que trabajaron para que Neil percibiera las diferentes tonalidades de rojo, azul...

Cuando ve un color, el dispositivo lo transforma en una nota; al memorizarla, ya sabe que color tiene delante. En una entrevista para Documentos TV, Neil dice que le ha decepcionado el bosque, son tonos muy similares. Cuando de verdad quiere disfrutar con los colores/sonidos acude a un supermercado. Seguro que se lo pasó de muerte con la película UP.

En ese mismo reportaje entrevistan a dos amigos sordos que llevan implantes cocleares. A diferencia del presidente de la Agrupación de Personas Sordas de Zaragoza y Aragón, que entrevisté aquí, ellos están encantados de ser cyborgs. No sólo pueden oír, también pueden silenciar el ruido centrarse en lo que realmente quieren escuchar. A veces, por placer, uno de ellos, se quita el implante y todo es silencio. Casi me apetece estar implantado para no escuchar el tráfico, el ruido en los bares…

Otra forma de ser cyborg es llevar un brazo biónico. Una extremidad artificial que sustituye a la de carne y hueso y funciona mediante impulsos eléctricos activados por el cerebro.Cuando yo tenía 3 o 4 años llevé un prototipo de estos brazos. El antepasado remoto, casi.

Era una especie de armadura de plástico de la que salían dos brazos con sus dos manos. En los hombros, había dos agujeros por los que sacaba mis propias manos para acceder a unos botones con los que mover el brazo artificial, abrir y cerrar la mano… Apenas los usé (y eso que costaron millón y medio de pesetas de 1984). Las baterías pesaban más que yo, literalmente, y el juego de brazos y manos era muy limitado. Es cierto que podía alcanzar objetos que con mi propia mano era imposible, pero yo tengo más movilidad y sensibilidad en mis manos naturales que ese plástico. El invento terminó en un trastero. Ahora no me planteo colocarme un brazo biónico pero es admirable que hayan logrado que un manco pueda mover una mano artificial solo con su pensamiento.

Volviendo a Neil Harbisson, supe de su existencia mientras escribía un artículo sobre transhumanismo en 2012. Entonces leí que le habían puesto muchas pegas para hacerse el pasaporte con el eyeborg. Me sorprendí: ¿acaso no era una parte de su cuerpo? ¿En qué se diferencia de unas gafas, un audífono o una prótesis de rodilla?

Neil dice que lo que le convierte en cyborg no es el dispositivo anclado a su cabeza, sino el sotfware que interacciona con su cerebro. Me gusta la idea. Creo que en un futuro no muy lejano todos seremos cyborgs en un grado u otro. Al menos, todos los que puedan pagarlo. No sé exactamente qué podremos hacer ni cuáles serán los límites. Los intentos de predecir el futuro tecnológico suelen fracasar (¿ven algún coche volando por su ciudad?) pero aparecen inventos y posibilidades que nadie se planteó en su día.

Si pudiera elegir un software para mi cerebro, sería algo relacionado con la capacidad de aprender. Algo parecido a lo que hace Johnny 5, el robot de la película Cortocircuito, que es capaz de pasar páginas a gran velocidad y memorizar su contenido. Quizá un USB en la nuca, como se mostraba en Black Mirror, que permitiera insertar memorias con datos. Te levantas por la mañana, metes el pincho con los periódicos del día y en unos minutos tu cerebro sabe todo lo que ha ocurrido.

No sé si lo veré. Mientras llega, podemos alegrarnos de que algunos retrones mejoren sus vidas al convertirse en cyborgs.

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