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Ismael de la Rosa, un cantaor en la corte de C. Tangana: “Ante 60.000 personas, yo solo podía cerrar los ojos y cantar”

Ismael de la Rosa en plena actuación en el Festival Internacional de Música y Danza de Granada.

Alejandro Luque

4 de marzo de 2024 06:00 h

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Aunque sobre el escenario es hombre de pocas palabras, en sus actuaciones invoca continuamente a su familia, los Fernández, y al barrio de Triana del que es originario, a pesar de que él nunca vivió allí. Ismael de la Rosa (Sevilla, 1995) siente que se debe a esa gloriosa estirpe cantaora aunque es un joven de su tiempo, abierto a embarcarse en aventuras fuera de los predios flamencos, como demostró participando en la gira de C. Tangana, Sin cantar sin afinar Tour.          

Cantar y afinar es algo que, desde luego, hace muy bien esta joven figura que recientemente ponía en pie al público del Festival de Nîmes acompañado por la guitarra de Yerai Cortés, otro fichaje de la troupe de C. Tangana. Allí volvió a reivindicar, cómo no, a los Fernández: “Vengo de esa cuna, es lo que he mamado y me han inculcado desde pequeñito. Y lo que me motiva. Aunque Fernández no esté en mi apellido, vengo de ahí”.

Un sello familiar que se manifiesta “en la forma de representar lo que ha pasado la familia, ”venimos de la Cava de los Gitanos y nos fuimos luego a La Pañoleta y Camas, pero trajimos esa forma de echar el cante con transparencia. Lo que sentimos va directo al cante: garra, fuerza y corazón“, dice De la Rosa, apodado desde temprana edad Bola o Bolita.

Recordar las raíces

Todos ellos atributos que Ismael ha heredado de manera natural, pero acompañados de “muchísimos consejos”, recuerda. “Mi padre es cantaor y me los daba continuamente, y también compañeros y amigos de la familia, desde muy pequeño. Me acuerdo de Juan Badía, el empresario de los jamones, que hacía muchas fiestas y en una de ellas me encontré al tío Turronero, que me puso a cantar esa letrilla por soleá: ‘Por allí viene mi bata, déjala pasar…’ Y él me decía: ‘Bolita, los pies en la tierra siempre. Sé como eres, representa lo que eres. Así no puede venir nada malo, ten siempre a lo tuyo como referencia’. Eso me dijo”.

Claro que, conforme iba cumpliendo edad, iban creciendo las expectativas sobre él: “Cuando tienes 7 u 8 años eres gracioso para todo el mundo, ¡míralo, qué viejo es! Pero con 10 o 12 años te va cambiando la voz, y a los 15 o 16 ya no puedes ser el niño que canta gracioso. Y hay que estudiar. Al principio me costaba más, me cansaba, incluso me aburría. Pero vas cogiendo el rollo, aprendiendo cuáles son los cantaores que te vienen bien y los que no… Y vas haciendo tu camino”

De la Rosa sonríe cuando se le pregunta si también hay palos que le van mejor que otros. “Todos son difíciles”, asevera. “Yo me pongo a cantar por bulerías, por soleá, por seguiriya, pero cuando quiero meterme en la seguiriya de los Puertos, hacer el cambio de La Trini… Pues eso, tengo que echarle coraje y valor. Pero no hay ninguno que sea fácil”.

Jóvenes y flamenco

Por otro lado, Ismael de la Rosa atesora ya una amplia experiencia en tablaos como en el cante para el baile, acompañando a estrellas como Alfonso Losa o Farruquito. Pero, ¿es tan distinto cantar alante que para estos bailaores?  “La responsabilidad es distinta, te expresas más de una manera que de otra”, comenta. “Con Farruquito, por ejemplo, estoy a su servicio, aunque saques a pasear tu carácter. Pero cuando te vas alante tienes que tener cuidado de no llevarte las manías adquiridas en el baile. Tengo 28 años, soy joven, pero ese es uno de los trabajos que hago, separar una cosa de la otra. Me lo paso muy bien atrás, pero alante me siento de otra manera. Con muchos nervios, sí, pero sarna con gusto no pica”.

A diferencia de otros compañeros que dicen cansarse de cantar flamenco ortodoxo, el sevillano mantiene su pasión por esta música, aunque reconoce que “también soy inquieto y en casa saco mis cositas de composición, tanguitos… Estamos en un momento de buscar la fusión, pero ahí tienes a Israel Fernández haciendo también cosas sin dejar de cantar por derecho”.

No obstante, De la Rosa es consciente de que el flamenco no es la música que hace furor entre sus coetáneos. “Estamos en un mundo que se llena de reguetón, de cumbia, de menearse… Lo nuestro interesa más fuera que aquí”, lamenta. Lo cual no le ha impedido cantar lo suyo en una gira como la de C. Tangana, en la que se embarcó por casualidad. “Yerai tenía contacto con él, Tangana vino a vernos a Las Ventas con Farruquito y le gustó. Luego estuvimos en su casa en una fiestecita, y se le ocurrió la locura de llevarnos a Yerai y a mí, a Juanito el de los Carmona…”

Una experiencia más

“Ha sido una pasada, de las cosas más fuertes que he podido vivir”, afirma. “Imagínate, tanta gente conviviendo, 15 flamencos, 16 clásicos, producción, cámaras… Y no hemos salido ninguno mal parado. En el espectáculo tenía mis cuatro momentos, una copla de Antonio Molina, una bulería al final con Yerai, la Alegría de vivir de Ray Heredia…”.

Aunque De la Rosa había actuado ante públicos numerosos, confiesa que nunca antes se había enfrentado a aforos de 50.000 o 60.000 espectadores, como los del Vive Latino o Burriana. “Ahí tienes que ser consciente de lo que haces. Se supone que es tu trabajo, lo que te gusta… Pero ahí yo miraba a Yerai, Yerai me miraba a mí, y lo único que se me ocurría era cerrar los ojos y ponerme a cantar, aunque estés delante de gente que no está acostumbrada a escuchar flamenco”.

El cantaor, que volverá antes del verano con Cortés al estudio para grabar un nuevo disco, lo define como “una experiencia más, un escaparate como nadie puede ni soñar, pero no veo que mi carrera vaya a tirar por ahí. Ha existido, ha sido fuerte, va a crear un impacto. Ya está”, dice. “Lo seguro es que me queda carrera para rato. Y muchos vendrán por la gira de Tangana, sí. Son bienvenidos”.   

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